Hace algún tiempo tratar el tema del imperialismo yanqui solía presentar la faceta de trillado, pero en esta nueva época del mundo parece una exigencia geopolítica, pues ya no estaremos frente a un imperialismo sino ante varios. Es el asunto de los imperialismos robándose el mundo en un proceso acumulativo de concentraciones. Y no es que nos vaya poco en ello, aunque nuestro puesto en la fila, en virtud de nuestra escaecida riqueza capitalista, sea de los últimos. Y ya aceptado el tema, entonces cabe el de las subyacentes guerras interimperialistas. Es lo que aflora desde el fondo de esta noticia, aparecida en Huffpost de un despacho de la agencia Reuters.
“Las primeras sanciones desde la cumbre fallida de Corea. Estados Unidos impuso sanciones a dos compañías navieras chinas que, según afirma, ayudó a Corea del Norte a evadir las sanciones sobre su programa de armas nucleares, los primeros pasos de este tipo desde que se derrumbó la cumbre de Estados Unidos y Corea del Norte el mes pasado” (Reuters).
Y aquí hay varias perlas. Los Estados Unidos siguen siendo el gendarme del mundo, como si America First Again hubiera tenido éxito rotundo e instantáneo. Como en cualquier película del oeste, EUA, cual primera potencia del mundo, pistolas y canana al cinto, se abroga el derecho de castigar que allí consta. Sin embargo, en qué momento ocurrió que Estados Unidos tuviera una territorialidad tan basta que sus traviesos confines llegaran allende las costas del mar de China?, ¿será porque Taiwan es un protectorado de los Estados Unidos?
Otra perla es, ¿en qué momento China ha suscrito algún convenio de colaboración con la política exterior de los Estados Unidos y, más específicamente, en el caso de Corea? Y es aquí donde está cierta clave de la potencial guerra interimperialista entre China y EE. UU.
Existen crecientes lecturas sobre la preocupación mundial acerca del devenir de China como eventual primera potencia del mundo. Según alguna teoría, los Estados Unidos habrían favorecido el ingreso de sus capitales y empresas gigantes a China creyendo en la capacidad corruptora de las ganancias capitalistas cargadas cual explosivo detonante sobre el epicentro de su gobierno: el partido comunista. La idea parece basarse en una vieja concepción de que al barrilete hay que darle hilo suficiente para que eleve, sobre todo si hay buen viento garantizado; pero esto le traerá supremas complicaciones cuando de manejar las complejas contradicciones con los vientos huracanados de allá arriba se trate. Hoy parece claro que los chinos no se han mareado. Otra teoría simple del mismo tenor dice que si le das suficiente cuerda a tu enemigo, terminará ahorcándose. De las teorías simples y elegantes habla A. Einstein como la única forma capaz de explicar el mundo.
El plan de los Estados Unidos había sido concertado con Inglaterra teniendo la concentración de capitales de Hong Kong, a la sazón protectorado británico, como cabeza de playa. Algo de esto se saborea literariamente en los dos tomos de la intrincada trama del Tai Pan. Las luchas mortales entre las mafias, incluida la rusa, son endiabladamente complejas y de una sinuosidad apenas perceptible. Según parece la exquisita astucia de Deng Tsiao Ping, tras aquello de, “no importa que los gatos sean grises con tal que cacen ratones”, fue mal interpretada por los gobiernos de Blair y Bush que pudo ser el momento en que se colocó el mayor peso de la carnada. Ellos creyeron que los chinos habrían cambiado lo suficientemente para que no hubiera marcha atrás en una cadena de aceleraciones sucesivas que, tras cierto tiempo, los haría abrazar la democracia de occidente, sin ninguna otra opción. ¡Y allí sería Troya! Y ahora sucede que China más bien los ha enfriado: los tiene en una salmuera con las trazas de diseño de una solución eutéctica. El partido comunista chino ha resultado ser una especie camaleónica. Ver nota.
Ahora bien, quienquiera que haya leído el Tai Pan debió sacar la misma conclusión obtenida tras la lectura del Shogun: la supremamente compleja urdimbre de la cultura japonesa, sin incluir su despiadada crueldad, impidió a los portugueses obtener el dominio que ansiaron para sí, obtenido por la colonización española sobre la indigenada de América. Los portugueses nunca pudieron desentrañar las infinitas sutilezas, ni siquiera de cómo la simple invitación a tomarse una taza de té, podía significar cuál de los asistentes debía morir, cómo y a qué hora, según el color o posición del lazo que llevara el pocillo, el vestido del anfitrión o el sitio que a cada invitado le tocara en la mesa.
Esta misma sutileza fue la que entrevió nada menos que Carl Gustav Jung, cuando comentó el ingreso del I Ching a Europa que, dicho sea de paso, lo defenestró del imperio del saber racional del mundo científico. Y qué se dice de la orfebrería segregada del Yin y del Yang y la medicina china.
Para leer la magnitud de los entresijos que aquí se cuecen, imaginemos por un instante que Colombia, al mismo tenor de los Estados Unidos, imponga sanciones a Cuba, a Rusia, o a China, porque tales naciones estén interfiriendo el cumplimiento de nuestros intereses políticos en Venezuela, cualquiera que sea el nivel estratégico de los mismos.
De manera proporcional puede aducirse que la política del mundo se vuelve un berenjenal si el número de gendarmes aumenta. China podrá imponer sanciones a Estados Unidos en contra porque ha impedido la fluencia de sus negocios en Canadá, en Alemania, etc., etc. Lo que aquí se indica es la imposible complejidad creciente del mundo. La seguridad del mundo en un tilín.
Tal emergencia debe desactivarse lo más urgentemente posible. En esta columna se ha venido sosteniendo la necesidad urgente de crear una teoría geopolítica propia, diferente de los Estados Unidos que jamás mirará más allá de sus crecientes intereses estratégicos cada vez más concentrados, ya no en 43 personas como hace unos años si no ahora en 26 supermegamillonarios que se han hecho al poder oligárquico de su gobierno.
Aquí mismo, en Las2orillas, han escrito sobre los alcances de las políticas de Trump para la creación de un nuevo bagaje de armas estratégicas, un cuerpo de guerra espacial y el acrecido del fondo de investigaciones sobre invenciones en política militar.
Finalmente, debemos darnos cuenta con el mundo que Estados Unidos es cada vez menos de fiar y además, no gana guerras. Alemania y Francia ya lo olieron, e Inglaterra se duele con el Brexit.
Venezuela tiende convertirse en un hervidero de lucha campal interimperialista sin que nuestro gobierno opte por una posición neutral en vez de azuzadora. ¿Y si mañana fuere en contra nuestra? ¿Cómo es que China, por ejemplo, todavía no nos niega acceso a su enorme mercado?
La tendencia gringa a elegir histriones al mando de su gobierno, muy en el centro de la ideología neoliberal dominante, no es la primera vez que ocurre con el ascenso de Trump. Ronald Reagan y Nixon fueron actores e histriones. George W. Bush, se ufanaba de nunca haber pisado la biblioteca donde trabajó su novia y esposa.
Y qué se dice de China. Independientemente de si es o no potencia segunda del mundo, el asunto de su tamaño es suficiente información. Cualesquiera que sean los intereses de China, proveer la administración política de una población de 1.400 millones de personas debe conllevar unas responsabilidades estratégicas de la misma proporción, es decir, imperiales, provista con las armas y municiones de cualquier especie que tengan a su disposición, según sea su nivel de alcance científico.
Es obvio, a quién se le escapa, que Colombia es un enano. No obstante, Colombia alguna vez fue parte de una Gran Colombia: buen comienzo para un despertar geopolítico; pero los Estados Unidos no van a ayudar en ello, antes por el contrario. Alguna vez se dijo que la ayuda independentista de Gran Bretaña venía aparejada con la misión de impedir a toda costa la unidad de nuestro continente. Y hasta ahora lo han logrado cuando subvirtieron el poder en los Estados Unidos que luego se la quitó de encima, pero a nosotros nos atomizaron. La estrategia fue brillante.
Nuestra prospectiva de geopolítica debe subir su perfil, pero incluso este podrá ser leído por alguien. Se detalla que no necesariamente se debe tener una posición antiimperialista.
Nota: Léase El ascenso de China como potencia mundial. Entrevista, de Au Loong-yu, en Sin Permiso.