Los rankings internacionales de universidades, como el QS World University Rankings, el Times Higher Education World University Rankings y el Academic Ranking of World Universities (ARWU), han adquirido un peso significativo en la percepción pública de la calidad educativa y de investigación de las instituciones.
Sin embargo, estos rankings presentan múltiples problemas metodológicos y conceptuales que minan su validez y utilidad como herramientas de evaluación objetiva. Este ensayo critica de manera contundente estos rankings, apoyándose en la literatura académica relevante.
Los rankings internacionales a menudo privilegian ciertos criterios que no necesariamente reflejan la calidad educativa o el impacto social de las universidades.
Por ejemplo, Marginson (2007), señala que muchos rankings asignan un peso desproporcionado a la investigación en inglés y a la cantidad de publicaciones en revistas de alto impacto, ignorando otras formas de producción de conocimiento y prácticas educativas innovadoras.
Esto crea un sesgo hacia universidades anglosajonas y desvaloriza el trabajo significativo realizado en otros idiomas y contextos culturales.
De la misma forma, los rankings tienden a enfocarse en indicadores cuantitativos que son fácilmente medibles, pero que no siempre reflejan la calidad. Dill y Soo (2005) argumentan que indicadores como el número de premios Nobel o medallas Fields entre el personal académico y los exalumnos, o la cantidad de artículos publicados, pueden no correlacionarse con la calidad de la enseñanza o la pertinencia del conocimiento generado.
Estos indicadores también pueden ser influidos por factores externos, como el tamaño y los recursos de la institución, más que por la calidad intrínseca de sus programas académicos.
De igual modo,otro problema significativo es la falta de transparencia y la cuestionable validez de las metodologías utilizadas para compilar estos rankings. Liu y Cheng (2005) critican que muchas metodologías de ranking son opacas y no permiten una replicación independiente, lo que compromete la confianza en sus resultados.
Sin olvidar a Marginson (2007), quien destaca que la elección arbitraria de los indicadores y la ponderación asignada a cada uno puede influir significativamente en los resultados, produciendo rankings que no son consistentes ni fiables.
Los rankings también fomentan una competencia malsana entre las instituciones, que puede llevar a comportamientos estratégicos que no benefician a la educación superior en su conjunto. Hazelkorn (2011) señala cómo las universidades pueden priorizar la inversión en áreas que mejoren su posición en los rankings, en lugar de áreas que respondan a las necesidades locales o nacionales.
Este fenómeno, conocido como "efecto de los rankings", puede desviar recursos de la enseñanza y el servicio comunitario hacia actividades más visibles y cuantificables, como la investigación en ciertas disciplinas privilegiadas.
Con el mismo sentido, los rankings pueden perpetuar desigualdades existentes en el sistema de educación superior global. Tomando como derrotero a Altbach (2006), las universidades en países en desarrollo enfrentan desafíos significativos para competir en estos rankings debido a limitaciones en recursos y capacidades. Esta dinámica no solo perpetúa una visión eurocéntrica y anglocéntrica de la excelencia académica, sino que también socava los esfuerzos por desarrollar sistemas de educación superior equitativos y relevantes a nivel local.
En consecuencia, los rankings internacionales de universidades, aunque populares y ampliamente utilizados, presentan serios problemas metodológicos y conceptuales que limitan su validez como herramientas de evaluación de la calidad educativa y de investigación.
Su enfoque en indicadores fácilmente cuantificables, la falta de transparencia en sus metodologías, y su tendencia a fomentar comportamientos estratégicos y perpetuar desigualdades globales, son razones suficientes para cuestionar su utilidad y buscar enfoques alternativos que valoren la diversidad y la relevancia de las instituciones de educación superior en diferentes contextos.
Es imperativo que la comunidad académica y los responsables de políticas educativas desarrollen sistemas de evaluación más integrales y justos que reflejen la verdadera misión de las universidades en el siglo XXI.
Referencias
Altbach, P. G. (2006). The dilemmas of ranking. International Higher Education, (42), 2-3.
Dill, D. D., & Soo, M. (2005). Academic quality, league tables, and public policy: A cross-national analysis of university ranking systems. Higher Education, 49(4), 495-533.
Hazelkorn, E. (2011). Rankings and the reshaping of higher education: The battle for world-class excellence. Palgrave Macmillan.
Liu, N. C., & Cheng, Y. (2005). The academic ranking of world universities. Higher Education in Europe, 30(2), 127-136.
Marginson, S. (2007). Global university rankings: Implications in general and for Australia. Journal of Higher Education Policy and Management, 29(2), 131-142.