Cuando el electo Presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump se posesionó, invitó al acto oficial a los principales representantes de distintos credos religiosos, entre los que se encontraban, evangélicos, cristianos, católicos y judíos.
A simple vista podría significar un gesto de buena voluntad por parte del nuevo mandatario de los americanos, hacia estas confesiones religiosas, pero la realidad era otra. Trump había identificado con muchos meses de antelación, que rodearse de “hombres de fe” era un paso muy importante para lograr sus aspiraciones de llegar a la Casa Blanca y poner en marcha su lema, "Make America Great Again" (Hagamos a EEUU grande otra vez). Esos hombres y mujeres de los que se rodeó Trump y a los cuales el magnate norteamericano les ha dado un espacio en su gobierno, es un pueblo distinto, uno que basa sus acciones en la fe que profesa. Por ello su fórmula vicepresidencial la ofreció a un evangélico y uno de los legisladores más religiosos y socialmente conservadores del país, Mike Pence
En Colombia, cuando estamos a las puertas de varias contiendas electorales, valdría la pena considerar los siguientes hechos.
Cuando se hicieron las encuestas, antes de plebiscito del 2 de octubre de 2016 en Colombia, las empresas especializadas en el ramo, no tuvieron en cuenta la fe de los posibles votantes al momento de hacer sus preguntas. Y es que en Colombia las cosas cambiaron a nivel electoral desde el pasado 10 de agosto de 2016, cuando un pueblo unido por la fe, los valores y principios morales arraigados en la defensa de la familia, alzaron su voz y marcharon en contra de una Ideología de Género que pretendía imponer, a la fuerza, unas cartillas que violaban la inocencia de los más débiles, los niños.
Esa marcha dio sus frutos semanas después. De manera sorpresiva el presidente de la República, Juan Manuel Santos quitó de su gabinete ministerial a su más cercana colaboradora, Gina Parody la ministra de Educación.
Desde ese día empezó a sentirse entre los creyente de Colombia un sabor a patria y victoria que los enorgullecía. Diversas confesiones religiosas sentían que algo sobrenatural había ocurrido, pues sin considerar los linderos denominacionales de su fe, se juntaron a favor de los niños, los principios morales y la familia. Y sin tener un líder presencial, todos a una sola voz marcharon con júbilo.
Dos meses después de aquella marcha, en Colombia se llevó a cabo un plebiscito el 2 de octubre de 2016, donde el pueblo fue convocado para avalar o rechazar los Acuerdos de la Habana. Al final de la jornada electoral de aquel día lluvioso, toda Colombia se enteraría que la opción del NO, ganaba en las urnas, lo cual se mostraba como todo un milagro, dado que todas las encuestas daban por ganadora, y de forma arrolladora, a la opción del SI.
Las empresas encuestadoras, los medios de comunicación, el Gobierno Nacional y aun los partidos políticos de oposición, fueron sorprendidos por los resultados, pues cuando ya se daba según las encuestas, que el SI ganaba, emergió en medio de la incredulidad de muchos y la arrogancia del gobierno un ganador no esperado, el NO. Nuevamente las encuestas no midieron, ni preguntaron por la fe de sus encuestados, pues se supo que una gran mayoría de creyentes, cristianos y católicos identificaron que en los Acuerdos de la Habana también se hablaba de Ideología de Género, razón por la cual miles votaron en contra de ellos.
Considerando lo anterior, cualquier analista político podría ya estar diciendo que una nueva fuerza política se muestra, una fuerza que se caracteriza por la fe que los une. Una fuerza de conformada por hombre y mujeres creyentes que no les da miedo hablar de Dios e invocarlo, defender sus principios.
Posiblemente muchos candidatos en Colombia ya han identificado esta fuerza y están cortejando a diversos grupos de creyentes para comprar sus conciencias y lograr el respaldo de estos en las próximas elección, pero lo que ellos no ven, es que esa nueva fuerza de creyentes ha despertado y está dispuesta a luchar democráticamente por sus principios de fe, los cuales ven en peligro.