La fenomenología del espiritu colombiano

La fenomenología del espiritu colombiano

Una mirada a la la realidad del país a luz de Hegel

Por: Nicolás Bello
noviembre 28, 2019
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La fenomenología del espiritu colombiano

En un país que ha cobijado a todos los ciudadanos con el mismo manto de violencia coexisten varios grupos ideológicos, en este momento histórico podemos hablar de dos, los primeros exigen la paz y los segundos exhortan a la violencia. En este contexto me surgió una pregunta: ¿cómo es posible la existencia de dos conciencias tan distantes, la primera racional y la segunda con un pensamiento arcaico que se basa en la violencia?

En La fenomenología del espíritu de Hegel podríamos interpretar una respuesta:

"Los seres humanos no empiezan su existencia a partir de cero, sino en un contexto ya determinado y cambiante". Tras la salida de Juan Manuel Santos los colombianos vivieron un cambio, se dejó de lado el discurso de la guerrilla y empezó el de la educación, la salud y el bienestar, que había sido mancillado por el gobierno en favor de la seguridad.

¿Y cómo un sector político con un discurso que no debería existir en este nuevo contexto logró quedarse con el poder, dejando a cualquier espurio que pueda interpretar el papel de presidente mientras se continúan con políticas primitivas en detrimento de la población civil?, ¿cómo existe un sector poblacional capaz de ignorar la razón y proteger a sus verdugos?

Pues este sector político y sus militantes consideran tener una lucidez y conciencia que el resto, de asalariados, operarios, vándalos y campesinos incompetentes, nunca podrían alcanzar. La misma lucidez que los llevó a apropiase del 81% de la tierra colombiana es capaz de sacar a Colombia adelante, reducir la migración venezolana y mantener las vías rurales libres de las disidencias de las Farc.

Antes de que toda la población colombiana haga parte del nuevo contexto debe cambiar la conciencia instalada porque este es histórico y fluctuante (piense en la conciencia que habitaba en la Europa medieval y en la que creó los DD. HH.) , pero este discurso difícilmente se agotará, tendemos a creer que ser consiente —estar despierto, darse cuenta de las cosas, ser capaz de pensar y tomar decisiones— han sido siempre lo mismo para todo el mundo (por eso la indolencia de las élites colombianas). De igual forma, nos parece defendible que las estructuras del pensamiento no son históricas (que desde siempre hemos tenido esta conciencia de acabar con los vándalos a plomo): que el tipo de actividad al que llamamos pensar y las facultades mentales que implica (memoria, percepción, entendimiento, etc.) han sido las mismas a lo largo de la historia para todo el mundo. Durante casi 90 años hemos visto resultados a través de la violencia, se ha generado un supuesto bienestar y se ha justificado esta forma de conciencia. Desde 1930 se incrustó un pensamiento: Colombia ha existido no “a pesar de” sino “gracias a” la matanza entre unos y otros. La muerte ha acompañado la historia, a sus ciudadanos y sus conciencias.

Gracias a este pensamiento de Hegel se puede entender la existencia del uribismo y de las personas que se consideran lucidas y en su discurso aceptan el “plomo es lo que hay, plomo es lo que viene”. También nos dice que existen etapas diferentes dentro del desarrollo histórico del pensamiento. Da cuenta del desarrollo dialectico de estas formas de conciencia. El paro nacional evidenció una nueva forma de conciencia colectiva que no depende de ninguna figura política sino de la dignidad humana. Es en esta etapa donde comienza una dialéctica diferente, la de la conciencia misma, la de las formas que adopta el espíritu absoluto en su progresión dialéctica hacia la autorrealización. Y era de esperarse el choque entre estas dos formas de conciencias porque en este nuevo contexto ya no hay espacio para el pensamiento que se incrustó en el uribista (para el pensamiento, por supuesto que para la persona sí), la muerte y destrucción ya no hacen parte de esta nueva Colombia con C mayúscula.

 

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