La filosofía: para no vivir sin una estúpida razón

La filosofía: para no vivir sin una estúpida razón

La pregunta es si vivimos en angustia generalizada, si necesitamos la filosofía para comprendernos o al menos alivianar esas cargas existenciales

Por: DIEGO MARIO ZULUAGA OSORIO
mayo 29, 2023
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La filosofía: para no vivir sin una estúpida razón

El concepto de la filosofía vende las ideas y otras veces genera polémicas entre aquellos que de alguna manera tienen un acercamiento con esta ciencia, sin embargo, nos quedamos perplejos frente a la interpretación que se le da a la misma y cómo esta es acomodada de acuerdo con cada pensamiento o necesidad de interpretación de un fenómeno del ser humano e inclusive su injerencia en la humanidad.

La radicalidad con la cual se hace interpretación y análisis a cada elemento coyuntural que tiene el hombre para comprender su existencialidad, ha llevado a que este se convierta en un ideal mediático, generando con ello muchas coincidencias frente al pensamiento de otros filósofos que han dedicado su vida y tiempo a comprender cuáles son esos momentos que generan en el ser humano angustia, siendo uno de estos Martin Heidegger quien enfatizó la angustia como temple fundamental para poder vivir auténticamente en este mundo finito, una angustia ante la nada; pero también Soren Kierkegaard aborda este tema como un sistema, que hace pensar toda la diversidad de la realidad bajo un último y único principio explicativo, la inexistencia del buen pensar.

De ahí que nos enfrentamos en comprender esa angustia como ese elemento que no permite pensar con claridad, enfrenta el bien y el mal, pero también lleva a que se relacione la angustia con el pecado y con la libertad (Kierkegaard, 1844), esto nos lleva a conseguir materiales para construir la casa que hay en nuestro interior, valga decir, es una forma de obtener precisamente eso donde puede existir la verdad.

La pregunta que sigue es si en efecto vivimos en esa angustia generalizada, si necesitamos la filosofía para comprendernos o al menos alivianar esas cargas existenciales que no dejan vivir con tranquilidad, o seguir parafraseando a Soren Kierkegaard con que "es preciso encontrar una verdad, y la verdad es para mí hallar la idea por la que esté dispuesto a vivir y morir", y determinar cuál es esa verdad que nos atormenta, ya que las generaciones que se vienen alistando tienen un problema mayor que los que andamos en este tiempo terrenal, mientras que algunos aprendieron a manejar la angustia, a aprovechar esos momentos de influides intelectual, los otros no tienen cómo enfrentar esa angustia, pues la inexistencia de la relación personal hace que se recurra a lo antisocial (las redes sociales) que entregan una cantidad de información que nada aporta al conocimiento humano, así como no generan nuevo pensamiento, tampoco qué leer ni escribir.

Enfrentamos entonces una época de crisis, en donde hablar era una tarea muy noble (Sócrates), pero el negocio no es hablar sino escuchar con éxito, y en consecuencia, identificar esa angustia, que es el camino también para la que la humanidad sea salvada, usando la autoconciencia para incrementar nuestro propio conocimiento lo que nos conduce a un estado de auto reflexión. De ahí que, la angustia conocida como ese “Estado de intranquilidad o inquietud muy intensas causado especialmente por algo desagradable o por la amenaza de una desgracia o un peligro”, o también desde la sicología, esa insatisfacción por lo vivido y la influencia del género humano en ese estado.

Ahora bien, esa angustia de la que venimos hablando  crea una realidad que no se ajusta precisamente a la verdad existencial, aportando mentiras, condenas e incluso edifica pensamientos malsanos respecto a ese fenómeno que lo originó, por lo que es al ser humano a quien corresponde buscar esas herramientas para sobrellevar este fenómeno, bien visitando un especialista en comportamiento social, a un sicólogo y por qué no a un filósofo para una entrevista asistencial, queda entonces en mano del individuo atacar esos momentos en donde la verdad es desdibujada por esa angustia, que no deja perfeccionar la intelección y obnubila la cognición propia del hombre.

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