Ante una situación de crisis se puede ser paloma y se puede ser halcón, lo que nunca se puede ser es avestruz
José Luis Carrascosa
De acuerdo con la creencia popular el avestruz entierra su cabeza en el suelo para evitar los problemas*. Por ello, cuando hablamos de la estrategia del avestruz, nos referimos a la actitud que tienen ciertos gobernantes cuando persisten en la práctica de la estrategia del avestruz para tratar de ocultar o minimizar las crisis. En relación con el problema del narcotráfico este gobierno ha creído que una crisis ocultada o silenciada es una crisis resuelta. Esto es y ha sido un error y los colombianos durante muchos años vamos a pagar esta monumental equivocación.
El serio y competente senador Iván Duque resume en reciente artículo en Portafolio (oct. 26/17) el fondo del problema: “Las Farc negociaron como una organización monolítica y de mando unificado, hoy se han creado ‘disidencias’ en distintas regiones del país que se acercan a los dos mil miembros. Estas estructuras están dedicadas al narcotráfico y están organizando grupos de cocaleros protegidos bajo el paraguas del acuerdo, que señala que el narcotráfico es un delito conexo al delito político cuando se perpetra para financiar, promover y ocultar la ‘rebelión’, seguido por hacer la sustitución y erradicación voluntaria y no obligatoria. Esas acciones permisivas y tolerantes de los acuerdos entre el gobierno Santos y las Farc, asociadas con las estructuras criminales que siguen en el narcotráfico, se ha visto reflejada en el vertiginoso aumento de los cultivos ilícitos en el país, hasta el punto de tener más hectáreas sembradas de coca que las existentes al iniciar el Plan Colombia, a finales de los años 90. Este crecimiento del principal combustible del terrorismo es una amenaza enorme para muchas regiones donde la coca empezará a generar distorsiones frente a otros cultivos y se consolidará como un detonante de mayor lavado de activos y contrabando”.
El gobierno de Estados Unidos advirtió
que las implicaciones del acuerdo de paz firmado con las Farc,
a largo plazo en el tráfico de dogas, “no son certeras”
En reciente informe la DEA señala que los cultivos de hoja de coca en Colombia aumentaron 18 % en 2016, pasando de 159 000 hectáreas a 188 000, mientras la producción de cocaína creció en un 35 % entre 2015 y 2016, pasando de 250 toneladas a 710 toneladas. El gobierno de EE.UU. prevé un incremento de los cultivos de hoja de coca y de la producción de cocaína en Colombia por lo menos hasta el 2018. Al mismo tiempo advirtió que las implicaciones del acuerdo de paz firmado con las Farc, a largo plazo en el tráfico de dogas, “no son certeras”. Pero como si la anterior situación no fuera de por si grave, el lío cocalero se ha agravado por tensión entre campesinos, afros e indígenas. Según informes de prensa, “Miles de cultivadores están en resguardos y tierras que fueron tituladas a población negra. Los tres grupos le exigirán al Gobierno que en su política antidrogas priorice la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos por encima de la erradicación forzada, concertar con las comunidades la manera de hacer el tránsito a los plantíos legales, que actúe para evitar la violencia contra los líderes sociales (dicen que van 125 asesinados desde que se firmó la paz con las Farc) y que cumpla los acuerdos que involucran el campo. Pero hay un asunto que los enfrenta y que le ha creado al Gobierno uno de los problemas más difíciles de resolver en medio de la implementación de los acuerdos de paz con las Farc: la reubicación de miles de campesinos cocaleros que tienen sus cultivos en territorios indígenas y afrocolombianos.”
El problema del narcotráfico es serio y complejo. Soluciones mágicas no hay a la vista. Pero lo que sí es claro es que la ‘estrategia del avestruz’ de este gobierno, lejos de ser parte de la solución, ha sido parte del problema.
* En realidad lo hace para alimentarse.