Desde hace un año Uribe viene asustado. “Cuidado con el 22” trinó. El gran temor del uribismo son las elecciones de 2022, quieren huir de ellas, como el diablo huye del agua bendita. Se saben perdedores, y entienden que una vez desalojados del poder, no regresaran, entre otras cosas porque su descomunal pasado criminal se revelará como una montaña gigantesca que nadie podrá negar. Ya pasa con los falsos positivos, ni los uribistas más acérrimos los niegan, solo tratan de desplazar la responsabilidad hacia los soldados, unos “ignorantes que malinterpretaron las órdenes”, dijo el general Montoya.
El uribismo duro, el más radical, la extrema derecha colombiana, la que defiende sin sonrojarse los falsos positivos y la alianza con el paramilitarismo narcotraficante como un costo necesario para combatir las guerrillas, hoy está convencido de que en las próximas elecciones no lograrán conservar el poder. La movilización popular, la de noviembre de 2019 y la de hoy, y las encuestas inclinan la balanza hacia el antiuribismo. En realidad, el uribismo es una minoría que sigue en el gobierno porque el fajardismo se negó a formar una alianza con Petro, y de esa manera ganar en primera vuelta en el 2018. Desde el 2018 hasta el 2022 el uribismo vive con un tanque de oxígeno prestado por Fajardo.
Pero eso solo fue alargar su agonía. Hoy Uribe siente que va a perder el poder, la única garantía que tiene para no perder su libertad; y su séquito siente que va a perder su participación en la torta: contratación, poder e impunidad; y muchos su libertad, su ejercicio del poder ha estado mezclado con la criminalidad. Por ello harán todo lo posible para conservar el poder. Eso los hace sumamente peligrosos, son, usando el símil empleado por Uribe, una culebra herida. De su disposición a acudir al crimen para lograr sus objetivos hay pruebas de sobra: los vínculos de muchas de sus figuras con el paramilitarismo y el narcotráfico, su defensa cerrada de los falsos positivos y de funcionarios condenados por corrupción, la manipulación de testigos par parte del mismo Uribe…
No hay duda de que son capaces de cruzar límites que otras personas no cruzarían. La represión de la protesta popular de estos días es prueba de ello. Han desatado el accionar criminal de la policía abiertamente, las cámaras han registrado asesinatos en directo, han gradado a policías disparando, cual sicarios, desde sus motocicletas, y ahora usan tanquetas y helicópteros contra la población en las ciudades. Pareciera que su estrategia es asesinar para desatar la ira popular que lleve a una violencia desbordada en las ciudades, al punto de que para parte de la población resulte aceptable la declaración del viejo estado de sitio, la anulación de las garantías fundamentales de los ciudadanos, la supresión de derechos como la libre reunión y movilización, la libertad de prensa y la inviolabilidad del domicilio. A ello se sumarían facultades extraordinarias al gobierno, y un mayor empoderamiento de los militares.
Medidas como esas crearían las condiciones ideales para no realizar las elecciones en 2022, el gran sueño de Uribe, sea que se extienda el gobierno de Duque o que acudan a otra figura, como un gobierno de facto bajo el título de “gobierno de transición” o “gobierno de unidad nacional”. Simples y abierta dictadura que de inmediato se consagraría a la tarea de destruir el movimiento social y de oposición para garantizar el dominio político de la derecha por otros 50 años.
Tal panorama es muy posible hoy, el principal objetivo estratégico del campo popular debe ser la preservación del marco democrático y la realización de las elecciones en el 2022, lugar en donde, hoy más que nunca, es posible la derrota política del uribismo y del régimen político que desde hace décadas gobierna el país en beneficio de una minoría oligárquica y criminal, y en desmedro de la mayoría de los colombianos. Entender eso es esencial para no terminar favoreciendo los planes del uribismo.