La fiesta de ‘Los Matachines’: recuerdo de la vil masacre de 12 muchachos de Buenaventura

Son las 12 de la noche del viernes 19 de abril en Punta del Este, un barrio costero y humilde de Buenaventura.  Bajo las luces tenues de aquellas calles polvorosas comienzan a escucharse los sonidos de los tambores de cuero tocados por ‘Los Matachines’, al tiempo, este grupo de enmascarados enuncian el calvario de cristo con gritos blasfemos: “¡Muera Dios, viva Barrabás!”. Los presentes contrarían las blasfemias y responden en coro: “¡Viva Dios, muera Barrabás!”.

Por décadas esta tradición que daba por concluida la Semana Santa fue un acto puramente religioso. Pero todo cambió. La vil masacre de 12 jovencitos en abril del año 2005, trastocó el acto para convertirlo en una fecha que triste y dolorosamente comenzó a ser celebrada, pero para recordar la vida de aquellos hijos que se llevó la muerte.

Los 12 de Punta del Este se fueron detrás de un balón. Las madres cuentan que a aquel barrio de ranchos tristes, madera carcomida y techos de lata corroída, llegó un hombre de pelo largo -‘el melenuno’ como lo describen las matronas- en una moto con una propuesta tentadora: llamo al grupo de muchachos que jugaban con un balón inflado con trapos y los invitó a jugar un partido en una población aledaña. Además de jugar con uniformes nuevos, el extraño les prometió una recompensa de 200 mil pesos si ganaban o un premio de consolación de $60.000 si eran derrotados.

La pasión, la pobreza y los sueños hicieron que uno a uno se montara en la moto del ‘melenudo’ para ser llevados por turnos al bus de la tortura. ¿Cómo no ir?, si del barrio Punta del Este había salido una de las figuras más brillantes y recordadas de nuestro país: el exjugador del Santa Fe, exgoleador del FC Bayern Munchen y exdelantero de la Selección Colombia, Adolfo ‘El Tren Valencia’.

 

Aquella noche ninguno regresó. Muy tarde salió la primera madre, Regina ‘La China’ Rentería, a averiguar qué estaba pasando. Lo mismo hicieron las otras mamas en los siguientes dos días. Al tercer día, un grito levantaría a todo Punta. Después de gritar, llorar y pedir a Dios que no fuera cierto, ‘La China’ Rentería se desmayó. Las autoridades le acababan de confirmar que 12 jóvenes entre los 17 y 23 años habían sido encontrados muertos. Más tarde los familiares sabrían los escabrosos detalles de la masacre. Les habían quitado la piel, sacado los ojos, las uñas y los remataron a tiros.

Doce lapidas tuvieron que mandarse a hacer. Rubén Darío Valencia Aramburo, Pedro Luis Aramburo Cangá, Pedro Paulo Valencia Aramburo, Alberto Valencia, Manuel Concepción Rentería Valencia, Mario Valencia, Iver Valencia, Carlos Arbey Valencia, Víctor Alfonso Angulo, Carlos Javier Segura, Leonardo Salcedo García y Jhon Jairo Rodallegas, ya no correrían por las calles de Punta del Este.

Al año siguiente para recordarlos se instauró, intrínsecamente, que cada noche desde el viernes santo hasta el domingo de resurrección, ‘Los Matachines’ recorrerían cada una de las casas de los fallecidos con el bullerío y las blasfemias contra el diablo o los desalmados que se los habían quitado a la vida. Entre cantos, bailes y azotes, ‘Los Matachines’ van recibiendo tragos para emborrachar la realidad hasta llegada la madrugada.

‘China’ Rentería, madre de Manuel –uno de los adolescentes asesinados-, recuerda como sus ancestros habían traído desde Juntas de Yurumanguí a Buenaventura la tradición de ‘Los Matachines’. Con lagrimas en los ojos también rememora que su muchacho también se había tocado los tambores y gritado vivas a Dios.

En Punta del Este la marea sube y baja con la llegada de las horas y el barrio se inunda para avisar que es hora de volver a casa. Las ratas caminan entre las basuras concentradas bajo las viviendas; la falta de alcantarillado y acueducto inunda los aires de malos olores que por la costumbre ya no perciben los locales; las calles empolvadas sirven de cancha de fútbol a los jóvenes que persiguen el sueño llegar a ser como aquel hermano llamado Adolfo ‘El Tren’ Valencia. El abandono del Estado y de los millonarios del puerto es un cuadro llamado Punta del Este.

Nueve años después, las madres salen a arengar por sus hijos. “¡Por los 12 de Punta del Este, por otros, por ellas y por mí!”, gritan desconsoladas. Las madres llevan 108 meses, casi 40 mil días, buscando Justicia y Reparación. Un concepto que los políticos se hinchan en labios para prometer pero no para cumplir. Nueve años después, no existe una versión clara de los móviles de la masacre y solo se han condenado a cuatro personas que fueron encontradas responsables por el Juzgado Segundo Penal de Buga.

Las madres solo han recibido ayuda de una valerosa organización. Rostros & Huellas del Sentir Humano, las ha apoyado en materia judicial. A su manera esta fundación local busca mantener vivos a Los 12 de Punta del Este hasta que se haga justicia y llegue la reparación a las madres. “Las actividades conmemorativas son espacio para la expresión de repudio a los actos violentos, al conflicto armado, celebración de la vida, juventud”, afirma una de las fundadoras.

Judicialmente la terrible masacre se ha relacionado como un capítulo más de los ‘falsos positivos’ perpetrados por ejércitos paramilitares del “Bloque Calima”,  al servicio del sistema de recompensas secretas de la “seguridad democrática” del gobierno Uribe Vélez. Sin embargo, esto no se ha probado aún y la verdad se la llevaron las verdaderas cabezas del paramilitarismo como Ever Veloza alias ‘H.H.’ y Diego Murillo alias ‘Don Berna’.