La decisión de construir una autopista como continuación de la Avenida Boyacá para acceder al norte de Bogotá despierta profundas preocupaciones no solo desde una perspectiva urbanística, sino también en el ámbito ambiental.
El presidente Petro, al calificar esta propuesta como un error urbanístico y un crimen ecológico, subraya problemas estructurales que afectarán a la capital a corto y largo plazo. Su posición es especialmente relevante en una ciudad que enfrenta racionamientos de agua y una crisis climática cada vez más acentuada. ¿Hasta qué punto los gremios de la construcción y las políticas de urbanización están en sintonía con un modelo de ciudad sostenible? Y, sobre todo, ¿es posible que el alcalde Carlos Fernando Galán esté actuando como un aliado de estos gremios, priorizando el lucro sobre el bienestar de los bogotanos y el equilibrio ambiental?
La trampa de la "demanda inducida": más autopistas, más tráfico
Uno de los errores fundamentales en la propuesta de construir una extensión de la Avenida Boyacá reside en el concepto de demanda inducida, ampliamente documentado en urbanismo. Este fenómeno indica que la ampliación de autopistas no resuelve problemas de tráfico a largo plazo; por el contrario, los agrava. Estudios de movilidad en diversas ciudades demuestran que, cuando se construye una vía adicional, el aumento de la capacidad vial genera más tráfico y demanda de transporte en vehículo particular. Esto crea un ciclo vicioso: a mayor número de vías y carriles, mayor será el tráfico.
Bogotá, en este sentido, no es una excepción. La extensión de la Avenida Boyacá hacia el norte solo incentivará el uso de vehículos privados, desmotivando la adopción de alternativas de transporte más sostenibles.
Bogotá ya enfrenta una situación crítica en términos de congestión vehicular y contaminación del aire; continuar ampliando autopistas es un error de visión que desoye las lecciones de planificación urbana de las ciudades modernas y sostenibles, que han apostado por la reducción del tráfico y la mejora de los sistemas de transporte masivo.
Una amenaza ecológica: destruir humedales en tiempos de crisis climática
La propuesta del alcalde Galán de construir sobre los humedales del norte de Bogotá es particularmente alarmante. Estos ecosistemas no solo sirven como reguladores naturales de las aguas y reservas estratégicas en épocas de sequía, sino que también ayudan a mitigar los efectos de la crisis climática al absorber carbono y purificar el aire.
En una ciudad que ya enfrenta restricciones en el suministro de agua y con temporadas de lluvias cada vez más intensas e irregulares, la destrucción de humedales sería una sentencia de alto costo ambiental y social.
La alteración de estos ecosistemas traería consigo problemas de inundaciones en las zonas urbanas adyacentes. Al sellar la tierra con asfalto, se reduce su capacidad de absorción, lo que aumentaría el riesgo de desastres durante las lluvias intensas. Además, los humedales actúan como barreras naturales que amortiguan el impacto de lluvias extremas; destruirlos es una decisión imprudente, sin visión a largo plazo y que sometería a la capital a una mayor vulnerabilidad ante los fenómenos climáticos.
La relación entre el alcalde Galán y los gremios de la construcción
Detrás de esta propuesta de expansión vial subyace el poder de los gremios de la construcción, interesados en proyectos urbanísticos a corto plazo sin una consideración real de los impactos ambientales. La aparente alianza entre el Alcalde Carlos Fernando Galán y estos gremios despierta serias dudas sobre su compromiso con el desarrollo sostenible de Bogotá.
El enfoque de los constructores en expandir la mancha urbana de Bogotá obedece a fines de lucro que se sobreponen al bienestar ciudadano y al equilibrio ecológico. Esta dinámica se refleja en la construcción de megaproyectos en áreas que deberían protegerse y que, al urbanizarse, perderán su valor ambiental.
Desde la perspectiva de la sostenibilidad, es inaceptable que una ciudad como Bogotá, que sufre escasez de agua y tiene niveles elevados de contaminación del aire, siga apostando por proyectos que sacrifican el bienestar ambiental. La falta de un modelo de desarrollo que priorice la movilidad sostenible, el respeto a los ecosistemas y la adaptación a la crisis climática refleja un interés económico miope, que no considera las consecuencias a futuro para los habitantes de la ciudad.
¿Es este el tipo de urbanismo que necesita Bogotá?
El urbanismo en Bogotá debería centrarse en resolver los problemas estructurales de la movilidad sin recurrir a fórmulas que ya han fracasado en otros contextos. En lugar de construir más vías, la ciudad necesita invertir en un sistema de transporte público que sea verdaderamente eficiente y accesible para todos los ciudadanos. Apostar por la bicicleta, la electrificación del transporte público, y la ampliación de vías exclusivas para el transporte masivo son alternativas viables y sostenibles.
Además, Bogotá requiere políticas de desarrollo urbano que respeten sus ecosistemas naturales. Los humedales no son solo áreas verdes para "decorar" la ciudad; son fundamentales para su equilibrio ambiental. Destruirlos en favor de una carretera es una medida que, si bien puede beneficiar a algunos sectores a corto plazo, causará daños irreversibles y afectará a millones de habitantes en el largo plazo.
Un modelo de ciudad en juego
La propuesta de extender la Avenida Boyacá hacia el norte de Bogotá es un reflejo de una visión anticuada y destructiva de urbanismo que ignora tanto el fenómeno de demanda inducida como la necesidad urgente de una planificación sostenible.
Al aliarse con los gremios de la construcción, el Alcalde Galán demuestra que su gestión prioriza intereses de corto plazo, en detrimento de un modelo de ciudad que debería buscar soluciones sustentables y respetuosas con el medio ambiente. Esta decisión, lejos de solucionar los problemas de tráfico, los agravará y pondrá en riesgo los recursos naturales de los cuales depende la capital.
Es crucial que los habitantes de Bogotá exijan una planificación urbana acorde a los desafíos contemporáneos. La construcción sobre los humedales y la ampliación de autopistas como respuesta a la congestión vehicular son una muestra de cómo el poder económico sigue imponiéndose a costa del bienestar ambiental y social. En un mundo cada vez más afectado por el cambio climático, Bogotá merece un futuro en el que la sostenibilidad y el respeto al entorno natural sean prioritarios en la toma de decisiones.