Tratar de hacer una radiografía de los múltiples conflictos que están sucediendo en el país de manera simultánea es muy difícil por la cantidad, pero existen unos que llaman más la atención por sus niveles de crueldad, de sevicia y por multiplicar la cantidad de homicidios en las regiones en las que se pelean a sangre y fuego sin ningún tipo de descanso. En gran parte por el plan de expansión de la banda más grande y numerosa del país, el Clan del Golfo, y que está poniendo en jaque, en este 2021, el número de homicidios en el país.
Empezando en la costa caribe, se está viviendo un alza impresionante en los homicidios, todo esto debido a la expansión territorial que está haciendo el Clan del Golfo, que, una vez finalizado el conflicto que mantenían sin tregua contra los Caparros, en el Bajo Cauca, su máximo capo Otoniel puso su mirada en esta región caribeña, donde pactó con distintas bandas locales de Santa Marta, Barranquilla y Maicao con la intención de quedarse con el rico rentado de las extorsiones, el microtráfico y el pago de peajes a narcotraficantes para sacar droga desde los puertos.
En el último mes, en Barranquilla se han visto panfletos y videos amenazantes entre integrantes del Clan del Golfo y la banda local los Costeños. Estos últimos se habrían negado a trabajar para Otoniel, lo que ha generado una guerra que ha dejado masacres, homicidios selectivos y la muerte; o la captura de cabecillas de ambas bandas, e incluso de capos narcotraficantes como el caso de J. J. Insignares, el Guajiro Parra y alias Montero, razón por la que recientemente el presidente de Colombia Iván Duque lideró un consejo de seguridad con motivo de frenar los altos índices de homicidios a causa de la guerra entre ambos grupos criminales.
En noviembre de 2020 Santa Marta presentaba unos 105 asesinatos. Hoy, finalizando el mes de agosto de 2021, registra más de 110 asesinatos; todo debido a que los Pachenca, con menor número y debilitados, se han visto sumidos en una estela de muerte que ha dejado a muchos de sus integrantes asesinados a manos de sicarios del Clan del Golfo.
Se dice que incluso los más duros han tenido que salir de la ciudad, y aquellos que se resisten a ser absorbidos son automáticamente asesinados o amenazados en panfletos en los que se les da un limitado tiempo para unirse o salir de la ciudad. Una guerra que deja masacres, cadáveres abandonados y múltiples atentados sicariales en los que han caído un sinnúmero de inocentes.
Algo parecido sucede en Buenaventura, donde dos bandas criminales locales se pelean la salida de droga de uno de los puertos más importantes y apetecidos para los narcotraficantes; la guerra entre dos facciones de la banda la Local, de los hermanos narcotraficantes del Clan de los Bustamante, dividas entre los Shotas y los Espartanos; la última anexada al Clan del Golfo con su líder en armas alias Mapay, presunto asesino intelectual del cantante Junior Jein, y la otra a la guerrilla del ELN con su líder alias Optra, este último tras las rejas. La guerra hizo que a comienzos de 2021 el alcalde Víctor Hugo Vidal dejara entrever la posibilidad de avalar un acuerdo de no agresión entre esas bandas criminales, lo que causó polémica y desconcierto en la ciudad.
Por otra parte, en Norte de Santander, el Clan del Golfo decidió desde finales del año pasado reunirse y negociar con los líderes de los Rastrojos, quienes habían sufrido una dura arremetida en tiempos de pandemia por parte del ELN, donde de un solo golpe asesinó a más de 20 de sus miembros en una masacre ocurrida en marzo de 2020, el antiguo ejército privado del narcotraficante Wilber Varela del Cartel del Norte del Valle perdió casi todo su poder en el último bastión que le quedaba en el país luego de que el mismo Clan del Golfo le arrebatara a sangre y fuego la mayoría de sus territorios en la zona cafetera, el Bajo Cauca y la costa caribe.
Luego de negociar la fusión entre el Clan del Golfo y los Rastrojos, junto con la ya conocida alianza con los Pelusos, el capo narcotraficante Otoniel envío a más de 100 de sus hombres desde las zonas del Urabá a combatir a los elenos y recobrar el poder que los paramilitares habían perdido, motivo por el cual se han presentado combates, homicidios selectivos y algunas masacres que han hecho retroceder al ELN, logrando recuperar territorios y sembrar el miedo en las poblaciones que se encuentran en medio del fuego cruzado entre ambos bandos. Por ahora, esto indica que todo será cuestión de tiempo para que la lucha a muerte empiece para los dos grupos armados y sean muchas las víctimas, si no logra antes el gobierno llegar a un acuerdo con la guerrilla, lo cual parece distante y complicado.
En Colombia, el conflicto nunca se fue; siempre ha estado allí. A ratos parece que ha dormido, pero poco a poco el gigante de la muerte despierta, y con mucha más fuerza que antes. Por otra parte, las estrategias del gobierno no funcionan, simplemente porque son antiguadas; los resultados de acabar con un máximo cabecilla solo hacen resurgir más conflictos y divisiones entre los mismos grupos armados que traen consigo más vendetas, todo esto sumado a factores como la falta de oportunidades en los jóvenes, poblaciones desamparadas y la migración ilegal que hace que muchos se sumen a los grupos armados. El ciclo de la violencia en este país vuelve a empezar.