La explotación capitalista del trabajo es una bomba de tiempo

La explotación capitalista del trabajo es una bomba de tiempo

El título podría sonar como un exabrupto si no fuera porque es cierto. De hecho, se queda corto y no da cuenta de la magnitud del problema en el que nos encontramos

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
julio 30, 2019
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La explotación capitalista del trabajo es una bomba de tiempo
Foto: PxHere

Parece que quien más ha captado la encrucijada es Alexandra Ocasio-Cortéz, una rutilante estrella del socialismo democrático de lo Estados Unidos, quien ha propuesto un Acuerdo Verde Global. Pero como en el caso de la luz, en estas frases navegan varias longitudes de onda en un solo haz, por lo que es necesario someterlas a un proceso de refracción para legitimar de dónde emerge cada color del espectro.

Me estoy refiriendo a un afortunado artículo que estoy leyendo de la revista International Politics and Society denominado The exploitation time bomb, que el Google ha traducido como La bomba de tiempo de la explotación. En un principio creí que la traducción, quizás demasiado literal, estaba equivocada pero a juzgar por lo que sigue, está correcta: se trata de cómo la explotación del trabajo por la máquina burguesa de producir ganancias capitalistas ha configurado una gigantesca burbuja, de características termonucleares,  que está a punto de explotar y como en la Biblia llevarse a Sansón y que perezcamos todos los filisteos con él, si es que no acaba con la vida en la Tierra. Cito la frase motivo de mi inspiración:

“Desde que reducir la desigualdad se convirtió en un objetivo oficial de la comunidad internacional, las disparidades de ingresos se han ampliado. Esta tendencia, típicamente atribuida a la liberalización del comercio y los avances tecnológicos que han debilitado el poder de negociación del trabajo frente al capital, ha generado una reacción política en muchos países, y los votantes atribuyen su difícil situación económica a "otros" en lugar de a las políticas nacionales. Y, por supuesto, tales sentimientos simplemente agravan las tensiones sociales sin abordar las causas fundamentales del empeoramiento de la desigualdad”.

Sea comentar enseguida. Indudablemente que esta frase desenmascara a Trump inmediatamente. No son los inmigrantes quienes se roban el trabajo de los gringos que supuestamente Trump defiende. Es “la liberalización del comercio”, es decir, la ampliación paroxística del capitalismo a escala global, sumado al advenimiento robótico del empleo, lo que está robando a los norteamericanos trabajadores, cuyo poder de negociación frente al capital se ha deteriorado. En efecto, si el robot, o el trabajo más barato allí donde lo haya, me generan igual o mejores plusvalías, trabaja 24 horas y no me exigen prestaciones, o me son más baratas allende el océano, ¿para qué contrato gringos en mis fábricas? Resuelto ese problema, el capitalismo norteamericano, el más voraz y capacitado, va a hacia nuevos nichos de explotación más lucrativos; el capital financiero, la financierización del capitalismo y, de paso, de las implicaciones sobre el poder del estado. Lo demás de Trump es una feria de vanidades interpretada como hemos sostenido una y otra vez por un histrión.

La comunidad internacional había sostenido en función de sus creencias neoliberales letales que la forma de reducir la desigualdad fue llevar el capitalismo paroxístico más allá de donde la había embarrado, pero lo que cundió fue el desastre a todas partes.  ¡E incubó la bomba de tiempo! Ahora, como es obvio, el neoliberalismo, que no es una teoría económica pues no da la talla, ni una ideología, sino un guión fílmico, no sabe cómo resolver el problema y nos brinda el espectáculo de su puesta en escena de payasos. En USA tenemos uno vestido de histrión, en Colombia otro haciendo de títere, en Gran Bretaña recién inauguramos un orangután con sacoleva interpretando rol Brexit. Y así vendrán otros reinados de pantomima. Mírese sino a Gaviria haciendo de saltimbanquis con triple salto mortal sin mirar hacia atrás durante las elecciones.

Ahora demos un paso adelante en nuestra rica lectura de un buen material:

“Pero en un nuevo artículo importante, el economista de la Universidad de Cambridge, José Gabriel Palma, argumenta que las distribuciones nacionales de ingresos no son el resultado de fuerzas globales impersonales, sino de elecciones de políticas que reflejan el control y el poder de cabildeo de los ricos. En particular, Palma describe el reciente aumento significativo de la desigualdad en los países de la OCDE, las antiguas economías socialistas de Europa Central y Oriental, y China e India, como un proceso de "recuperación inversa". Estos países, dice Palma, se parecen cada vez más a muchas economías latinoamericanas desiguales, con elites orientadas a la renta que se llevan la mayoría de los frutos del crecimiento”.

Leyendo esto uno podría preguntarse algo que aparentemente está fuera de contexto: ¿por qué el capitalismo internacional dejó sumir a Venezuela en una crisis de tanta profundidad? Cualquiera sabe que Venezuela nunca ha dado un paso hacia el socialismo, sencillamente porque su dirigencia jamás había leído a Marx y, menos, tenido la capacidad de interpretarlo. Venezuela cayó en la sima porque el capital tiene un destino para ella: robársela. Inventar una guerra de proporciones en América Latina. Detonar en alguna parte utilizando el supuesto socialismo como pretexto. ¡No hay de otra!

Pero volvamos al hilo de lo que traemos. La segunda cita es demoledora. Al querer el neoliberalismo llevar el capitalismo paroxístico allende las colonias para aprovechar mano de obra barata y otras canonjías lo que hizo fue debilitar la capacidad del trabajo allí donde estaba más avanzado, y por lo tanto los redujo a la condición de república bananera. Y después montó el sainete para seguir pelechando de su absoluta hegemonía global.

Pero el asunto no se quedó allí. Esa estratagema neoliberal espuria convirtió a la Tierra en rehén de su puesta en escena y el sainete, mal representado por lo demás,  se le ha convertido en una tragedia shakespereana donde estamos ya casi por decir: to be or not to be… that is the question. Es decir, nos la estamos jugando completamente. Hasta el ser está en juego.   

Y aquí es donde salta la liebre. Alexandra Ocasio-Cortez capta la realidad del proceso. Por lo pronto sostiene una componente de la solución, The Green New Deal: volvemos a una economía que valide lo autótrofo. O asumimos que es la energía solar que recibimos a diario la única fuente de nuestro poder real y única riqueza por gastar, o seguimos invirtiendo viejos soles (energías fósiles que suman otros tantos soles), y nos vamos a la olla sobrecalentando el planeta. El capitalismo no tiene otra fuente para crecer sino devolviendo los pagos de factura, externalidades  negativas, que se había pasado por la galleta. Así de sencillo y así de simple.

Y al final aquel artículo lo dice:

“Abordar esta situación peligrosa requerirá que los gobiernos usen su poder para imponer impuestos y regular para canalizar más capital privado hacia el gasto productivo y aumentar la cantidad de inversión pública financiada por impuestos progresivos, en la línea de un Nuevo Acuerdo Verde Global. Si los formuladores de políticas no logran dar una respuesta que sea proporcional al problema, los ricos continuarán enriqueciéndose y los pobres se empobrecerán más rápido que nunca. ¿Quién abordará el problema entonces?”

No, no hay respuesta. Toda la vida de la Tierra está implicada.

Ahora, la segunda parte, la otra componente que The Green New Deal soslaya, es que quizás los robots puedan ayudarle.

Pero esa es harina de otro costal.

Si el socialismo democrático de los Estados Unidos se inspira en los postulados de la Revolución Americana de los llamados Padres Fundadores, en nuestro caso, Simón Bolívar entre ellos; tendremos una nueva creencia socialista tratando de interpretar el mundo. Ya lo habían hecho los rusos sin interpretar jamás a Marx, ahora faltan los otros que, quizás, no han bebido del marxismo.

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