El descomunal escándalo internacional desatado a raíz de las impresionantes denuncias de la ex senadora Aída Merlano en los tribunales judiciales de Caracas, en las que ha destapado toda la podredumbre de la élite política colombiana, aceleraron los cambios en el gabinete ministerial de Iván Duque para desviar la atención de la opinión pública colombiana, duramente impactada por los detalles entregados por Merlano sobre el perverso funcionamiento del inveterado poder político en Colombia, tanto en la regiones como a nivel nacional.
La fugitiva ex senadora ha dado detalles de cómo se dio su fuga de la cárcel de Bogotá y posterior huida hacia Maracaibo, presionada y financiada por los grupos políticos delincuenciales de Barranquilla y la Costa Caribe que encabezan los clanes Char y Gerlein, poderosas oligarquías regionales asociadas a la corrupción y el narcotráfico, empeñadas en silenciarla a toda costa.
Igualmente, en esta compleja y oscura trama han intervenido Duque, Uribe, Vargas Lleras y el ex Fiscal Néstor Humberto Martínez para esconder sus delitos en el poder.
Merlano se fue de Colombia porque el plan era asesinarla y enterrarla como NN en Valledupar, donde manda la mafia de los Char.
En la noche anterior y la mañana de hoy, Colombia no salía del estupor al recibir la información de lo que ocurrió en Caracas, donde, con toda libertad y garantías, Merlano entregó los detalles de esta cloaca política que presume de democracia civilizada y paradigma de los derechos humanos.
El golpe ha ido directo a la raquítica gobernabilidad y gobernanza del régimen uribista de Duque.
Tanto el procedimiento técnico de la gestión de gobierno, completamente inocuo por la mediocridad de un gabinete presentado como tecnocrático, el aislamiento en el legislativo y el choque con las cortes judiciales; como la legitimidad, golpeada por una poderosa movilización social que cuestiona las medidas neoliberales de la administración, indican una profunda crisis de la dominación oligárquica del bipartidismo.
Lo de Merlano es prácticamente la guinda que completa este cuadro de colapso del régimen, empeñado, además, en la destrucción violenta del gobierno bolivariano del Presidente Nicolás Maduro, según el mandato de Trump.
Lo que ha hecho el ajuste del gabinete de Duque es reforzar el poder de las oligarquías políticas colombiana, incluyendo en los ministerios a los representantes del ultraderechista e impopular ex Vicepresidente Vargas Lleras y de los grupos conservadores ligados al latifundio ganadero y al neoparamilitarismo coquero de la Costa Caribe.
La cosa es para peor. La inercia del gobierno se profundizará y cada quien en el poder se siente en libertad para imponer sus intereses, empezando por Sarmiento Angulo, el principal multimillonario de Colombia al control de los principales resortes del poder.
Nuevos retos para el movimiento social y la protesta popular que debe exigir profundos cambios democráticos en el Estado.