La Feria de Cali no existe, lo que hoy Corfecali organiza como una feria, surgida como atenuante de la tristeza que embargaba la población después de la explosión que sacudió la ciudad en 1956, no cumple con los parámetros de una feria: no hay exposición alguna de maquinaria o productos agrícolas, no hay muestra ganadera, equina o aviar, no hay conferencia alguna sobre estos temas. No existe un coliseo ferial en el que se exhiban productos de un determinado ramo industrial o comercial para su promoción y venta. Esta feria, del siglo XXI, no existe.
Lo que hace varios años se estila dentro de la presunta Feria de Cali es una venta de servicios de diversión y a eso se le debe llamar Carnaval de Cali. Carnaval que la idiosincrasia del caleño, festiva y lúdica, ya hubo de crear entre los años 1922 y 1932, en donde el espíritu caleño aparecía en las carnestolendas como manifestación popular que unía las diferentes clases sociales; además de los extraños que visitan la ciudad, en la última fiesta del año que se realiza en Colombia, la cual se lleva a cabo en Santiago de Cali, capital de la alegría.
Así las cosas, lo popular se encuentra excluido de este evento de celebración, pues la feria no le pertenece al pueblo, no le pertenece a los habitantes de Cali; le pertenece a una entidad dedicada al negocio de eventos llamada Corfecali, que como extensión del municipio no apropia una política cultural coherente, pues no es coherente la directriz del burgomaestre de turno con respecto a la cultura caleña y todos podemos darnos cuenta de la manifestación de la cultura cundinamarqués, antioqueña, nariñense, chocoana y cafetera aquí en nuestra ciudad; pero de la cultura caleña, poco, muy poco... Atención, ya lo han dicho otros, la salsa no es la única manifestación cultural del caleño.
De otro lado, las administraciones municipales con alcalde abordo, para referirme a los últimos alcaldes de principios de este siglo XXI, se convirtieron en tratantes de la cultura negra. Sí, señor. Así como suena, tal cual se estilo en la colonia: la política cultural a nivel de la administración municipal es vender la cultura del hombre y la mujer negra y entonces se le etiqueta nuestra ciudad como ciudad pacífica, es decir aquí se vende la cultura de la raza negra (Petronio, Mercedes Montaño, Encuentro Afro, Día del Pacifico) y es claro para nosotros reconocer la cultura del afrocolombiano (los afrodescendientes se encuentran en África), debido a la situación geográfica de nuestra ciudad capital dentro de la cuenca del pacifico. Esto es resultado de las consabidas industrias culturales, un vil comercio de la cultura humana. ¿Qué candidato a la alcaldía o al concejo municipal o a las Jal posee en su programa esta bandera? ¿La cultura que posee Santiago de Cali es una cultura donde solo se manifiestan los afrocolombianos?
La cultura caleña es mucho más amplia que solo el bailar salsa. Tenemos más manifestaciones artísticas populares: música popular y urbana, danza folclórica, clásica y popular, teatro comunitario y estudiantil, pintura clásica y costumbrista. También tenemos una gastronomía propia donde se incluye: champús, masato, tamales, empanadas, fiambre. Igualmente, hay mucho que hacer como el paseo a siete de los ríos que atraviesan nuestra ciudad, la visita a los más de 20 humedales, los cerros tutelares de las Tres Cruces, Cristo rey, Cerro de la Bandera, San Antonio y Loma de la Cruz. Y usted que es de Cali o lleva muchos años echando raíces en Cali, ¿puede reconocer otras manifestaciones de la cultura caleña?
Un alcalde, un concejal y nosotros mismos como electores de nuestros representantes ante las oficinas gubernamentales, debemos mirar este lado del desarrollo de la ciudad y apuntar en la dirección correcta: exaltar la vida de la ciudad acompañados de la gracia legendaria del caleño en el marco de una interculturalidad que no podemos desconocer: Carnaval de Cali.
Debe ser política pública una distribución equitativa de los recursos que surgen de nuestros bolsillos como pago de impuestos, es nuestra plata la que sostiene la administración local, y la política cultural que implementa y no nos sentimos representados en la política cultural que se ejecuta actualmente frente a la política excluyente que la gerente de Latorre ha implementado en pro del negocio que se ha generado en la ejecución de la actual Feria de Cali, que ya no es feria.