Hace poco tuve la oportunidad de leer una entrevista al decano de los periodistas radiales en Colombia, Juan Gossaín. Me impresionó su franqueza y su sabiduría que solo la proporciona los años. Juan, que de ser un sujeto activo, dinámico y creador de opinión en la radio, pasó a ser un espectador cauto y sereno de los acontecimientos, desde su plácido aposento en Cartagena de Indias, muy temprano y desde su balcón observa el vuelo de los alcatraces, el amanecer caribeño y los primeros deportistas que desde temprano se aventuran a ejercitarse.
Gossaín decía en la entrevista que el problema fundamental en Colombia radica en que "la gente no vota bien" y de contera vende su voto al mejor postor. Hablo también de la ética periodística y que el único jefe de un periodista debe ser la sociedad. Tremenda carga de profundidad, que su entrevistador de la cadena Caracol Televisión tuvo que sentirse aludido y avergonzado. Certeras apreciaciones de Juan Gossaín, que con sus años ha desactivado de su personalidad todo vestigio de egocentrismo e individualismo y solo respira serenidad y humildad.
Gossaín insiste con vehemencia: "hay que votar bien, en Colombia la gente vota mal". Contrario a lo anterior me pregunto... ¿Qué es votar bien? Todo elector vive convencido que lo está haciendo está bien, hasta quien vende el voto lo considera que eso está bien y piensa que eso es lo que corresponde hacer. El que vende el voto, dentro de la distorsión de sus valores, cree que lo que realiza fraudulentamente, está bien hecho. ¿Quiénes son "las gente de bien" y las malas personas según los estereotipos anclados en nuestro atavismo crónico que padecemos? El delincuente le jura lealtad a su jefe y en ese ámbito esa conducta es una virtud, que está dentro de las cosas bien hechas, e incluso es elogiable. Oye uno decir "es que los buenos somos más", ¿cuál es el tribunal que los juzga y los califica? Todos los seres nacemos buenos y la sociedad nos corrompe decía Jean Jacques Rousseau.
Muchas cosas son consideradas e interpretadas como bien para unos y mal para otros. Es el concepto maniqueista, es la dualidad entre el bien y el mal que suele ser subjetivo. Votar bien o votar mal es relativo. Lo que escasea es la conciencia crítica y la conciencia política, las férreas convicciones, el conocimiento de la historia política, la cultura política, los partidos fuertes para construir una verdadera y sana democracia. Cuando todo eso exista podemos exigirle a la gente no que vote bien, porque eso resulta subjetivo y arrogante, podemos exigirle que vote a conciencia, que vote con base al estudio de un programa. Lo anterior es lo que no se hace en Colombia, por lo tanto no existen las herramientas, ni formación para exigirles que "voten bien". Dentro de esta óptica no es conveniente votar por un individuo que proyecta encarnar la verdad y menos por el que señala dicho individuo, pues eso conduce al Mesianismo y al caudillismo, eso conduce al populismo de derecha que hoy lo sufrimos con el señor Álvaro Uribe Vélez. Se vota a conciencia cuando se vota por un programa debidamente estudiado y debidamente asumido como convicción ideológica los programas pertenecen a los partidos y los partidos están por encima de personalismos mesiánicos.
Por lo anterior me es difícil creer que el partido conservador es igual al liberal. El liberalismo es una corriente de pensamiento que tiene como postulado las libertades individuales, el progresismo y el libre examen, que todo esto se haya distorsionado es otra cosa. Igual pasa con el Conservatismo que Álvaro Gómez Hurtado lo calificaba acertadamente, que se tenía "más conservatismo que partido Conservador".
Los otros partidos tradicionales de izquierda también poseen excelentes programas que si se estudian con detenimiento y profundidad podríamos decir que se "vota bien" o se vota a conciencia. Los problemas de nuestro país y el “votar mal” no se los podemos endosar a la izquierda porque nunca ha gobernado al país. Los que han gobernado por más de 200 años son los mismos con las mismas. Siempre como estrategia y arma política se inocula miedo con sus postulados, se compran conciencias y tradicionalmente se lleva al poder, paradójicamente, a quien los oprime.