“No hacer nada para recuperar la ética es traición a la historia": aducía el Procurador General de la Nación Fernando Carrillo el pasado 11 de septiembre.
A través de la historia se ha venido configurando el concepto más próximo de ética, enalteciendo infinidad de principios, erigiendo el arbitrio en el discernimiento de nuestras vidas. La ética no es una disciplina estática, su dinamismo es más que notorio a medida que van pasando los años. En la actualidad hablar de ética resulta creer en algún tipo de heroísmo. Las nuevas democracias, los nuevos sistemas de gobierno, los fenómenos neoconstitucionales y los grandes sistemas económicos han apartado al ser humano del conocimiento propio e intrínseco de la ética.
Para nadie es un secreto cómo Colombia ha creado ese desvalor ético en sus actuaciones. Sería imposible tapar el sol con un solo dedo frente a los fuertes temas de corrupción que han resonado en el país por cuenta de los sobornos a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, escándalos de funcionarios de la Fiscalía General de la Nación, legisladores pagando coimas y de un país que guarda silencio. Es inimaginable poder calcular el daño que hacen las actuaciones de las personas que deberían ser en ejemplo a seguir y terminan deslegitimando los estamentos del Estado. Ha sido un fuerte golpe para la academia y para el derecho mismo tener que toparse con estos escándalos tan vergonzosos, tan lesivos y tan desleales.
Colombia durante toda su historia ha vivido con un fenómeno que desangra su progreso y su desarrollo, la corrupción ha llegado al escalón más alto que pudiese llegar. Si las personas antes no creían en la justicia porque era ineficaz y carecía de diligencia; en estos instantes, la gran mayoría del pueblo colombiano no cree en el derecho, ni en las instituciones de un estado que es un fiel servidor de la corrupción, las prácticas mezquinas y el desprestigio. Creo que en estos tiempos pensar en Jean Jacques Rousseau cuando proponía que todos firmábamos ese contrato social por la única razón que el Estado fuera garantista y un fiel protector de los bienes jurídicos sería obsoleto, o pensar en el gran Montesquieu sobre su propuesta de división de poderes y encontrarnos con que en el Estado colombiano el ejecutivo elige y terna a los magistrados que lo van a juzgar, el legislativo elige a quienes los van a investigar, pensarlo sería una deshonra.
Los grados de responsabilidad singularizada son difíciles de otorgar a una persona en específico, es claro indicar que toda la sociedad colombiana tiene responsabilidad en los vejámenes que surgen en el país (lógicamente unos más que otros). El gran pensador Giovanni Pico della Mirándola nos dejó una gran enseñanza cuando creó su oración por la dignidad humana y es que nosotros colombianos hemos dibujado la sociedad que hemos querido tener, aún no es entendible para mis sentidos el por qué todavía no han presentado el proyecto de ley mediante vía fast-track para crear el tribunal de aforados que en la legislatura pasada fue archivado cuando fracaso la reforma a la justicia, Colombia necesita saber la verdad de forma expedita de los actos punibles de sus propios servidores públicos.
Nuestra propia constitución es cómplice de los actos de corrupción que se cometen día a día. El estado posee el papel protagónico como generador de la contracultura de la ilegalidad en los sectores sociales del país, es importante determinar que debemos actuar frente a estos grandes y graves problemas que afligen a nuestro país, no puedo concebir un derecho que este doblegado ante los medios de comunicación, la gran pregunta para todos los colegas estudiantes y profesionales en derecho es la siguiente: ¿cómo devolverle la credibilidad al derecho?, ¿será preciso devolvernos a la mitad del siglo XX donde después de dos guerras mundiales el derecho resulto ser el más grande verdugo?
La respuesta puede establecerse en la actuación del gran jurista Hans Kelsen, quien antes del holocausto de la segunda guerra mundial, aducía que el derecho y la moral eran dos cosas enteramente diferentes y no podían inmiscuirse. Luego de evidenciar y vivir en carne propia la destrucción humana ocurrida en la segunda guerra mundial se retractó de lo que había propuesto y estableció bajo su teoría jurídica que para la formación de la norma primaria, esa norma que resulta ser la más importante en un ordenamiento jurídico, debía versar e ir en concordancia con el principio de dignidad humana.
El verdadero camino está en luchar día a día por tener menos Abelardos De La Aspriella que argumenten que entre derecho y moral no hay ninguna relación y Pretelts que cobren coimas para elegir tutelas. La idea está en crear un mejor derecho, sin evocar las directrices de los abogados mediocres. El camino de la excelencia es el más complicado, pero sin duda alguna es el camino más seguro. Creo que el país necesita un refresco para que empecemos a actuar bajo los hechos y jamás volver a permitir que la justicie se politice.
Como estudiante de una facultad de derecho solo puedo decirle a cada colega que siempre debe honrar día a día aquello que nos ha costado cinco años de nuestras vidas, es el momento de hacer alusión la frase que exclamaba un senador de la república el pasado martes y era: “que la academia salve la patria”.