“Es guapa, es rica y es educada” esto opinaba Carolina de Mónaco en abril del 2009 sobre su nuera Tatiana Santo Domingo ante los cuestionamientos que le hacía su círculo íntimo porque la joven no era de la nobleza. Su padre, Julio Mario Santo Domingo Braga, íntimo de Mick Jagger y Yoko Ono, acababa de morir en Nueva York a los 54 años, víctima de una extraña y dolorosa enfermedad. Andrea Casiraghi la acompañó a su entierro en la ciudad de los rascacielos y por eso se perdían el Baile de la Rosa, la tradicional gala que celebran en Mónaco en cada principio de la primavera. Tatiana, con apenas 27 años, heredaba una fortuna que incluía una importante tajada del holding empresarial Valorem, un imperio integrado por cadenas como Caracol, periódicos como El Espectador y una importante participación en SABMiller, la segunda cervecera del mundo. Administrada por su tío, Alejandro Santo Domingo, la fortuna creció hasta los USD$3000 millones ocho años después de la muerte de su padre. No hay mujer que tenga más dinero y poder en el principado de Mónaco que la nieta del barranquillero Julio Mario Santo Domingo.
Tatiana nació en Nueva York en 1983, ciudad en donde su abuelo se había establecido definitivamente desde 1977. En 1985 se va a vivir a Ginebra y de allí salió poco después de cumplir los 15 años hasta París. En el 2002, mientras estudiaba en L’Ecole Active Bilingüe Jeannine-Manuel de París se hizo íntima de Charlotte Casiragui. Por fotos conoció a su hermano, Andrea, y se enamoró al instante. Charlotte fue la celestina e hizo todo lo posible para que, mientras estudiaban en la American University de París, Andrea y Tatiana se conocieran en el 2004. Acertó. Fue un flechazo a primera vista. Él la siguió un año después cuando Tatiana se fue a estudiar Historia del Arte en la New School for Liberal Arts. En el 2013 se casaron en una boda medio hippie en donde su círculo íntimo compuesto por sus amigas Eugenia Niarchos, nieta del armador griego Stavros Niarchos y con acciones en la cerveza Guinnes, Marguerita Missoni, heredera de la dinastía textil del mismo apellido fundada en 1953, Francesca Versace, hija de Donatella, y la princesa alemana Elisabeth von Thurn.
Veranos en Ibiza, bodas en Cartagena, fiestas electrónicas en Nueva York, temporadas larguísimas en Londres, Andrea y Tatiana fueron inseparables desde que se conocieron. Ella, lejos de ser una socialité cualquiera, se esmeró por estudiar y cultivarse en las artes. Nunca le impresionó demasiado que Andrea fuera el segundo en el orden de sucesión al trono de Mónaco después de su madre Carolina. Tatiana habla cinco idiomas y sus autores favoritos son Dickens y Alejandro Dumas, sobre los que ha escrito varios ensayos. Trabajó durante un año con el director de arte italiano Giavanni Bianco en varios comerciales de las marcas Prada, Zegna, o Versace. Ha hecho artículos para Vanity Fair, toma fotos que se han publicado en las revistas más prestigiosas de Europa y, desde el 2012, un año después de la muerte de su abuelo Julio Mario, se dedica junto a su amiga la chipriota Dana Alikhani a impulsar Muzungu Sister, una de las marcas de ropa étnica más prestigiosas del mundo.
En el 2017, Tatiana Santo Domingo fue la gran ganadora de los MCFW Fashion Awards 2017 en Montecarlo donde le reconocieron el esfuerzo de Muzungu Sister. Gracias a la marca, Tatiana Casiraghi ha tenido más contacto con Colombia, aparte de las bodas o las visitas que ha hecho a las mansiones que sus tíos Alejandro y Andrés poseen en las Islas del Rosario. En su marca ha implementado accesorios de las mujeres de la tribu Kankuamo, pueblo Chibcha que se ubica en las inmediaciones del Guatapurí en Valledupar. También supo adaptar las mochilas arhuacas y wauyúu a sus prendas. En realidad, Tatiana ha recorrido todo el mundo investigando y por eso su estilo étnico y boho-chic ha causado furor en el principado.
Hace poco, por ejemplo, sorprendió cuando llegó a una velada en Mónaco luciendo una Tiara hippy chic, original de su marca, que vende en su página web a 480 euros y una cartera con forma de libro que también se inventó y cuyo precio superaba los mil dólares. Las ventas se dispararon solo porque Tatiana las usaba. Elegida en el 2012 por Vanity Fair como la mujer más elegante del mundo, su influencia a la hora de vestirse datan de la onda hippie de los noventa. Camisones largos y con aire hindú hacen recordar al guitarrista Jimi Hendrix o a la chica consentida de los Rolling Stones, Anita Pallenberg.
Dicen que se le frunce el ceño cada vez que un paparazi dispara su obturador porque detesta las fotos. Nunca le gustaron. Ella pertenece a esa nueva generación de aristócratas que prefieren pasar el verano en un pueblito boliviano perdido en los Andes a Saint Tropez.
Tatiana no se siente colombiana ni neoyorquina, ni mucho menos suiza. Es una ciudadana del mundo. Habla cuatro idiomas, pero apenas balbucea el español, aunque tiene a su abuelo como uno de sus referentes. Si se sienta en primera fila en los desfiles de Chanel o Prada en París, Viena o Praga lo hace como empresaria. Su sueño era llegar a los cuarenta años llena de hijos y perros, perdida en un chalet en Ginebra. Las perspectivas han cambiado un poco debido al éxito de su marca Muzungu Sister, un estilo que ha generado furor en las cortes europeas y que no solo se alimenta de las pasarelas más glamourosas de Europa sino de los pueblos de ascendencia chibcha que se posan al lado del río Guatapurí.
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