La necesidad, validez y utilidad de la evaluación de los maestros no debería ser objeto de controversia, dado el inmenso valor que en el campo de la política pública se le reconoce como herramienta para incentivar el ejercicio de la enseñanza y elevar el nivel formación de los docentes. Pero en Colombia lo es porque la evaluación se convirtió en un campo de confrontación. El gobierno y los enemigos agazapados de la educación pública, que son muchos, la han asumido como un arma para golpear a los maestros y derrotar a FECODE. El sistema de evaluación que proponen los manejadores de la política pública y sus ideólogos no es para incentivar a los maestros que obtengan los mejores resultados, y ayudar a los que resulten insatisfactorios, sino para castigar, intervenir los ascensos en el escalafón y, de esta manera, controlar la nómina docente y el gasto en educación. La gran preocupación no es qué premios se entregan a los mejores sino qué castigo se impone a los perdedores. Lo que le importa al gobierno es cuidar el bolsillo del Ministerio de Hacienda, no elevar unos puntos la remuneración del magisterio.
La evaluación que se quiere extender a todos a los maestros es una evaluación punitiva y fiscalista. Tanto es así que la prueba de competencias para ascenso en el escalafón que se aplica a los maestros nuevos, de conformidad con el estatuto Docente contenido en el Decreto-Ley 1268 de 2001, la superan muy pocos docentes y muchos de los que la superan no pueden ascender porque el presupuesto previsto no alcanza. Esto es lo que los maestros califican como una medida típicamente fiscalista. De esta manera, el ascenso en el escalafón, que debiera ser un mecanismo para mejorar el salario, resulta siendo una farsa.
El discurso de que la evaluación es para mejorar la calidad de la educación es una falacia. Lo es porque nadie que tenga tres dedos de conocimiento sobre educación podrá creer que los graves problemas de calidad que padece nuestra educación se van a resolver evaluando a los maestros, o lo que es peor, que las graves deficiencias que presentan los maestros en el conocimiento del área de trabajo y en la disciplina pedagógica, se superarán evaluándolos y castigándolos. Si la evaluación se plantea como una amenaza, los maestros tienen toda la razón en rechazarla.
Los problemas de calidad de la educación solo se resolverán aplicando una estrategia integral que contemple la atención de todos los factores asociados a la baja calidad, comenzando por la alimentación y salud de los niños y las niñas, el estado del hábitat escolar, el tiempo de duración de la jornada escolar y la dotación de textos. La misma afirmación vale con respecto a la calidad de los maestros que depende, primero que todo, de la formación inicial y permanente que reciban, y por supuesto de la remuneración y trato que reciban del Estado. Solo dentro de una estrategia integral de mejoramiento de la calidad educativa cobra sentido la evaluación de los maestros.
Se dirá que el gobierno colombiano ha venido actuando con este criterio. Carreta. Los programas y proyectos de mejoramiento de la calidad educativa y de la formación del profesorado han sido paños de agua tibia, acciones remediales sin la extensión, profundidad y continuidad requeridas. La mejor prueba de esta aseveración se puede apreciar en los rubros presupuestales destinados a la calidad: verdaderas pichurrias, como dice el actual Ministro de Trabajo del presidente Santos. Lo que se ha visto en los últimos años es que el gobierno pretende mejorar la enseñanza amenazando la estabilidad en el empleo de los maestros y las posibilidades de mejoramiento de sus ingresos.
Una evaluación de carácter punitivo y fiscalista no ayudará para nada al mejoramiento de la calidad de los maestros y de la educación. La seguridad y tranquilidad en el trabajo son, al lado del mejoramiento de la formación y de una remuneración justa, dos factores esenciales para movilizar al magisterio en favor de la calidad educativa. Si la evaluación se plantea para incentivar a los buenos maestros y ayudar a progresar a los que presentan dificultades para la enseñanza bienvenida sea. Bajo este enfoque, los maestros la aceptarán y apoyarán sin reservas.