Mojica se la pasa a Lucumí, Lucumí a Dávinson, Dávinson a Muñoz y este se la devuelve a Dávinson, y así sucesivamente. Así juega la selección Colombia cuando los equipos rivales se le encierran atrás y la doble fecha de eliminatorias contra Uruguay en Montevideo y Ecuador en Barranquilla fue la evidencia perfecta. Parece que si Lucho, James, Córdoba o Duran ven a los defensores del equipo contrario bien puestos, se pasman a tal nivel que el fútbol de la tricolor se vuelve predecible y aburrido, y aún cuando falta tiempo en el reloj, esa posibilidad de lograr algo se ve lejana.
Contra los charrúas y los ecuatorianos no se vio una jugada mágica, un regate sacado de la manga o un pase certero que rompiera líneas. En el Centenario se logró empatar por puro empuje, aunque no sirvió de nada con el 3-2 final, y contra Ecuador se hizo realmente notorio ese juego estéril del toque hacia atrás. Ni siquiera los tiros desde fuera del área, una alternativa más que necesaria, se intentaron, y el único fútbol mostrado, cómo un bálsamo para aquellos que soñamos con el gol, fueron centros y centros que terminaron en la cabeza de los defensores y no causaron mayor preocupación.
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Falta de alternativas en la selección Colombia
A la selección Colombia le está faltando creatividad, esa que mostró en su camino por la Copa América y que la llevó hasta la final frente a Argentina. Y lo preocupante es que esa creatividad parece que no hace falta solo en cancha, sino también en el banco, pues Lorenzo no genera alternativas, no transforma al equipo conforme la situación de juego y sigue manteniendo esa idea de llegar al arco a punta de toque y toque, aun cuando hay una muralla de 7, 8 y hasta 9 jugadores rivales. Lo peor es que eso también se suma a la falta de eficacia que la selección volvió a tener, con un Jhon Córdoba que parece poseído por el espíritu de Duván Zapata.
Ahora habrá que esperar hasta el mes de marzo para tratar de volver a pasar el examen, y será con dos equipos complicadísimos. Primero está Brasil, que aun sin encontrar un buen fútbol ya está respirándole en la nuca a la tricolor, y luego Paraguay, un equipo que está viviendo un momento dulce de la mano de Gustavo Alfaro. Esperemos que Néstor Lorenzo reconsidere todo, ponga mano firme en el equipo y le haga entender a los jugadores que los 6 puntos que se perdieron no fueron por situaciones externas, sino por desconexiones propias y errores como las individualidades de Luis Díaz, la falta de gol de Córdoba, la ansiedad de Dávinson y la pasividad de Ríos.
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