El diagnóstico del síndrome del Guillan-Barré en julio del 2000 fue una dura noticia para Diomedes Diaz, pero le abrió la puerta para regresar, aunque fuera detenido, a su tierra Valledupar. Pagaba doce años de condena en una celda del INPEC en Funza por la muerte de Doris Adriana Niño. Se trataba de una enfermedad degenerativa que destruye progresivamente los músculos provocando parálisis progresiva y por lo tanto fue autorizado a permanecer bajo vigilancia en su casa. En los dos meses que permaneció allí, los taxistas parqueaban sus autos frente a la casa y ponían a totear los bafles con todas sus canciones.
Pero una jueza les aguó la fiesta. El tratamiento de la enfermedad podía realizarse en la cárcel de Valledupar, y ordenó su traslado. Buscando una salida, Diomedes no dudo en llamar a uno de sus fans y amigo: Rodrigo Tovar Pupo, conocido como Jorge 40. La orden del comandante de las AUC no tardó en llegar. Uno de sus duros subalternos, David Hernández Rojas, alias 39, debía arreglárselas para sacar al cantante de su casa. Se trataba de un ex militar del ejército, comandante en el batallón Granadero de Contraguerrilla en Valledupar que manejaba los hilos del poder en la ciudad. El comandante del frente Mártires del César cumplió la orden al pie de la letra y Diomédes pasó entonces a convertirse en un prófugo de la justicia. El ejército de Jorge 40 sería su guardián en la clandestinidad.
Comenzó su éxodo en una finca en el alto La Vuelta en La Guajira, donde permaneció seis meses. Luego fue trasladado a Las Nubes en el corregimiento de Badillo, a escasos 30 kilómetros de Valledupar. Diomedes se convirtió en el rey de esta hacienda de 351 hectáreas sembradas en arroz, que le había sido arrebatada a sangre y fuego a nueve familias campesinas, entre estas a los González Hinojosa. Después de haber resistido la presión de la guerrilla en los noventa siguió la crueldad paramilitar del Frente Mártires del César comandado por alias 39 que los sacó definitivamente. Allí permaneció Diomedes hasta el 26 de septiembre del 2002 cuando, cansado de la clandestinidad, decidió entregarse a la justicia. Llegó a la cárcel de Valledupar dispuesto a una conversión que demostró con imágenes de la virgen del Cármen en las paredes combinadas con fotos de su amiga Consuelo Araujo Noguera, recientemente asesinada por las FARC en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Su tiempo en la cárcel lo pasó a sus anchas. El Cacique de la Junta, con la permisividad del director del penal, grabó tres discos: Gracias a Dios, Fiesta Vallenata y Pidiendo vía. La romería de seguidores incluidos artistas como Carlos Vives y Juanes nunca le dejaron sentir la soledad del penal. El 13 de noviembre del 2004 Diomedes quedó libre, el mismo año en el que las Farc asesinaron a alias 39 en Las Nubes.
La hacienda pasó a manos de cinco lugartenientes de Jorge 40: Nelson Escalona Pacheco, Nelson Escalona Orozco, Pedro Daza Araújo, Rosario Arregoces. Su propiedad fue efímera porque pronto, por instrucciones del jefe paramilitar se la venderían a Diomedes por la módica y simbólica suma de $ 80 millones.
Los Gonzáles Hinojosa iniciaron al mismo tiempo su lucha por recuperar su tierra. Su primer abogado fue asesinado a finales del 2005 y presa del pánico, la familia huyó del Cesar. Sin embargo con la entrega de armas del Bloque Norte el 10 de marzo del 2006, los Gonzales Hinojosa y las otras ocho familias propietarias se animaron a reemprender su lucha por recuperar sus tierras.
Con la muerte de Diomedes el 22 de diciembre del 2013, la hacienda Las Nubes perdió su aroma de tranquilidad pero no por el pleito que empezaba a dar sus dueños originales gracias a la ley de victimas y restiticion de tierras, sino por la pelea entre los 18 hijos de Diomedes. La hacienda estaba en cabeza de Teodora Daza la esposa del manager José Sequeda quien en los últimos años de Diomedes lo controlaba pero sus sucesores carnales se sentían con derechos sobre ésta. En el última día del novenario, se reunieron los hijos y la pareja Sequeda-Daza quienes se mostraron dispuestos a ceder la propiedad. Pero después de tan buenas intenciones, se desparecieron sin dejar rastro. Cambiaron de idea y querían quedarse con el predio, mientras los herederos igualmente no estaba dispuestos a tranzar sus derechos.
Enceguecidos por el pleito descuidaron la pelea de fondo: la de los propietarios originales que reclamaban sus derechos sobre Las Nubes, que llevabana una década sin poder pisarla. Este 29 de noviembre del 2018 fallo del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena le dio la razón: podrían regresar a su tierra.