El pasado 17 marzo apareció un oso andino muerto cerca al Parque Natural Chingaza. El crimen se lo atribuyeron inicialmente a un cazador furtivo pero las investigaciones señalaron que se trató de un campesino de Fómeque rabioso con el animal que le había matado unas vacas. Queria acabar con el problema de tajo.
El campesino Nelson Cárdenas confesó y justificó el asesinato como una defensa a su ganado y dijo no saber del valor del oso andino, una especie en extinción. En otras palabras, Cárdenas lo había matado en defensa propia.
Con la acción de Cárdenas se iban para el suelo grandes esfuerzos de los funcionarios de Parques Nacionales por explicarle a los pobladores de la importancia de este gran mamífero en la conservación de todo el ecosistema de Chingaza. Cárdenas nunca había querido asistir a las reuniones de educación ambiental que adelantan en la región expertos como la bióloga Ángela Parra, como si lo habían hecho su esposa y su hijo. Además, nunca había reportado los ataques anteriores de los que dice haber sido víctima el ganado.
Este caso pone el debate sobre la mesa. Los campesinos defendiendo sus animales con el que se ganan la vida y los ambientalistas defendiendo la importancia de conservar una especie que, aparentemente, los perjudica. Las responsabilidades por estos hechos caen por parte y parte. Primero, los campesinos son los que han invadido las zonas originales del oso andino, pero las entidades encargadas de la protección del ecosistema no están ayudando con lo que realmente necesitan las personas para cambiar su sustento económico. La ganadería en la alta montaña es un problema que se viene presentando desde hace muchos años, a pesar de estar prohibida.
Según Daniel Rodríguez, director de la Fundación para la investigación, protección y conservación del oso andino, “de nada sirve que nazcan y cuiden osos en el parque si por fuera los van a matar. Los osos no conocen fronteras y por donde más caminan no es dentro del parque”. Además del trabajo pedagógico urge completar con alternativas para los campesinos y no solamente para salvaguardar la vida de los osos. El cuidado tanto del páramo y del bosque andino no debe volverse un problema para la subsistencia de la gente porque esta no es la que ve los resultados sino los bogotanos y el acueducto distrital.
La Fiscalía es no solo lenta sino errática en los temas delitos ambientales. A pesar de haber confesado el hecho, a Nelson Cárdenas no se le han imputado cargos, pues, según Luz Pinto, Teniente de la SIJIN al frente del caso, no se tienen todas las pruebas necesarias y la decisión va a quedar en manos de un comité jurídico que evalúe la situación.
Normalmente los campesinos reportan la presencia de osos cuando se acercan mucho a las propiedades privadas, y aunque Cárdenas les dijo a las autoridades que esta no era la primera vez que veía al oso en su finca, nunca avisó para prevenir la agresión y Fredy Saray, funcionario de Corpoguavio, confirmó no haber recibido ninguna alerta sobre la presencia del animal el predio de Cárdenas. Su comportamiento es una constante de muchos campesinos en otras zonas del país, en las que éstos hacen lo que este en sus manos para como ellos dicen: cortar el problema de raíz.