Hace más de una semana se llevó a cabo la elección del rector de la Universidad Militar Nueva Granada que al parecer, pasó sin pena ni gloria ante la opinión pública, y así debería ser, si no fuera por la historia que se tejió para poder llegar a la elección definitiva y en la que, dos generales retirados, dos pesos pesados en el arte de la guerra se enfrentaron en una lucha jurídica por la administración de aquella institución.
Todo comenzó hace más de nueve meses cuando fueron presentados tres candidatos para que el Consejo Superior de la universidad tomara una decisión unánime y se eligiera un nuevo rector o tal vez, se reeligiera a quien, para esa época, ostentaba tal cargo, el general (r) Luis Fernando Puentes, uno de los protagonistas de esta historia.
Cuando se conocieron los nombres de los candidatos, las estrategias, las hipótesis de guerra y las tácticas se empezaron a dibujar, incluso, hasta en el tablero de la rectoría saliente. Sin embargo, la postulación del entonces rector Luis Fernando Puentes, por parte del consejo académico de la universidad, hizo que varias voces como las de los estudiantes, sindicatos, docentes y el cuerpo administrativo de la universidad que parecían apagadas e inconformes, se empezaron a levantar y emprendieron una campaña por ser escuchadas.
Es así como el sindicato de universidades públicas, con gallardía, desenfundó su espada gracias a sus convicciones y sin nada más que perder, avanzó haciendo público que el entonces rector Puentes, otorgó ventajas y beneficios especiales a su propio hijo como estudiante de posgrado en Medicina de la universidad, nepotismo puro y duro; se conoció el despilfarro de regalías asignadas al claustro para desarrollar con urgencia un laboratorio para luchar contra la pandemia, misión que por cierto naufragó; se conoció que la universidad recibió de la Rama Judicial un contrato millonario para prestar un servicio, pero el entonces rector, el general (r) Puentes, “subcontrató” y terminó pagando a aquel anormal subcontratista más de lo que la universidad recibió como pago de la rama judicial.
La reacción del general (r) Puentes no se hizo esperar por lo que se dispuso no solo a defenderse sino a contraatacar, todos vimos cómo fue que el entonces rector, y ahora se entiende por qué; actuaba iracundo y desesperado cuando miembros del sindicato se proponían instalar una pancarta de protesta en la universidad mientras le reclamaban por sus desafueros administrativos en época previa a elecciones por la rectoría. https://youtu.be/SoAuZnkPMYQ?si=SKGnQlj82QB-zBRR
Esa disputa terminó en una tutela con la que se prohibía al sindicato afectar el buen nombre, nada de pancartas, comunicados altisonantes y menos sindicando la administración del rector Puentes. Pero esa batalla ganada no le bastaba al entonces rector para su reelección, pues si bien, de alguna forma se amordazaba al sindicato para que no le hicieran ruido, había un detalle mayor que salía del control del hoy exrector, uno de los candidatos: el mayor general (r) Javier Alberto Ayala Amaya, poseedor de una impresionante hoja de vida militar y académica.
No es casualidad que, una vez controlado el sindicato de universidades públicas, empezaran los ataques a la dignidad, al buen nombre, los estigmas y los reproches que no tuvieron compasión de las familias del general Ayala y de la de un viejo enemigo que lo había denunciado ante la Fiscalía, para que se investigara al entonces general en uso de buen retiro. No tengo pruebas y tampoco dudas, de que esos ataques estaban impulsados por quien sería beneficiado con el escándalo al general Ayala.
Todo estaba calculado, los micrófonos fueron abiertos y apuntados hacia el candidato Ayala, empezaron a correr ríos de tinta y se disparaban opiniones y noticias atiborradas de suposiciones, críticas y falacias como si fueran artillería pesada. Empezó un ataque mediático incesante y nutrido a ver si el ministro de Defensa desistía de postular al magnifico contrincante o tal vez, su templanza fallaba haciéndolo renunciar o tal vez, se buscaba que cada impacto de la prensa generara un riesgo reputacional que fuera capaz de incidir en la decisión del Consejo Superior de la universidad, por aquello de aplicar esa cautela a veces perezosa de: “mejor malo conocido que bueno por conocer”
Todos los ataques resultaron infundados, pues la fiscalía encontró que la conducta denunciada por aquel viejo enemigo era atípica, es decir, que no existió. El general Ayala y su familia lo sabían y por eso seguramente no cayeron en la trampa tendida para alimentar un escándalo público.
Mientras se atacaba al candidato Ayala en medios de comunicación, la Procuraduría, la Fiscalía y la Contraloría empezaban a poner la lupa sobre la administración del entonces rector Puentes, gracias a las voces del sindicato, del cuerpo administrativo y los estudiantes que estaban ya hasta el hartazgo con la conducta del hoy exrector.
La lucha por la rectoría se daba en todos los campos, hasta la cuota de género se trató de usar como pretexto para desarmar la terna
La lucha por la rectoría se daba en todos los campos, hasta la cuota de género se trató de usar como pretexto para desarmar la terna. Hubo desde una lánguida manifestación, hasta un par de tutelas fallidas.
Finalmente llegó el día de la elección y los peores presentimientos del entonces candidato y rector se hicieron realidad, el Consejo Superior eligió al general (RVA) Ayala como nuevo rector. No obstante, el general Puentes, que es un hombre preparado para la guerra, ya tenía entre manos otras siete acciones de tutela, unas propias y otras al parecer en cuerpo ajeno. Ninguna se encontró procedente.
Sin embargo, lo que no resultó fallido para el frustrado candidato y exrector Puentes, fue una demanda electoral sencilla ante el Consejo de Estado y en la que se le concedió la razón, así él, asestaba un golpe contundente, casi determinante, pues se suspendió al rector electo Ayala y se inició un tremendo litigio ante lo contencioso administrativo para rebatir un tecnicismo de la elección.
Podrían pasar años y mientras tanto, la universidad quedaría a la deriva y seguramente con el tiempo, se buscaría todo lo necesario para lograr la reelección del general Puentes.
La estrategia desplegada parecía certera, el general Ayala estaba contra las cuerdas, él quedaba fuera de la rectoría de inmediato, mientras el complejo litigio podría tardar años y mantenerlo alejado de la rectoría. Todo parecía perdido, pero entonces, la estrategia militar aplicada las batallas jurídicas y judiciales hicieron su aparición. El general (r) Ayala para defenderse y darle punto final a la disputa, aplicó lo que en los ejércitos del mundo se conoce como “operación retrograda”.
Es decir, un movimiento organizado en dirección opuesta al enemigo que le hace pensar que se asume la derrota, pues no solo guardó prudente silencio ante el escándalo infundado, sino que ahora, el general Ayala contestaba la demanda aceptando las pretensiones del demandante. y esa estrategia, desarticuló el ataque de Puentes porque lo que tardaría años en un litigio, finalmente tardó días y, en consecuencia, la sentencia anticipada anuló la elección y de esta forma, de una vez por todas, los dos generales volvieron a encontrarse en la arena de la elección ante el Consejo Superior.
Llegado el día D, cada uno con su plan rectoral, en igualdad de armas y sin mayores artilugios que sus propias ideas, se enfrentaron a puerta cerrada y en franca lid ante el Consejo Superior Universitario
Llegado el día D, cada uno con su plan rectoral, en igualdad de armas y sin mayores artilugios que sus propias ideas, los candidatos se enfrentaron a puerta cerrada y en franca lid ante el Consejo Superior Universitario, para ver quien convencía definitivamente a aquellos electores. “Alea iacta est”, la suerte está echada: votaban por reelegir al general (r) Puentes o votaban por el general (r) Ayala, el tercer candidato, el mayor general (r) Jaime Agustín Carvajal Villamizar, acudió respetuoso a la elección, pero estaba claro que ese no era su duelo, sin embargo, jamás claudicó.
Ya estando en el campo de batalla, toda esa guerra de desgaste formulada por quien pretendía ser reelegido finalmente cobró su precio más alto y entonces, el general Puentes entendió que había perdido el 100 % de los votos del Consejo, - el general no tiene quien lo elija-. Al advertirlo, como última jugada desesperada, se dispuso a exponer su plan rectoral intentando una especia de retiro de la batalla, avisando ahí mismo, en plena audiencia de elección que renunciaría como candidato, con lo que se intentaría fallidamente aplazar la escogencia al desarmar la terna.
No obstante, el compromiso por elegir de forma eficiente al servidor público, cosa que no pasa por estos días en la Corte Suprema de Justicia con la Fiscalía General de la Nación; hizo que el Consejo Superior asumiera su compromiso con el país y no cayera en la artimaña que mantenía la universidad en vilo y sin seguridad jurídica hasta ese momento.
Así las cosas, sorteando aquel último embate, con una votación aplastante se escogió general (r) Ayala como nuevo rector de la universidad mientras que al general Puentes, no le correspondió ni un solo voto.
La comunidad neogranadina y los colombianos que creemos en las instituciones del Estado social de derecho, respiramos al fin, un aire de estabilidad jurídica. Al menos allá, en la universidad militar, amanecerá y veremos...
@HombreJurista