La más grande de las necesidades de las comunidades en La Guajira es el agua. Su falta es la causa básica de la inseguridad alimentaria y la crisis humanitaria que experimentan grandes sectores de su población, especialmente las comunidades indígenas. El Estado promete invertir una considerable cuantía de recursos en el proyecto Guajira Azul, hecho obligado por las medidas cautelares de la CIDH por la mortandad de infantes. Ya antes habíamos escuchado la solución del acueducto regional como segunda fase de la represa del Ranchería; pero seguimos esperando.
La falta de agua genera los problemas más serios en la vida de todos. La desnutrición que ha cobrado la vida de muchos niños es lo que debería mantener en alerta a todas las autoridades y en eso concentrar todos los esfuerzos y recursos. El agua es el elemento identificado por todas las instituciones y actores que han visitado La Guajira como la necesidad prioritaria. Por esta razón constituye la fuerza mayor para converger y tomar como principal bandera de lucha de los movimientos cívicos, sociales, sindicales y políticos.
El río Ranchería es la principal fuente de agua del departamento y el nuestro es el lugar seco de Colombia por excelencia; además, la gran mayoría de los habitantes no cuentan con este líquido ni potable ni continuo, por lo que ese acuífero es el tesoro más grande de las presentes y futuras generaciones guajiras. Ya se ha afectado su ciclo hidrológico debido a la deforestación y desaparición de muchos arroyos, por las consecuencias de 35 años de explotación minera. Por desgracia casi 20 kilómetros de su cauce pasan por las áreas concesionadas a la industria del carbón.
Por eso en contra de esos proyectos de desvío de cauces se dieron grandes debates y movilizaciones sociales, el agua es un tema muy sensible en La Guajira. Además, estas empresas en sus campamentos de La Mina y el Puerto hicieron grandes inversiones en soluciones de aguas desde el inicio de las operaciones, siendo por mucho tiempo los únicos sitios en el departamento donde se bombea agua potable las 24 horas al día; pero, en contraste, al dar apoyo a las sedientas comunidades de su entorno solo repara molinos y hace jagüeyes con aguas de muy mala calidad.
Lo más indignante para los guajiros en general es que en torno al agua, es decir, a la sed del pueblo y la muerte de niños, han estado amarrados los más grandes procesos de corrupción. Precisamente las regalías fueron diseñadas para saneamiento básico en especial. Habría que preguntarles a los viejos caciques politiqueros que mantuvieron el poder y todo el dinero del mundo para resolver esos problemas; por qué no lo hicieron. Asimismo, permitieron que las cosas empeoraran hasta los niveles actuales de crisis, con muertes y desolación.
La problemática del agua es en toda La Guajira, pero en especial en Riohacha, tanto en escasez como en el cáncer de la corrupción. El agua y su manejo por la clase política que nos gobierna ha sido la vena rota del desangre del erario. Son testigos mudos de un gran dolor y despilfarro de recursos en este pueblo los tanques elevados que hay en el casco urbano. En la mayoría de barrios que apenas llega el agua unas horas a la semana se respira un inconformismo generalizado por tal situación.
Así como se padecen los males del agua, igualmente han sido las respuestas de lucha tanto en La Guajira como en Riohacha, donde se hizo un paro cívico por este problema. La capital con casi el 30% de la población sufre los más grandes racionamientos y la captación en el río Tapias se ha reducido en un 25% en tres años. No se ha logrado ampliar la cobertura, y el panorama es tenebroso. Por otro lado con lo que supuestamente se ha invertido deberíamos tener abundante agua potable. En el propósito de defender los recursos hídricos deben converger todas las fuerzas vivas del departamento.