Los abrumadores medios bogotanos siempre menospreciaron vergajamente a la extorsión como un delito provinciano . Igual hicieron en los años de la violencia partidista del 48 al 58 del siglo pasado, que no tocó a Bogotá, y para ellos fue una guerra lejana y más anecdótica que otra cosa. Parecía que Bogotá estaba vacunada también contra las extorsiones que en Barranquilla o en Tumaco, en Cali o en Ibagué denunciaban ciudadanos, comerciantes la mayoría de las veces. Siempre se minimizó. Si El Heraldo contaba que en Soledad habían cerrado negocios porque no podían pagar la extorsión y que en Malambo habían matado a fulano o perencejo por no pagar, los medios bogotanos convencían a sus lectores y oyentes que esos eran chismes parroquiales elevados pendejamente a noticia nacional.
Cuando yo conté del régimen de extorsión que se implantó en Tuluá y detallaba como se formaron carteles para no dejar vender alimentos perecederos, apenas si decían en voz baja o en redes que esas eran novelas que se inventaba el marica de Tuluá. Pero como la situación económica se les fue complicando a muchos. Como las autoridades policiales encontraron fórmulas para responsabilizar de esas extorsiones a presos que usaban celulares desde las cárceles y en las oficinas gubernamentales en Bogotá creyeron que menospreciando ese azote infernal nunca llegaría, la extorsión tocó las puertas de la capital y por estos días estalló.
En breve contarán como les hacen estallar granadas en los negocios donde no paguen
Ya todos los medios hablan de las distintas modalidades y en breve contarán como les hacen estallar granadas en los negocios donde no paguen y quizás hasta lleguen, como en Tuluá, a cortar cabezas para aterrorizar mucho más. Porque no lo pueden olvidar, del general Salamanca hacia abajo, que la extorsión es un acto terrorista. Que quien recibe la llamada o el panfleto exigiéndole un pago para poder seguir trabajando o seguir vivo, se aterroriza. Pilas alcalde Galán que se lo come el coco.