Joseph Blatter, el polémico presidente de la FIFA, nos recuerda mucho a un personaje colombiano a quien se le entró un elefante a la casa y dizque no lo vio.
Decir que Blatter no sabía que estaba y está rodeado de un grupo de pícaros ofende la inteligencia de cualquiera. Puede decirse que el fútbol mundial ha estado signado por los chanchullos y el narcotráfico desde tiempos inmemoriales.
Joao Havelange, uno de los hombres más importantes del fútbol y mentor de Blatter, tuvo que dimitir casi a los 97 años, como presidente honorario de la Fifa, luego de que trascendiera que en los años en que presidió el máximo órgano universal del balompié (1974-1998) recibió sobornos. Lo curioso es que ese tipo de comportamientos nunca fueron investigados penalmente, por ejemplo, en Brasil, su tierra natal.
En la Fifa nada se hace gratuitamente. Da la sensación de que todo es turbio. El viernes pasado Blatter fue nuevamente reelegido, pese al escándalo que estalló dos días antes. ¿Cómo es eso posible? Fácil: basta recordar cuando The Daily Mail reveló una posible compra de votos en la primera elección de Joseph Blatter como presidente de la Fifa en 1998. La denuncia cayó al vacío. Y recordemos que también en su momento The Sunday Times publicó que varios altos cargos de la Fifa estuvieron dispuestos a ofrecer su voto a una candidatura concreta al Mundial 2018 a cambio de aguinaldos. Los resultados de las investigaciones no se conocen.
Pero es un hecho que el suizo no las tiene todas consigo. No creo que los personajes arrestados el miércoles en Zurich le vayan a guardar la espalda.
Es más, no creo que los dirigentes del fútbol europeo, que casi en masa estuvieron en contra de Blatter, sean los santos que dicen ser. En Europa las mañas no son distintas a las de aquí: En la transacción de cualquier jugador en los clubes europeos siempre parece haber dinero debajo de la mesa. Mírese no más la transacción del brasileño Neymar al Barcelona F.C. El club catalán todavía anda en un lío de la madona porque no ha sido capaz de explicar con precisión a la justicia española cuánto pagó en realidad por la mencionada estrella brasileña.
Y de arreglar partidos ni hablemos. Todavía no se me borra de la mente el atraco de que fue víctima Colombia ante Brasil en el mundial del año pasado. La Fifa puso a pitar a un oscuro árbitro llamado Carlos Velasco Carballo, quien no dudó en cargarse para el equipo local. A punta de pito nos metió en el arco y, como si eso fuera poco, le anuló al capitán colombiano Mario Alberto Yepes un gol legítimo. ¡Fue gol de Yepes!
Claro, para la Fifa era más atractivo que avanzara a semifinales Brasil y no Colombia. Como alivio quitapesares, sin embargo, Alemania terminó vengándonos y humillando al equipo de casa con una histórica goleada.
Cómo olvidar el bochornoso partido del Mundial Argentina-78 entre Perú y Argentina, país que en ese momento era presidido por una junta militar en cabeza del dictador Jorge Rafael Videla. Brasil prácticamente estaba en la final de ese 1978 junto a Holanda. Pero pasó lo impensable. Aunque Argentina necesitaba ganar por cinco goles, al final liquidó el partido por seis tantos contra cero. Después se sabría que la dictadura argentina compró aquel partido, entre otras cosas porque el arquero peruano era un argentino nacionalizado en Perú: Ramón Chupete Quiroga.
Ese es pues el fútbol y esa es la Fifa. Un verdadero barrizal al que enhorabuena la justicia de Estados Unidos metió en cintura. Un activo militante de este debate, y ganador a la postre, parece ser Maradona, a quien se le escuchó decir esta semana: “Hay que ver si gana Blatter después de esto. Hay que ver si tiene que ir a declarar a Estados Unidos, también están implicados Leoz, Figueredo, que hace dos meses eran intocables. Los agarraron justo cuando los tenían que agarrar”.
Una pregunta final se antoja: si para bailar un tango se necesitan dos, ¿de dónde salió el dinero a que alude la Fiscalía de Nueva York? ¿Patrocinadores quizás? ¿Firmas de equipamiento deportivo? ¿Instituciones financieras? Amanecerá y veremos. Por ahora está muy oscuro.