La fallida revolución de la clase media alta en Bolivia

La fallida revolución de la clase media alta en Bolivia

Si Evo salió por la puerta trasera, ¿por qué el MAS hoy vuelve al poder siendo avalado por más de la mitad del padrón? Análisis

Por: Eduardo Salazar
noviembre 11, 2020
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La fallida revolución de la clase media alta en Bolivia

Vivo en Bolivia hace ya un buen tiempo y, estando aquí, fui testigo directo del proceso político que se desarrolló después de las elecciones presidenciales del 20 de octubre del 2019, donde Evo Morales fue tumbado por un sinnúmero de protestas y bloqueos en las calles en los que se aseveraba un fraude electoral monumental. Lo curioso es que un gran porcentaje de los que gritaban “Evo de nuevo, huevo carajo”, eran jóvenes de clase media y media alta que fueron despreciados por Morales al decir “yo les voy a dar un taller de cómo se protesta”.

Casi un año después, el 18 de octubre de 2020, el Movimiento al Socialismo (MAS), partido fundado por el propio Morales para las elecciones de 2005, arrasó en las urnas con 55% de los votos, dejando a Carlos Mesa (expresidente con fama de tibio), muy atrás con un 28%, y colocando a Luis Arce Catacora como flamante mandatario del Estado Plurinacional. Nadie esperaba una victoria de este calibre; todos los analistas políticos de Bolivia todavía se devanan los sesos tratando de explicar por qué Evo, si había salido por la puerta trasera, hoy vuelve el MAS al poder siendo avalado por más de la mitad del padrón. Las teorías han sido muchas y variadas; algunos afirman que todo ha sido una conspiración de la izquierda internacional, otros que el MAS tiene un pacto con el diablo, mientras que otros han sido autocríticos y han reconocido los múltiples errores cometidos por la oposición. Sin ser analista político, a continuación, expondré las razones por las que yo pienso que la “revolución de la clase media alta” terminó enterrada y desprestigiada.

La entrada de Añez con la Biblia

Las primeras palabras de Jeanine Añez al entrar al palacio quemado fueron “la Biblia ha vuelto al palacio”. Esto excluyó gran parte de la población boliviana que aún se apega a la cosmogonía andina. Además, durante todo su año en el poder, Añez modificó la estética de los eventos, poniendo símbolos cristianos en cada espacio. El cristianismo radical de Añez la hizo olvidar el hecho de que Bolivia es un estado laico; incluso llegó a solicitar, en señal abierta, que todos en el país hiciéramos ayuno para poner a Bolivia en manos del dios cristiano.

El desprecio al Estado plurinacional

Antes de la constitución de 2009, Bolivia era “República”, ahora es “Estado Plurinacional”; esto se hizo con el propósito de reconocer a las 36 naciones indígenas del país. Una vez Añez subió al poder, sutilmente empezó a cambiar la jerga, usando la palabra república en sus intervenciones. Esto creó en el imaginario popular la creencia de que la derecha iba a quitarle representación, poder y autonomía a las 36 naciones.

La violencia verbal contra la gente del MAS

Durante todo un año, los bolivianos desataron un odio visceral contra la gente de izquierda y del MAS. Era común escuchar insultos como “Masiburros”, “Masillamas”, “Indios de mierda”, en redes sociales y también en la calle (en menor medida). El grado de estigmatización es tanto, que hasta ahora es imposible decir en un entorno de clase media alta, que se apoya al MAS; esto puede significar la muerte social.

El reprochable comportamiento el ministro de Gobierno

Arturo Murillo, ministro de gobierno y mano derecha de Añez, se convirtió en el peor matoneador de Bolivia. Cada vez que intervenía en un medio, escupía insultos contra la gente del MAS, mientras que se jactaba con un tono de sobrado que ellos nunca iban a regresar al poder. Llegó a ser el hombre más odiado del país, pero a la vez el más poderoso. Decían que él era el que tomaba las decisiones, mientras que Añez obedecía.

La mediocre gestión de la pandemia

Desde el principio de la pandemia, el gobierno de Añez se vio totalmente perdido. Mientras en cadena nacional salían diciendo que todo estaba bien y que los hospitales poseían las condiciones de personal e infraestructura, todos en el país sabían que enfermarse de COVID e ir a un hospital era una sentencia de muerte; ver a Añez hacer un show mediático porque se entregaban 30 camillas a un hospital, era francamente patético. Las personas nos vimos obligadas a recurrir a medicinas y hierbas ancestrales, mientras que Arturo Murillo decía que esas hierbas eran tonterías y creencias sin sentido. Además, y para cerrar con broche de oro, se perdieron 30 millones de dólares en sobrecostos por la compra de respiradores a una empresa española.

El cierre del año escolar en agosto

Viéndose superado por la pandemia, el gobierno de Añez decidió que, para quitarse un problema de encima, debían clausurar el año escolar en agosto, promoviendo de grado a todos los estudiantes. Jamás hicieron un esfuerzo verdadero por utilizar canales de televisión y emisoras para tratar de compensar el déficit educacional. Fue un vil acto de lavarse las manos y taparse los ojos ante el reto de la educación en cuarentena. Hoy día, todos los estudiantes de colegios estatales se encuentran esperando que el siguiente año se reanuden las clases.

La pelea y ambición de poder de la derecha

En cuanto cayó Morales, y sabiendo que este gobierno era transitorio, empezaron a aparecer montones de candidatos con “aspiraciones de salvar al país”. Estaba Jorge “Tuto” Quiroga, amiguísimo del cuestionado expresidente Pastrana, Chi Hyun Chung, un extremista religioso originario de Corea del Sur, Carlos Mesa, el expresidente que ya venía con impulso del 2019, Luis Fernando Camacho, líder de la política de Santa Cruz y protagonista principal del proceso vivido en 2019, y Jeanine Añez, la supuesta presidenta transitoria que se enamoró del poder. De estos, Mesa claramente era el que tenía mayores opciones de pelear la presidencia; sin embargo, los demás, en su ambición de ser coronados, no querían abandonar la carrera. Esto hizo que el voto “anti-MAS” se fuera diluyendo; al final, Quiroga y Añez, viendo que no repuntaban en las encuestas, decidieron abandonar, no sin antes exclamar a los cuatro vientos su hidalguía. Camacho, por el otro lado, viviendo en un mundo de fantasías, se convenció a sí mismo de que él iba a ser el ganador. Al final obtuvo un no despreciable 15%, que lo convirtió en la tercera fuerza política del país.

La eterna pelea Oriente-Occidente

Esta rivalidad es de nunca acabar; el occidente andino con raíces y costumbres indígenas marcadas (La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba, y cierta parte de Sucre), versus el oriente más tropical, y con ascendencia europea (Beni, Pando, pero especialmente Santa Cruz). El grado de rivalidad es tal que en algunas ocasiones no ha sido posible la migración interna de oriente a occidente o viceversa. Este año, con el gobierno saliente, todo empeoró; la wiphala (bandera indígena) fue despreciada, los insultos de parte y parte subieron de tono; pero lo peor fue cuando Rómulo Calvo, líder del comité cívico de Santa Cruz, en una alocución llamó a los de occidente “bestias humanas”, para luego aseverar que "ellos muerden la mano que les da de comer”. Todo esto hizo que, en el occidente, Arce Catacora arrasara en la urnas de una forma descomunal.

Los múltiples casos de corrupción

Para terminar, hay que mencionar que la administración saliente tuvo varios casos de corrupción en un año. Las cosas van desde el sobreprecio en comprar de gases lacrimógenos, hasta la utilización del avión presidencial, en plena cuarentena, para traer a los amigos de la hija de la presidenta a celebrar su cumpleaños, o utilizar el avión para traer las amigas del ministro de la presidencia a La Paz.

Con Arce ya posesionado, queda la esperanza de que Bolivia entre en un proceso de reconciliación y los bolivianos entiendan que su mayor fortaleza está en su increíble diversidad cultural. Mientras tanto, yo seguiré tomando apunte de los procesos políticos que pasan aquí, en el corazón del sur.

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