Hace un año los hinchas más acérrimos del columnista más influyente del país estaban confiados. Con la dirección de Semana por parte de Vicky Dávila y Gilinski, Daniel Coronell tenía el camino despejado para demostrar que una firma podría ser más importante que un medio. En esa época, que parece ya tan lejana, "Los Danieles", el blog que armó con los renegados Samper Ospina y Antonio Caballero, eran tendencia cada domingo y en las cadenas radiales, a la mañana siguiente, hablaban de los números impresionantes de lectura que marcaba cada uno de ellos. Eran todas las tendencias, todos los temas, todos los faros morales de un país sin rumbo. Pero pasó el tiempo y se cayeron las máscaras. La opinión política está venida a menos y hace rato populistas tan avezados como Uribe –esa vieja obsesión de Coronell- se dieron cuenta que es mucho más importante lo que pueda pensar Epa Colombia que la intelligentsia. En un país que no lee la primera suma, la segunda resta.
Nunca me han gustado las columnas de Coronell. A mí no me gusta la gente que no sabe escribir. Todavía sueño con encontrar un analista político que deje a un lado sus obsesiones y apunte al frente con datos y con ideas originales que además suenen a canción. ¿Es mucho pedir que una persona que se dedique a escribir lo haga con gracia? Más que lector de sus columnas –tremendos ladrillos- me gusta es la discusión que se arma en Twitter. En hilos a veces puedo entender lo que está intentando denunciar. Sería tonto negar el peso de sus investigaciones. Sin embargo, ahora que se quedó sin la potencia de una casa editorial como la que inventó Felipe López, ha ganado en levedad. La misma cantaleta contra Uribe ya aturde, hastía y lo hace temer a uno por la salud mental de Daniel. La mente es un lugar inhóspito que requiere cuidado. Es el lugar donde se tejen las telarañas del alma. Y Coronell parece rayado ya de tanto antiuribismo. Pero, independientemente de eso, la magia se fue desde que Semana le cerró las puertas. Es como si ya no tuviera como sostener el juicioso equipo de investigación que tenía en los años en los que era el columnista estrella de la revista más influyente del país. Y eso se refleja en la rapidez con la que ha envejecido un espacio como Los Danieles, que arrancó siendo una alternativa periodística y en poco más de un año de existencia se está reduciendo a sus justas proporciones: es otro maldito y anacrónico blog. Uno lo sabe desde que entra, desde la misma diagramación se nota. ¿Tan mal quedaron indemnizados de Semana que ni les alcanzó para pagar un buen diseñador?
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Todavía sueño con encontrar un analista político que deje a un lado sus obsesiones y apunte al frente con datos y con ideas originales que además suenen a canción
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La caída de Coronell es una cachetada para todos los periodistas que creemos ser más importantes que el mismo medio donde trabajamos. Una lección sobre cómo hay que cerrar los oídos cuando cantan las sirenas. Imagino que ellos se creerán que lo están haciendo bien. Igual era insostenible quedarse siendo independiente en un medio de clara tendencia uribista como es la Semana de Vicky. Pero hubiera sido mejor para Coronell y para esa poquita cosa del Samper Ospina haberse ido a El Espectador, periódico que en su momento se solidarizó con ellos y les ofreció un espacio. No quisieron, creyeron que con sus firmas bastaban y no. No se puede confiar jamás en las aguas convulsas y caprichosas de las redes sociales. Vivimos de ellas y sabemos que un día nos quieren y al otro nos borran. La supervivencia en ellas no depende precisamente del rigor que tengamos, o de las equivocaciones que podamos cometer. Acá se sobrevive es por la capacidad que tengamos de sorprender. Y "Los Danieles" han perdido ese impacto. Ya no son novedad. Ahora sólo son un disco rayado que siempre dicen lo mismo y, lo peor, es que lo dicen mal.