A partir del Estatuto de Profesionalización Docente, expedido mediante el Decreto Ley 1278 de 2002, a los docentes y directivos docentes se les establecen algunas evaluaciones para desempeñarse como educadores en el sector público. De acuerdo con esta norma, el ejercicio de la carrera docente debe estar ligado a la evaluación continua, por lo que se colocan tres tipos de evaluación: la evaluación de período de prueba, la evaluación anual de desempeño laboral y la evaluación de competencias. En este artículo hablaremos de la evaluación anual de desempeño (EDA) no solamente desde una mirada laboral, sino que también desde una pedagógica con una perspectiva crítica propositiva.
La EDA que es una actividad valorativa continúa sobre el cumplimiento de las responsabilidades de las y los docentes y directivos docentes con el fin de realizar un seguimiento a las fortalezas y debilidades del maestro. En el ámbito laboral se podría expresar como un plan de mejoramiento que incluya compromisos, metas, acuerdos y en algunos casos acciones de capacitación, que según nuestro punto vista nos podrían ayudar a potencializar los saberes, valores, actitudes, habilidades y las capacidades propuestas en logros para los estudiantes. Además, esta evaluación también nos podría fortalecer las instituciones educativas al formar parte de una evaluación institucional, la cual debe enfocarse en mejorar sus procesos y así ofrecer una educación acorde a una realidad concreta.
En este sentido, la EDA se puede convertir en una herramienta de represión y amedrentamiento, además de ser sancionatoria, como se vive en la práctica actualmente (algunos rectores, quienes son los encargados de realizar la evaluación, la utilizan como medios de mermelada, coerción y amenaza). Sin embargo, debería ser una herramienta formativa en la cual sirva como una especie de procedimiento o de método, con instrumentos (carpeta de evidencias), para valorar, analizar y mejorar de manera continua, ya sea por medio de acuerdos y planes , el cumplimiento de las responsabilidades de los y las educadores.
Requerimos evaluar no el cumplimiento de las funciones, sino a los sujetos pedagógicos que enmiendan su práctica por medio de una cultura que articula investigación, pedagogía y evaluación. También debemos tener en cuenta que la EDA nos podría ayudar a reforzar la parte pedagógica, ya que los análisis, aspectos, procesos y conclusiones de dicha evaluación nos ayudaría a fortalecer el Proyecto Educativo Institucional (PEI), el currículo, plan de área, plan de clases y los recursos tanto humanos como físicos.
En conclusión, podríamos decir que darle el sentido formativo a los resultados de la evaluación posibilitaría articular los procesos de formación docente, los planes de mejoramiento e ir transformando los criterios evaluativos a la luz de las necesidades de los contextos y las realidades disciplinares y sociales. Todo esto desde la movilización no solo en el aula o en el colegio o en el pensamiento, sino también en las calles, esa que nos arrebata a los niños de la educación, gracias a la exclusión social promovida por gobiernos que están al servicio de las multinacionales, del fracking y Odebrecht, y no de la mayoría del pueblo.