Se ha vuelto cada vez más popular la PNL (Programación Neuro Lingüística) en el discurso de algunos psicólogos interesados en conocer esta herramienta proveedora de técnicas para alcanzar el éxito y el bienestar psicológico.
Soy psicólogo- psicoterapeuta y debo decir que me resulta realmente interesante conocer sobre nuevas formas de abordar las problemáticas de los pacientes, sobre todo cuando nuestro ejercicio, (desde el enfoque cognitivo conductual), nos exige ser muy creativos para que el paciente no sufra desgaste del proceso.
Por esta razón decidí tomar un curso de PNL en Aseia, un lugar de formación muy conocido entre los emprendedores que quieren un refresco frente a la ortodoxia que a veces se encuentra en los tratamientos habituales de la psicología.
Lo que encontré no me dejó satisfecho por varias razones: la primera es que dicen a los asistentes que la totalidad del éxito depende de ellos, lo cual es falso. Por supuesto que una buena actitud y disciplina son ingredientes amigos de los logros, de hecho, estudios con algo más de rigurosidad y que no se han cobijado bajo el manto del PNL, afirman que “es de hecho posible conseguir lo deseado, si se cree en ello, ya que nuestras conductas procurarán ir en coincidencia con nuestros pensamientos para evitar caer en disonancia” (Myers, 2005). No obstante, existen otra compleja serie de hechos circunstanciales y aleatorios, de los cuales también dependemos pero tenemos poco o nulo control, por lo tanto, el éxito no depende sólo del buen empeño y mérito sino de algo de suerte.
Otros psicólogos ya lo han aceptado, y de hecho, procuran dirigir sus sesiones en sintonía con estos hallazgos para adelantarse y alertar sobre la posible culpa en caso de que los objetivos no sean óptimos. La previsión del fracaso promueve el bienestar psicológico y la autoestima (Kahneman, 2010).
Por otro lado, por algo que en psicología se la ha llamado la oposición de los Sistemas 1 y 2.
Para hacerlo sencillo: los seres humanos somos más propensos a aceptar como cierto un mensaje si quien lo dice nos provee una sonrisa, afecto, y hasta lúdica, pues no encontramos razones para ser escépticos y deponemos las armas, así que no evaluamos bien (Sistema 2), y nos dejamos más bien llevar por nuestros afectos (Sistema 1), a esto se le conoce como facilidad cognitiva (Cacioppo, 2001) y es una técnica bien sabida y usada en los cursos de PNL: no profundizar en el contenido, sino en una buena y agradable comunicación y bienestar, así tendrán un público más propenso a creer el mensaje.
Voy a pasar rápidamente enunciando la entrega casi religiosa que se le hace a su líder John Grinder, a quien se le muestra la admiración habitual de los líderes de iglesias deseosas de fieles y de verdades fáciles. Así como la inclusión de palabras Neuro, que en palabras del matemático Nassim Taleb, se han convertido en prefijo de supuesta autoridad académica aunque lo que se exponga no siempre la tenga (Taleb, 2011).
PNL ofrece respuestas aparentemente sencillas, y como ellos mismos lo dicen “para personas que no necesariamente ostenten un nivel académico y cultural elevado” (hago una aclaración: para mí esas dos características no son garantía de sabiduría), pero son respuestas engañosas, efímeras afianzadas en una cultura individualista que aleja a las personas de los avatares de un sistema que influye en ellos.
PNL carece de rigurosidad, excepto para enviar mensajes optimistas a personas que puedan pagar el alto costo de sus cursos en comparación con una especialización o posgrado.
Por supuesto que hay quienes dirán que “si se quiere, se puede” o una serie de frases bien intencionadas y a veces útiles y oportunas, ¿por qué no?, pero estos deseos hacen parte de la fe y la metafísica, seguramente baluartes indispensables de la respetable espiritualidad, pero no de la psicología, la cual en su faceta más rigurosa no aspira a dar soluciones felices y en sintonía con el sistema, sino describir los procesos mentales que responden al medio ambiente. Se ha hecho mucho y falta mucho, pero temo que por esta vía sólo llegaremos con sed a un espejismo del éxito que al poco tiempo desaparecerá frente a nosotros y en el caso de los psicólogos, frente a los pacientes.
Finalizo recordando al querido ensayista Michel de Montaigne en uno de sus ensayos sobre el éxito: “Solo se debe juzgar el triunfo o fracaso de una persona hasta su último suspiro, pues con un poco de tiempo, pueden cambiar drásticamente las cosas”. (Montaigne, 1997).