Para empezar hablando de evaluación se hace menester decir que es un término que en materia de educación tiene un lugar fundamental. Etimológicamente este viene del latín valere (que significa emitir juicios), pero posteriormente pasa al francés con la palabra évaluer. Pues bien, “la educación ha tenido importancia creciente en las sociedades modernas, la creciente densidad poblacional y la complejidad social en las ciudades han constituido complicados sistemas educacionales, donde evaluar los procesos se hace indispensable” (Maussa Diaz, s.f.).
Pero para comprender la finalidad o la teleología de la evaluación se hace necesario comprender las etapas o desarrollo de los procesos evaluativos, ya que en la escuela siempre se piensa con frecuencia cómo se debe calificar. Sin embargo, al hablar de calificar se estaría reduciendo o hasta incluso estigmatizando la evaluación, ya que “la evaluación se ha convertido en la actualidad en una actividad de uso común en las distintas actividades humanas, siendo uno de los aspectos centrales del proceso educativo” (Maussa Diaz, s.f.).
Entonces, si ya se dijo que para la finalidad de la evaluación se hace necesario conocer el desarrollo de los procesos evaluativos, cabe cuestionarse qué busca la evaluación o, más bien, qué se busca con ella? A título personal, pienso que la evaluación busca sin duda mejorar la calidad de los procesos educativos y lo que tanto le hace falta a este país, la educación. Este salto de calidad se da, en mi opinión, materializando los fines propuestos en la Ley General de 1994 (en su artículo 5), lo cual es una paradoja en este país, porque primero se reglamentó la educación superior y después la básica y media. A la larga, la evaluación trasciende, va más allá de las pruebas estandarizadas.
La calidad de la educación, independientemtente de los resultados obtenidos en pruebas estandarizadas de papel y lápiz, conlleva a la reflexión acerca del ideal de sociedad que se quiere construir y del tipo de ciudadano que se necesita. Es cavilar sobre los principios y fines de la educación, producto del contrato social. Es formar hombres y mujeres, no para que obtengan una nota o calificación al final de un nivel de la educación, sino que los haga “ciudadanos de calidad”. Es construir un ethos cultural, que forme a ese ser humano en los valores planteados previamente por el acuerdo social (De la hoz, 2014).
En la actualidad, la evaluación del aprendizaje y la promoción de los niveles de educación básica y media se encuentran reglamentadas por el decreto No.1290, que comenzó a regirse en toda Colombia a partir del 1 de enero de 2010. Este decreto favorece el desarrollo, capacidades y habilidades de los estudiantes, contribuyendo a identificar sus dificultades, y la formación integral del aprendiente. Invita a la construcción de una escuela que permita valorar el desempeño de los estudiantes durante un proceso permanente, dando autonomía a las instituciones educativas para establecer el reglamento de evaluación y promoción (Lara, 2013).
Si bien en este documento se decreta una evaluación de competencias, es importante saber que no siempre ha sido así. En el país, la historia de la evaluación ha ido evolucionando desde una evaluación de contenidos hasta la actual evaluación de competencias. A continuación se hará un breve repaso por esta historia hasta llegar a la situación de hoy, para entonces detenernos en el Decreto 1290 y analizar si realmente se aplica este nuevo y necesario modelo de evaluación por parte de las instituciones y docentes colombianos.
Este repaso se hará a partir del año 1960, cuando aún se manejaba una evaluación de contenidos. Con la estipulación del Decreto 1710 del año 1963 se establece una escala numérica, donde 1 era muy malo y 5 muy bien. En ese lapso inicia la ola de tecnología educativa y se cambia la evaluación por contenidos por una evaluación de objetivos.
Más adelante, en 1984, se establece una tabla numérica de 1 a 10 y un valor porcentual para cada periodo. Es importante el cambio que se da con el Decreto 1469 cuando inicia una discusión más allá de los números, pues se comienza a utilizar en la evaluación un lenguaje cualitativo, informes descriptivos y cualitativos; la escala de calificaciones va de excelente, bueno, aceptable a insuficiente.
Con la Ley 115 y el Decreto 1860 se establecen los indicadores de logros curriculares, entonces podemos hablar de una evaluación de logros e indicadores. Finalmente, en el año 2009, con el Decreto 1290 de evaluación y promoción de los estudiantes, se da la potestad a las instituciones de definir escala y criterios de evaluación.
Ahora bien, el Decreto 1290 tiene como propósitos de la evaluación de los estudiantes en el ámbito institucional, entre otros: identificar las características personales, intereses, ritmos de desarrollo y estilos de aprendizaje del estudiante para valorar sus avances; proporcionar información básica para consolidar o reorientar los procesos educativos relacionados con el desarrollo integra del estudiante; suministrar información que permita implementar estrategias pedagógicas para apoyar a los estudiantes que presenten debilidades y desempeños superiores en su proceso formativo; y aportar información para el ajuste e implementación del plan de mejoramiento institucional (artículo 3).
Este decreto, por lo tanto, implica un gran reto para las instituciones y para los docentes en particular; pues estos están llamados a desarrollar un importante rol en la creación de nuevas estrategias de evaluación. Muchos maestros a nivel nacional siguen aplicando modelos y estrategias de evaluación tradicionales, donde el estudiante no es tenido en cuenta en su proceso de evaluación y donde el maestro no se evalúa a sí mismo ni tampoco los procesos que está adelantando con sus estudiantes, para hacer un diagnóstico y aplicar otros si es necesario.
Los procesos de autoevaluación si bien están consignados en los SIE, pocas veces son aplicados en las aulas de clase, por lo tanto se hace necesaria una transformación en los métodos de evaluación usados por los docentes. Se requiere una evaluación concorde a lo estipulado en el Decreto 1290, para que realmente puedan cumplirse los propósitos del mismo.
Bibliografía
De la hoz, Juan. Cultura Institucional y Cultura Científica en las organizaciones escolares: Un aporte a la Democracia participativa y calidad de la Educación. Amauta, 2014, p. 8.
Decreto 1290. Bogotá.
Lara, Juaquin. Educación virtual. Febrero de 2013.
Maussa Diaz, Esnares. Conceptualizando la evaluación en educación. s.f.