El nombre de Mrs Kerr —señora Kerr— aparecía apenas como una referencia en el libro La distribución de la avifauna en Colombia: una contribución a un estudio biológico de América del Sur, escrito por Frank Chapman en 1917. Específicamente, en una breve descripción de las “colectas auxiliares” de aves que se habían hecho en Colombia a principios del siglo XX.
Este trabajo científico buscaba entonces sumar especies a las investigaciones que hacía Chapman, como líder de las expediciones promovidas por el Museo Americano de Historia Natural, para estudiar la biodiversidad de Colombia.
“Fue la eureka histórica encontrar esta inicial de ‘Mrs’, pues nos indicaba que era una mujer”, dice la ornitóloga Juliana Soto, científica del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y estudiante de doctorado en la Universidad de Illinois, en Urbana-Champaign, Estados Unidos. Soto recuerda que encontró ese dato mientras revisaba el libro de Chapman durante la preparación de una expedición al Valle de Magdalena, como parte de los cinco recorridos programados a los lugares visitados hace 110 años por los expedicionarios del Museo Americano de Historia Natural.
Este hallazgo llevó al equipo de mujeres del proyecto Expediciones BIO Alas, cantos y colores —iniciativa del Instituto Alexander von Humboldt y del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia— a buscar información sobre aquella mujer que tan solo figuraba con su apellido en un documento escrito por un naturalista un siglo atrás.
Lo que encontraron fue la historia de la primera mujer que viajó por Colombia colectando aves y mamíferos. “Como teníamos programada esta expedición, vimos que era una gran oportunidad para saber más de su trabajo. Así encontramos un lugar que ella potencialmente habría recorrido y organizamos la expedición para estudiar las aves, pero también rescatar la memoria de esta mujer cuya historia había estado escondida entre los libros”, cuenta Soto.
El resultado ha sido una expedición en Tolima, integrada por cinco mujeres ornitólogas, quienes además acaban de publicar El otrora legado invisible de Elizabeth L. Kerr, naturalista de principios del siglo XX, y sus aportes a la ornitología colombiana, una investigación científica que cuenta la historia de Kerr y del recorrido que realizaron las cinco científicas en el año 2020.
Una pionera de la ornitología en Colombia
En el libro de Chapman se contaba que en 1908 el Museo Americano había comprado de una mujer americana, la señora Elizabeth Kerr, 194 aves que ella había colectado en Colombia, al oeste de Honda, en el Valle de Magdalena y en las laderas orientales de los Andes Centrales, a una altitud de 3000 pies (914.4 metros).
El documento también menciona que “posteriormente la señora Kerr fue comisionada para colectar especímenes en el Valle de Atrato y las 200 aves colectadas por ella y catalogadas de acuerdo a los lugares que visitó, son las únicas recolectadas de esta región, excepto aquellas que fueron colectadas por Miller y Boyle en Dabeiba y Alto Bonito”. Los detalles contados en el libro de Chapman fueron solo el inicio de una serie de descubrimientos que las investigadoras colombianas hicieron sobre Kerr.
“Ella no fue parte de una expedición, sino que andaba sola, era una recolectora freelance de aves que luego vendía. Es impresionante que una mujer, a inicios de 1900, viajara sola en la selva, pues, además, los lugares que ella visitó son, incluso hoy en día, de difícil acceso”, cuenta Natalia Ocampo-Peñuela, investigadora del Instituto Humboldt; profesora de la Universidad de California, en Santa Cruz, Estados Unidos y líder del proyecto Expediciones BIO Alas, cantos y colores.
Soto, Ocampo y el equipo de mujeres involucradas en el proyecto, se embarcaron en una búsqueda de información para conocer a esa mujer que en entre 1906 y 1912 —según los datos encontrados— se internaba en la selva de Colombia con un rifle al hombro, algo de comer, una carpa y algunos otros utensilios para sobrevivir sola en el “paraíso de los naturalistas”, como llamó a Colombia en un artículo autobiográfico que escribió en 1912 en Collier’s Magazine. “Tal abundancia de formas animales no he encontrado en ningún otro lugar”, sentencia Kerr en el artículo autobiográfico Una mujer naturalista: un relato personal del trabajo y la aventura de una mujer coleccionista en el desierto de la América tropical.
“Una mujer debe tener dos cualidades para ser una naturalista exitosa. Debe amar la naturaleza y no debe tener miedo”, escribe Kerr al empezar su artículo, como una descripción de su valentía al recorrer sola los bosques tropicales de Colombia.
La búsqueda de información llevó a las investigadoras a encontrar otros documentos que han dado alguna información sobre esta pionera cuyo legado y aportes a la ornitología y la mastozoología permanecieron prácticamente ocultos durante más de un siglo.
“Desde el Museo Americano nos mandaron las fotos de los especímenes que recolectó Elizabeth Kerr y en la correspondencia de Frank Chapman encontraron un set de cartas enviadas entre Kerr y Chapman. Fue emocionante ver las cartas escritas a mano por Kerr, y leer sobre esta enigmática persona”, agrega Ocampo-Peñuela.
Historias de cómo pasaba las noches subida en un árbol en “compañía de monos” debido a la presencia cercana de alguna “bestia salvaje”; de cómo viajaba desde Cartagena, donde tenía una casa, hasta su cabaña junto al río Atrato para quedarse semanas buscando aves en este lugar, son parte del artículo que escribió para la revista Colliers. En este artículo también se puede leer una descripción detallada de la “especie más rara y más difícil de cazar que encontró en Colombia”: el jabiru (Mycteria Americana). Además, describe los planes que tenía de hacer una expedición por la Costa del Pacífico hacia la zona de San Blas, donde “ningún hombre blanco ha entrado jamás”.
“Cuando leía esos documentos, sobre todo el artículo autobiográfico en esta revista, me emocioné porque describe todo muy bonito. Creo que el mundo, por mucho tiempo, negó la posibilidad de este tipo de percepciones de las mujeres, no solo las capacidades técnicas y profesionales que podamos tener, sino también la sensibilidad de interpretar y ver el mundo que es, creo, único y diferente al de los hombres”, dice Juliana Soto cuando habla del artículo de Kerr y las cartas a Chapman.
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