Ante la tragedia del río Cauca, cabe insistir, un nefasto desastre ambiental si se contemplan tanto los efectos devastadores para las especies que habitan el río, las comunidades aledañas de las cuales su subsistencia depende de él, y el hecho de que en tiempo próximo el segundo río más importante del país puede desaparecer, salen a relucir distintos comentarios que atribuyen la responsabilidad de dicho desastre principalmente a EPM, empresarios y políticos antioqueños. No es menos responsable, entre estos últimos, quien durante la desviación del río Cauca celebró el proyecto y le dio el visto bueno: Sergio Fajardo.
En medio del fragor y la indignación de la ciudadanía suscitada por la celebración de Fajardo, este a través de su cuenta de Twitter dice: “Antes de dormir. En tiempos de mentiras, trampas, insultos, agresiones y provocaciones, toma más fuerza el poder de la decencia [sic]. Recuerden: ‘la verdad y la decencia siempre salen adelante aunque a veces de demoren’. Se puede”.
De este comentario en su defensa puede verse la postura y la esencia de quienes se denominan de “centro”: la verdad y la decencia de un político, para el excandidato a la presidencia, tienen que ver con una evasiva al fragor político sobre las decisiones y el apoyo manifiesto en el que incidió siendo mandatario. El reclamo legítimo de la ciudadanía por dicho apoyo al proyecto que hoy nos sitúa ante un desastre ambiental se reduce a “mentiras, trampas, insultos, agresiones y provocaciones”, según él.
Parece que con su retórica evasiva olvida, justamente, que las decisiones de un político tienen implicaciones por fuera de la vida personal del mismo, es decir, en lo público, en el territorio y en la vida social de las comunidades, los ciudadanos y el medio ambiente, para el caso. Sumado a esto, su pretencioso comentario busca hacer pasar el justo reclamo de la ciudadanía como ataques ad hominem, tomando una postura victimizante y señalando solapadamente a quienes lo critican como “indecentes” y de paso, desconociendo que la capacidad de crítica y discernimiento de los ciudadanos a sus gobiernos son el fundamento de la democracia y la ciudadanía (la mayoría de edad, etc.).
La retórica heredada de la literatura de autoayuda y el coach, “Se puede”, muestra que al ejercer política le da cierta legitimidad que lo sitúa por encima de la ciudadanía, elevándose moralmente y en conveniencia para la evasión de sus responsabilidades como político. Si hace cinco años celebraba, en nombre del desarrollo, la desviación del río y el proyecto de Hidroituango, hoy es más que necesario recordarle que puede asumir su responsabilidad públicamente.