Margarita Rosa de Francisco es una mujer brillante; decir que es bella puede resultar banal e incluso machista, manifestar que es inteligente también es innecesario porque lo demuestra en sus formas al hablar y en su serenidad, síntomas de experiencia y sabiduría. Ella no necesita que yo la defienda, esta nota no va orientada en esa dirección.
Es perfectamente válido que un medio de comunicación tenga una orientación política o una línea editorial específica, lo que resulta incorrecto es pretender imparcialidad cuando no se tiene, ser irresponsable y banal en el manejo de la información, dar opiniones disfrazadas de información objetiva y hacer matoneo socarronamente (como hizo Semana recientemente con Claudia López y ahora con Margarita Rosa de Francisco).
Antes de que ataquen a mi persona, procedo a aclarar que no soy petrista, ni uribista. De hecho, si quieren burlarse de mí, me permito declarar que soy más tibio que lo que se le atribuye a Fajardo. En este orden, Max Weber señalaba a inicios del siglo XX que legitimar el poder por el carisma de una persona es una señal de una sociedad premoderna, hoy diríamos que el caudillismo no es conveniente para la democracia. Este contexto lo señalo, no solo por el miedo a la furia irracional de algunos lectores, sino para relacionar la inconveniencia del lenguaje usado por Semana, en el cual personaliza y banaliza situaciones que requieren una revisión de ideas y cuestiones políticas.
Cuando la revista/pasquín plantea “la actriz, cada vez más cerca al líder de la Colombia Humana” personaliza de manera desafortunada a Margarita como una “actriz” (en una profesión relacionada usualmente con la belleza física, aunque no siempre, y unas habilidades particulares, que pueden ser muy variadas), dejando por fuera que es una mujer brillante, como ya mencioné, con una sensibilidad social y espiritual muy especial (aunque los actores y las actrices también pueden tener estas cualidades, no quiero ofender acá esa profesión). No me queda muy claro hasta qué punto hablar de la querida “niña Mencha” desdibuja el respeto que merece la pensadora Margarita Rosa. Ni qué decir de la relación insinuada entre las personas y el dejar por fuera la afinidad entre las ideas.
En el titular Margarita Rosa de Francisco se imagina como vicepresidenta de Petro, si gana las elecciones hay un absurdo evidente, desde una perspectiva netamente lógica: está insinuando una situación presente, sobre un escenario futuro y, aunque es posible que gramaticalmente no sea un error, plantea un proceso como cierto, el cual ha sido negado por la aludida.
Sin querer sonar a defensor de Semana, creo que el problema no es la tendencia política, como ya lo insinué; los problemas están en el escaso rigor en el manejo de la información por privilegiar el sensacionalismo fácil, lo cual es válido en un marco de libertad de expresión y de las decisiones editoriales, pero en un país como Colombia, con algunas poblaciones que leen poco (y se quedan con la información de un titular), con escasa educación, reforzar la creencia en que la política se puede basar en el odio a las personas y no en el debate de las ideas no solo denota irresponsabilidad sino falta de decencia.
