El tamaño de Avianca Ecuador fue una de las variables determinantes que le permitió sobrevivir la pandemia del COVID-19, lo que no pasó con su filial hermana en Brasil. Con apenas 10 aviones de mediano tamaño y una red de destinos de 12 ciudades en 4 países, Avianca Ecuador pudo aguantar tres meses sin volar desde su último despegue a finales de marzo de 2020.
Las políticas aeronáuticas de Ecuador, un país que no terminó de cerrar su campo aéreo incluso cuando alcanzaba a tener los índices de contagio más altos en la región andina, le permitieron a esta aerolínea ser la primera filial de la holding de Avianca en estrenarse con los nuevos protocolos de bioseguridad que serán normalidad para todas las aerolíneas en el mundo. Avianca BioCare es el nombre de las nuevas políticas de funcionamiento que regirá todos los vuelos de la compañía de ahora en adelante.
Pues bien, muy temprano, a las 6 de la mañana del lunes 15 de junio, despegó un Airbus A319 de Avianca del aeropuerto de Mariscal Sucre en Quito. Las azafatas horas antes, todas con tapabocas, guantes y trajes anti fluidos, chequeaban la temperatura de los 96 pasajeros que abordaron el avión capaz de transportar hasta 130 personas. No se repartió tinto, ni agua y las pantallas personales de cada asiento estuvieron apagadas durante todo el vuelo. Aquellas personas que presentaran altas temperaturas o síntomas de gripa podrían reprogramar su vuelo para cualquier otra fecha sin ningún costo de penalidad.
Este fue el inicio de una nueva era para la aerolínea que empieza operando 16 frecuencias nacionales a la semana entre las ciudades de Quito, Guayaquil y Manta. Porque no hay duda que han cambiado muchas cosas. El tapabocas es tan vital como el documento de identidad a la hora de abordar el vuelo. Aquellos que no lo tengan no podrán ni siquiera ingresar al aeropuerto. En las salas de embarque, la aerolínea dispone de lavamanos con desinfectante y a la hora de comprar el pasaje, la compañía ruega a los pasajeros tener listo un kit de bioseguridad que incluye gel desinfectante, guantes y alcohol para uso personal durante el vuelo. Ya no hay revista de Avianca para leer ni catálogos de Duty Free. El personal de vuelo no tiene autorización de tocar el equipaje de los pasajeros y deberán permanecer lo más distante posible durante todo el vuelo. Ya no es posible pararse a caminar el pasillo del avión cuando la ansiedad no permita a los ansiosos quedarse sentados en su silla. La luz del cinturón de seguridad ya no se apaga y los mensajes de autocuidado en el alto parlante no dejan de sonar.
El aire que se respira no es el mismo. Las personas no hablan porque se insta a quedarse en silencio. Se instalaron filtros de aire HEPA que, según la aerolínea, “capturan el 99,97% de las partículas del aire, y refresca continuamente el aire de la cabina”
Cuando aterriza el avión empieza otro nuevo protocolo. El personal de vuelo empieza la limpieza y posterior desinfección de los espacios que incluye la limpieza de superficies con productos desinfectantes avalados por los fabricantes de las aeronaves, el área de mantenimiento de la aerolínea y el área de salud en el trabajo, que incluye entre otros, las sillas, controles de luz, botones para llamar a los miembros de la tripulación de cabina, manijas de los compartimentos de maletas ubicados arriba de los asientos, paredes adyacentes, ventanas y persianas, baños -picaporte, seguro, inodoro, grifo, lavamanos y paredes adyacentes-, entre otros.
Las aerolíneas han sido muy claras en la necesidad de paciencia para lo que se viene: para vuelos domésticos, al menos dos horas antes hay que estar en el aeropuerto. Porque los nuevos protocolos de seguridad pueden tomar tiempo, retrasar la operación y los pasajeros tienen que estar a disposición, con todas las medidas de protección dispuestas. Un ejercicio de paciencia tanto para el pasajero como también para la compañía.