Pónganle el nombre que quieran, denomínense o autodenomínense como les parezca, pero ambos extremos practican la misma metodología. Son bravucones, oscuros, altaneros, boquisucios, agresivos, sectarios, cavernícolas, trogloditas, energúmenos, sobreactuados, histéricos, melodramáticos, paranoicos, maniáticos, patéticos, estrambóticos, mefistofélicos y, cómo no, ridículos a la enésima potencia.
Se creen redentores, salvadores y todopoderosos en sus exhibiciones mediáticas. Obsérvelos con un poquito de inteligencia: dicen que son el agua y el aceite, enemigos y contradictores a muerte; pero se necesitan mutuamente y se complementan. Diría que son siameses, gemelos, mellizos, algo así como una misma esencia. Aves carroñeras que se alimentan de la guerra, y de los odios de quienes que caen en la trampa. Son destructivos, malintencionados y sobreviven a fuerza de exabruptos. Constituyen la tétrica falange de la izquierda y la derecha extremas que siembran el terror donde quiera que haya gente crédula, desvalida o ingenua. Tienen portavoces, títeres, ventrílocuos, saltimbanquis, alfeñiques y payasos en todos los escenarios de la confrontación.
Estos persiguen a los periodistas y los otros, también. Los de este lado atacan la libertad de expresión y los de la otra esquina también. Promueven la censura a través del miedo y la intimidación. Y hacen proselitismo y ganan adeptos a través de la misma metodología del terror. Ambos manipulan, estigmatizan y señalan a quienes no comparten su ideología. En su lenguaje no cabe la lógica ni la moderación ni la cordura ni la sensatez ni el término medio o la neutralidad. En cuyo caso, quedas en medio de estas fuerzas oscuras que aborrecen lo que ellos perversamente llaman tibieza. Son dictadores desde sus trincheras intransigentes. Azuzan y agitan y fusilan con palabras y estigmatizan por medio de sus cuentas de Twitter. De hecho sus redes sociales parecen letrinas al uso de gente hipnotizada por el resentimiento.
Son de esta esquina y de la otra, de aquí y de más allá. Pero se nutren de los mismos excrementos de la intolerancia y la violencia, pues todo lo ven desde un solo prisma: o todo es bueno o todo es malo. O es de día o es de noche. O eres de aquí o eres de allá. También apuñalan con el lenguaje y escupen sin escrúpulos a la gente decente. Se creen jueces y tienen ínfulas de dioses en el cuarto de hora sulfúrico de su megalomanía. Se sienten divinos y superdotados porque el pueblo que vive del circo les otorga bombo y genuflexiones. En todo caso estos extremistas de esta mano y de la otra, de esta gavilla siniestra y de la ultraderechista se morirán de tedio y de hambre cuando no tengan con quién pelear. Por eso harán todo lo posible para que se extienda el odio y la guerra, y le dispararán con toda su oscuridad y grosería a la paloma de la paz, porque son aves carroñeras que se nutren de inmundicias en un país desquiciado por el odio.