En buena hora acaba de suceder lo que ocurrió el pasado domingo 27 de octubre en las elecciones locales para escoger alcaldes, gobernadores y otras autoridades locales y regionales en Colombia.
El uribismo fascista y su telaraña se desplomó.
Ocurrió un gran estruendo político, social y simbólico.
Es el resultado lógico de varios procesos en curso desde el año anterior. El gobierno de Iván Duque, del Centro Democrático, es la expresión más evidente del fracaso del Estado, del actual régimen y del proyecto político alimentado por la ultraderecha militarista, terrateniente, financiera y delincuencial.
El régimen de Duque es una vergüenza y una verdadera calamidad institucional por donde se le mire.
En sus catorce meses de existencia todos sus pasos han sido un acumulado de desaciertos y metidas de patas asombrosas.
Su estrategia contra Venezuela y el gobierno revolucionario de Nicolás Maduro raya en la demencia, el disparate y la subordinación al aparato militar de la decadente potencia imperial gringa.
No me refiero a más casos, aunque la lista de errores es muy grande. Basta con indicar que está pronto a caerse el Plan Nacional de Desarrollo y ahí sí apague y vámonos.
Lo de la paz, el exterminio de los líderes sociales, el asesinato de los excombatientes de las Farc y el resurgir del paramilitarismo es lo más grave de todo este cuadro. De miedo.
Es tan tétrico el escenario que las centrales obreras, Fecode, la Uso y miles de organizaciones agrarias ya avanzan en la organización de un potente paro cívico antineoliberal para el próximo 21 de noviembre, con bloqueo a los principales centros urbanos de Colombia.
Claro que la debacle uribista y de su jefe el caudillo del Ubérrimo no es ajena a la gran explosión popular latinoamericana con puntos clave en Ecuador, Chile, Santiago y Buenos Aires.
Todo es sistémico y está encadenado. El pueblo colombiano camina en la dirección del alzamiento social latinoamericano.
El uribismo recibió el repudio y la rechifla generalizada en todo el país.
Cito casos emblemáticos de esta muenda: Medellín, Santa Marta, Cali, Bogotá, Armenia, Popayán, Pereira, Cartagena, Montería, Córdoba, Cesar, Bucaramanga, Neiva, Cúcuta, Lorica, varios departamentos más y cientos de municipios en que la ciudadanía salió a protagonizar esta histórica rebelión. La gente perdió el miedo y enfrentó esa máquina de muerte y delincuencial.
Esto no lo vivíamos desde el mes de octubre del 2003 cuando derrotamos este personaje en el referendo neoliberal que se promovió desde la Presidencia de la República.
Están maduras las condiciones para una gran revuelta que liquide a Duque y su inepto régimen neoliberal.
Están maduras las condiciones para que el pueblo dé un gran salto democrático y progresista que consolide la paz, construya la justicia, promueva la equidad y la soberanía nacional.
Gustavo Petro tiene un gran desafío en esta coyuntura. Hay que superar los recientes errores políticos y colocarse tono con el clamor colectivo de los colombianos.
Vamos al paro cívico del 21 de noviembre. Acompáñenos las acciones preparatorias de los estudiantes universitarios que este 31 de octubre realizarán grandes concentraciones contra la corrupción, la violencia y el incumplimiento a los acuerdos pactados el año anterior; por la democracia, por la gratuidad y por el bienestar de los estudiantes. Los estudiantes están exigiendo que se vayan rectores siniestros y corruptos como García Duarte (Distrital), Carlos Prasca (Atlántico), Echeverri Murillo (Quindío) y Jairo Torres (Montería). Hay que depurar las universidades públicas.