La estupidez nuestra de cada día: la solidaridad

La estupidez nuestra de cada día: la solidaridad

Este es un valor propio de civilizaciones primitivas y de grupos sociales reducidos, que extremadamente perjudicial si se aplica en la sociedad moderna

Por: Luis Ernesto Pérez Osorno
enero 25, 2019
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La estupidez nuestra de cada día: la solidaridad
Foto: Pixabay

Como una invitación al reposo, al descanso mental y para que empecemos a buscar caminos de solución al problema severo de la estupidez, los invito a repasar conmigo este tema del cual hemos oído hablar tanto en estos días y que concitó marchas y manifestaciones y palabrería vana. Solidaridad. ¿Qué sabemos de ella? ¿Podría ser una fórmula para remediar la estupidez?

Solidaridad, palabra que proviene del latín solidus (firme, compacto), está también en salud, soldado, solidez, consolidar. De la misma raíz que soldar, significa fuerza, unión. La solidaridad se fundamenta en el amor, cuyo objeto propio es la unión con los otros y se refuerza en la experiencia de que muchas aspiraciones humanas sólo pueden alcanzar su adecuado cumplimiento en relación con los demás hombres.

Los jurisconsultos romanos se referían a la obligación que nacía entre los distintos deudores de un todo. De este uso nace la idea de solidez, y luego, la de solidaridad.

En el derecho se habla de que algo o alguien es solidario cuando todos son individualmente responsables por las obligaciones. En una persona jurídica, se entiende que sus socios son solidarios y que las partes resultan iguales desde el punto de vista de la consideración civil o penal.

La solidaridad, por tanto, se considera de la esencia, de la naturaleza misma de la persona humana. El hombre es ser social por naturaleza. La solidaridad se entiende como una relación entre iguales, y se aplica solamente a personas, por lo cual no se puede ser solidario con las cosas u objetos. Se puede ser respetuoso o amoroso con la naturaleza, por ejemplo, pero en tanto ello implique una consecuencia de solidaridad hacia los humanos.

El concepto de solidaridad no es necesariamente religioso (caridad, compasión). En su origen, es de carácter político, por tratarse de una necesidad universal, la de estar vinculado con los demás de una forma bidireccional y por ser connatural a todos los hombres.

La verdadera solidaridad está fundada principalmente en la igualdad radical que une a todos los hombres. Esta igualdad deriva de la misma dignidad del ser humano, y es intrínseca a la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido.

La solidaridad es, en sentido estricto, una relación de justicia en tanto igualdad.

Por eso consideramos a la solidaridad como uno de los mejores remedios contra la estupidez, en razón de que destruye los obstáculos discriminadores, expulsores, idiotizantes, egoístas de las relaciones humanas. Y, en razón de la justicia y la igualdad que implica, permite que los comportamientos humanos sean honestos, benevolentes y con una buena dosis de inteligencia (capacidad de elección) de lo correcto.

El supuesto bienestar que se logra cuando, a fuerza de abatir a los otros, de utilizarlos como escalones para ascender al éxito, de olvidarlos en la desgracia, de ignorarlos en la pobreza, de sumirlos en la ignorancia, es sólo una desdichada farsa de poder y comodidad que tiene sumida a la sociedad en un estancamiento podrido de intereses personales que ha relegado al olvido la confianza entre los hombres.

La falta de solidaridad conduce a la insensibilidad de la civilización y a la falta de desarrollo conjunto de todos los hombres, a retrasar la evolución del ser humano, a su estupidización.

La solidaridad es unión, el egoísmo es aislamiento. La solidaridad favorece el desarrollo; el egoísmo, la pobreza. La solidaridad aprovecha los bienes, los distribuye, los comparte, los multiplica. El egoísmo los corrompe, los hace estériles, los pervierte. Para la solidaridad el hombre es amigo del hombre; el hombre es hermano del hombre. Para el egoísmo, homo homini lupus: el hombre es un lobo para el hombre.

Se reconocen en el ambiente social tendencias que se oponen a la solidaridad, en una posición no solo antinatural sino patológica, que desconoce a la dignidad humana y a la responsabilidad con los demás. La solidaridad humaniza. La insolidaridad pervierte y niega la naturaleza humana.

Hay inclusive ideólogos modernos que describen a la solidaridad como un rezago de seres primitivos, enceguecidos por la oscuridad de los tiempos y la ignorancia, estupefactos por el miedo a lo desconocido y cuya única salvación estaba en la búsqueda de los otros en su misma condición.

El economista Friedrich Von Hayek, considerado el padre del neoliberalismo, en su obra La Higiene de la Democracia, "denosta de la solidaridad como un valor propio de civilizaciones primitivas y de grupos sociales reducidos, pero anacrónico y extremadamente perjudicial si se aplicara a la sociedad moderna (en donde los lazos parecen ser únicamente individuales): 'La actual solidaridad no es otra cosa que una reminiscencia emocional de los sentimientos de los primitivos cazadores o recolectores, en la cual todos debían trabajar para servir las necesidades concretas de sus prójimos visibles'. La solidaridad y la pertenencia a un grupo serían (según Hayek) valores que la democracia técnica (el rostro político de la sociedad de mercado) debe eliminar, pues se consideran 'impurezas' del sistema". (Pleonexia, diciembre 15 de 2009).

Apuntes tomados del libro Notas sobre la estupidez. Primera edición. Medellín, Colombia.2017

 

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