Tuve una semana de mierda. No podía dormir. Como toda droga, la Trazodona va perdiendo contundencia con el uso. No hay peor soledad que estar consigo mismo en una madrugada de desvelo. Los problemas me paralizan. Grandes obras de arte han sido creadas en medio de tribulaciones. Eso es lo que nos separa de los genios: la incapacidad de hacer, de una tormenta de limones, una catarata de limonada. A los mortales las preocupaciones nos agobian, así de sencillo. Sin embargo, el problema hubiera calado más hondo hace unos años, cuando no tenía la costumbre de salir a trotar.
Aún no puedo explicar las razones por las que un marihuanero perezoso como yo decidió salir a derrotar la helada que cae sobre la sabana a las cinco de la mañana. Debió ser una frase que le leí a Antonio Caballero que me asustó: la cara de una persona la tallan los vicios que tiene entre los 40 y 50. Hay que saber parar. Está bien la fiesta, pero hay que tener muy pocos recursos interiores, mucho miedo a quedarse con uno mismo, si uno llega a los 44 con el anhelo de malgastarse un viernes con el humo, los polvos y las bebidas de rigor. No sé si les pasa, pero la capacidad de aguantar un guayabo se va deteriorando a medida que uno se va marchitando. La autodestrucción es una de las manifestaciones de la crisis de la mediana edad. Aferrarse a la poca juventud es otra opción cuando no se tiene el billete para comprar un Ferrari.
No es disciplina, es instinto de supervivencia. La pandemia me engordó 10 kilos. Después de que mi suegra muriera, creí que el mundo se iba a acabar. De verdad, alcancé a escuchar las trompetas de los ángeles. Con tristeza me empecé a dar cuenta de que era una falsa alarma. No existe Dios, por eso es que unas criaturas tan viles como nosotros hemos sobrevivido más tiempo de lo que vivieron esos espectaculares animales que fueron los dinosaurios. Entonces se inventaron una vacuna y nada cambió. Los ricos siguieron siendo más ricos, los pobres votaron por Petro. Regresé a la oficina y ningún pantalón me quedó bien. Rompí todos los botones. Nuevo récord mundial. Igual era feliz. Tenía todas las plataformas, la mujer más linda del mundo a mi lado, tiempo para leer. Pero me empezó a doler la espalda. Fui al médico y era la barriga. El peso de la barriga. Reconocer que uno está engordando es difícil. Todos los espejos se acomodan a la imagen mental que uno tiene. Es un error en el que caemos los hombres.
Todo 2021 le hice caso a mi papá. Lo mejor, si uno quiere empezar a quitarse de encima 25 kilos de más, no era arrancar a hacer ejercicio súbitamente. Los músculos memorizan. Hay que enseñarles. Por eso, todo un año duré caminando 4 kilómetros. Este abril, después de quitarme de encima las harinas y la Coca-Cola, arranqué a correr. Correr o llevar a cabo cualquier otra actividad física que requiera estar solo con uno mismo, como el ciclismo, por ejemplo, es una actividad poética. Estás solo con tus pensamientos, con tus sensaciones. Es la forma más sofisticada de meditar. Por supuesto, no es placentero. Hay que ir a acostumbrándose al dolor. Hay que saber que el entrenamiento diario no garantiza que la actividad se haga más fácil. Sobre todo si uno quiere más.
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La única competencia es con nosotros mismos
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La gula me define. Yo arranqué esa primera semana en abril con algo más de 4 kilómetros. Ahora estoy haciendo el doble. La meta es 10 km al día, la misma distancia que cumple, con precisión japonesa, Haruki Murakami. El man, cuando tenía 30, se fumaba 90 cigarrillos al día. Eran los años en los que tenía un bar de blues en Tokio. Un día, por ganas de probar otra droga, salió a correr y no paró. Es especialista en grandes distancias. Una vez, por allá en el 94, se dispuso a correr una ultramaratón en Japón. 100 kilómetros en 12 horas. Durante tres meses no volvió a correr. Estaba desmoralizado. Le dolían, por el balanceo, hasta las manos. Cuando regresó estuvo más fuerte que nunca. Su cabeza también. El oficio de novelista se parece al del maratonista: hay que estar grandes cantidades de tiempo encerrado en uno mismo. La concentración se rompe con el hastío.
Es muy importante, para los diletantes, motivarse con la música. Hay que hacer listas en Spotify. Listas con la música que puede ayudar a conseguirte un ritmo. Música que no te haga desfallecer, que te motive. Es un atrevimiento recomendar canciones para trotar. Eso es tan íntimo como el porno. Cada gusto es una aberración. Hay que tener Strava, el mejor medidor de rendimiento, para saber cómo vamos de tiempo, si mejoramos, si empeoramos. La única competencia es con nosotros mismos. Y no es cliché, en el universo de la trotada nada es cliché, el agotamiento se parece y es un atributo universal.
Y si, cada vez que puedo recurro a la pipa y en las fiestas lo que me sirvan, remilgoso no soy. Aunque pensándolo bien, ya todas las fiestas se acabaron, ya ni siquiera hay amigos, y lo único que queda son ella y el camino.
Ella y el camino.
Adenda: El próximo domingo 30 de octubre se correrá la Allianz 15k. El proceso de inscripciones para esta cita deportiva está abierto al público en la página www.allianz.co/15k y, de manera presencial, en Correcaminos de Colombia (calle 86B No. 15 – 22 Oficina 301 en horario de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 5:00 p.m.) El valor de la inscripción es de $85.000 (individual) y $80.000 en grupos (mínimo 10 personas). Para reclamar el kit de la carrera, se adelantará la Expo Allianz 15K Bogotá, los días 28 y 29 de octubre en Compensar de la Calle 68.