El nombre de la compañía Monómeros, la principal abastecedora del mercado colombiano de fertilizantes, siempre sale a relucir cuando las relaciones entre Colombia y Venezuela han tenido picos críticos o cuando alcanzan el clima de estabilidad que hoy muestran por obra de la amistad de los presidentes Gustavo Petro y Nicolás Maduro.
Durante los gobiernos de Juan Manuel Santos e Iván Duque la diplomacia y los servicios de Inteligencia estuvieron pendientes de los movimientos de los cuadros administrativos de la compañía, filial de la venezolana Pequivén y con sede en Barranquilla. Fue establecido incluso un muro de contención para evitar que, tras el ropaje de ejecutivos, llegaran al país venezolanos que pudieran significar alguna amenaza para la seguridad nacional.
El 30 de enero de 2019, funcionarios de migración Colombia llegaron hasta la pista del aeropuerto internacional Ernesto Cortissoz para notificarle al pasajero de un avión ejecutivo que acaba de llegar procedente de Panamá que no era bienvenido al país y que tendría que devolverse. El inmigrante rechazado era Ronald Alexander Ramírez Mendoza, un ciudadano venezolano que llegaba a posesionarse como presidente de la compañía.
De acuerdo con información que venía entregando desde agosto de 2017 la fiscal general venezolana Luisa Ortega, que buscó protección en Colombia tras declararse perseguida por el gobierno de Maduro, Ramírez servía los intereses de dos colombianos que ella tenía identificados como jinetes de la corrupción y lavadores de activos del régimen. Se trataba de Álex Saab y Álvaro Pulido.
El dossier preparado sobre ellos los mostraba como testaferros de Maduro. El respaldo estaba en la existencia de 36 empresas de Saab en Colombia y en la trazabilidad de los movimientos de ambos en las corrientes financieras del mundo. La información disponible entonces sugería que Ramírez podría convertirse en una suerte de caballo de troya desde Barranquilla. Desde allí hubiera tenido la libertad para moverse sin los apremios de Saab que ya estaba siendo investigado en Colombia por contrabando, por evasión fiscal y por una serie de delitos financieros.
El padrinazgo de Pulido sobre el nominado presidente de Monómeros tampoco era su mejor carta de presentación para el enviado de Maduro a regir los destinos de la empresa. Al igual que Saab, Pulido estaba en la mira del Departamento de Justicia de Estados Unidos, lo que se confirmó en junio siguiente cuando fue incluido en la Lista Clinton con cifras concretas: Lavado de activos por US$350 millones provenientes de saqueos al sector de la construcción y de un tráfico que se desató alrededor de la importación de alimentos a Venezuela para los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Ya era un secreto a voces que ese club de amigos del Palacio de Miraflores movía oro de la reserva venezolana hacia Rusia, Irán y Turquía.
Si alguna duda quedaba sobre los antecedentes de Pulido, el periodista colombiano Gerardo Reyes la disipó. En su libro sobre Álex Saab, editado por Planeta, Reyes reveló que el verdadero nombre de Pulido era Germán Enrique Rubio Salas. La cédula que usaba correspondía a la de una persona ya fallecido. El Pulido original no tenía ningún tipo de antecedentes. En cambio, Rubio había sido condenado por narcotráfico en Italia en 1997, tenía nexos con el cartel de Bogotá y había alcanzado a conectarse con el cartel de Pablo Escobar.
Entonces las frecuentes llamadas y cruces de correos entre Saab, Pulido y Ramírez en las que llegaron a hablar de la importancia estratégica de Monómeros eran en ese entonces para Colombia un motivo de inquietud.
Una de las empresas de Saab era el Fondo Global de Construcción. Pulido manejaba el capítulo Ecuador. Allí el falso Pulido fue investigado por exportaciones ficticias cercanas a los $160 millones, pero el proceso derivó en un pleito contra exbanqueros de Venezuela que, según él, intentaban estafarlo y desacreditarlo.
El dúo Saab-Pulido había logrado acercarse a la petrolera estatal Pdvesa a través de una empresa no registrada llamada Trenaco y lograron cerrar millonarios negocios que fueron entendidos por el Tribunal Supremo; también en el exilio, como simples operaciones de blanqueo.
En el mismo listado de empresas fantasmas aparecen Group Grand Limited, que más tarde aparecería registrada en Hong Kong y vinculada a la compra de alimentos con cuantiosos sobreprecios para el programa Clap.
La historia recobra actualidad porque Monómeros hace parte del circuito corporativo de PDVSA, empresa que está siendo sometida a un proceso de depuración dirigido por el fiscal venezolano Tarek William Saab.
La inmunidad que Maduro le dio Álex Saab, al designarlo como embajador de negocios, valdría para Venezuela, pero ya no para el resto del mundo. El barranquillero, que comenzó sus negocios con la venta de llaveros hasta convertirse en multimillonario con sus actividades patrocinadas por Caracas, se encuentra preso en Estados Unidos. El cargo es lavado de activos. Su defensa ya era débil desde que fue detenido en Cabo Verde con un cargamento de oro venezolano a bordo de su avión. La suerte de Pulido no se conoce con certeza.
Lo que sí es un hecho es que sus tentáculos no alcanzaron a Monómeros, la empresa que podría ser comprada por Colombia en US$300 millones, según el embajador en Venezuela Armando Benedetti.
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