Algo no funciona bien en su vida querido lector si usted es de los que va en carro al gimnasio para montarse dos horas en una bicicleta estática o trotar sobre una banda de caucho, cual conejillo de indias en experimentación. O si paga una mensualidad de CrossFit para que lo pongan a trotar alrededor del negocio y en medio del barrio. O si consume algún suplemento para hinchar su flacidez, ganarle al tiempo y engañar a su cuerpo y a sus semejantes. Usted padece sedentarismo urbano y una incapacidad probada de interpretar la naturaleza. De la ignorancia del cosmos y el organismo, ni hablar, y de su pasión por los espejos tampoco. Pero digamos que no todo es trágico en el narcicismo decadente de la cultura fitness y de pilates, pues usted por lo menos suda y echa babas cuando parlotea con su vecino de spinning.
A esta sociedad la definen tres condiciones: la abolición de la memoria en la era de la información y la inteligencia artificial o burda legalización del plagio; el nihilismo espiritual donde la filosofía del WhatsApp lo cubre todo y se reduce a nada; y un autismo social donde se habla de empatía, pero los demás no importan. Es asombrosa la negación sistemática a cuestiones como las relaciones a largo plazo con amor, la sociedad vista como un conjunto armonioso y no un escenario de simples vanidades, y la naturaleza como el futuro y no un espacio meramente recreacional; pero contradictoriamente en redes pregonan y multiplican memes con altruistas principios religiosos, políticos y sociales que están lejos de sus prácticas cotidianas.
No seré Carl Sagan o Jacques Cousteau, pero eso qué importa, si usted apreciado lector anónimo tampoco sabe quiénes fueron esos tipos que advirtieron sobre el impacto humano en la naturaleza, a muy pocos les importará lo que un autor desconocido pueda decirles. Definitivamente en esto del medio ambiente hay muchos, muchísimos animales. Demos por caso la fobia y persecución a las zarigüeyas en las ciudades, porque las consideran un feo roedor (es un marsupial). Una zarigüeya soporta 80 mordeduras de cascabel. Increíble cierto. Gracias a este animal ‘tan feo’ existe el antídoto. Y la gente las mata por feas. Mírese al espejo. Reflexione. Hasta ahora en Colombia a nadie matan por feo. ¿O sí?
El ratón de la ciudad no quiere ver al ratón del campo que le recuerda lo que fue. Casi nadie quiere los espejos, pero los que lo confrontan. Hace 50 años la gente buscaba las ciudades para progresar y hoy sólo los ricos pueden vivir en sus extramuros, para bordear el campo. Es símbolo de progreso, económico claro. Bien reza la canción De qué me presumes del mexicano Ramón Meléndez: “tú pa' refrescarte tienes la piscina en agua cristalina, el río en que me baño no sé dónde empieza ni dónde termina”. Gozarse el puro placer de coexistir en armonía con la naturaleza debería considerarse un don supremo, que hasta el momento sólo tienen aquellos a los que no arrollado el desarrollo.
El exvicepresidente de los EE.UU. Al Gore advirtió en 2005 sobre el calentamiento global. Lo hizo a través de una película documental titulada Una verdad incómoda. Confirma que nadie puede hablar tan seriamente de la muerte como un payaso. La verdad de la tumba es por demás y de lejos, la única verdad absoluta. Ya no se es esclavo de nada ni de nadie. Pero la pasión ciega por las pasiones tristes es la peor enfermedad de nuestro tiempo. La vanidad, la avaricia, todo aquello que depreda a la naturaleza por el impacto que sobre ella se genera, es un atentado en contra de la humanidad y las generaciones futuras. En casi todas las culturas el muerto está verdaderamente muerto cuando los vivos lo han olvidado totalmente. ¿Qué pensaría el medio ambiente del olvido al que ha sido sometido por los más vivos del planeta?
Muchos justifican su depredación con la naturaleza como una relación inevitable, pero hay variables internas sobre las que podemos actuar. Y otras, por las que podemos abogar, actuar en democracia para que las políticas públicas reordenen nuestras prácticas y haya un cambio que nos favorezca a todos. El calentamiento global no es otra cosa que una fiebre planetaria, pero toda fiebre es el síntoma de una enfermedad que en este caso puede minar, no apenas la salud de unas especies, sino la totalidad de la vida.
El problema del mundo es que la rentabilidad lo obnubila todo y el ser humano no ha podido entender que el dinero no se come, ni se bebe, ni se respira. Y no es demagogia o charlatanería o fatalismo. Cuando el conocimiento contraría al poder, no sólo corre el riesgo de ser negado, sino que acaba siendo calumniado por la propaganda industrial, porque de la riqueza planetaria se han apropiado los poderosos, que dejan al resto sólo sus repercusiones ambientales, las miserias del medio ambiente y los despojos a la naturaleza.
Sería absurdo quejarnos de la modernidad y del comercio, de los inventos que han hecho más cómoda la vida y más limpia la existencia; la cuestión, es a qué precio y adónde van a parar nuestras inmundicias y tanta compra innecesaria. No es el búmeran, es su efecto. Porque cada invento trae consigo su accidente. No es preciso morir para saber que todos morimos con la sensación de que la vida fue muy breve. Pero si es preciso vivir para confirmar que la vida del planeta se extingue con nosotros.
Hasta hace dos siglos nos movíamos a la velocidad de los elementos, nuestras piernas o el caballo, el viento en las velas del barco o el fuego para los globos, pero hoy, aunque tenemos sistemas limpios de movilidad, nos seguimos moviendo en aparatos que dependen de los hidrocarburos. El cambio a energías limpias es inevitable, pero la codicia humana no perderá la posibilidad de exprimirle hasta el último dólar al petróleo. No es una decisión fácil, ni que ocurrirá mañana.
Sería muy interesante saber cuál será la huella de carbono y el impacto ambiental de 15.000 asistentes a la COP16 en Cali. Se han tomado algunas medidas como la no utilización de papel o envases de plástico en la zona verde, pero el consumo de energía de toda la aparatología de las comunicaciones es inevitable. Del transporte ni hablar, baste decir que todos llegaron en avión. De la alimentación y los residuos habrá impacto. Y hasta de los paseos de las comitivas. Así funciona la vida querido lector, de modo que esta noche vaya al gimnasio al trote, sin el celular y sin audífonos para que no corra el riesgo de un atraco o de un accidente, con un termo de vidrio y con unos tenis del mejor diseño y el mismísimo caucho que genera la mayor contaminación de nuestros océanos.