Musa Besaile Jalife fue un adinerado descendiente sirio libanés que durante gran parte de su vida disfrutó de una sólida reputación en el municipio de Sahagún y poblados aledaños de los departamentos de Córdoba y Sucre. Se destacó por ser lo que se dice, en el argot costeño, “un tipo jodido”, cuya traducción más fiel es: serio, disciplinado y responsable. De modo que hacer tratos con él era prenda de garantía, además de un good will asegurado que abría puertas a nuevos negocios.
Casado con una cartagenera, también de ascendencia “turca”, doña Yolanda Fayad, con quien tuvo cuatro hijos varones: Jhony, Musa, Edwin y Yamil, dedicó toda su vida a la empresa de las fincas, la ganadería y la compra venta de arroz, llegando a poseer una de las más prósperas industrias arroceras de la sabana.
Su fortuna no llegó a ser incalculable, pero le alcanzó para prodigarse una vida de comodidades, adquirir bienes muebles e inmuebles de alto valor y educar a sus hijos en las más prestigiosas instituciones privadas, además de asegurarles un futuro sin afugias económicas.
Sobre él cuenta la leyenda que llegó a Sahagún con una mano adelante y la otra atrás, siguiendo la ruta de muchos de sus desarraigados connacionales que huían del convulsionado Medio Oriente atravesando el Atlántico, buscando mejor vida en tierras de América. Se empleó como tractorista en la hacienda de un compatriota suyo, de nombre “Badith”, pero su disciplina y su rigurosidad le llevaron en unos cuantos años a adquirir su propio capital, el cual hizo crecer al cabo de otro tiempo.
Falleció en el año 2000, víctima de un cáncer de pulmón muy probablemente originado por su insaciable vicio de fumar, cuando su hijo mayor fungía como alcalde de los sahagunenses. Para la fecha de su deceso, Jhony Moisés, ya había sido separado dos veces de su cargo por la Procuraduría Departamental en el marco de unas investigaciones por irregularidades en la contratación de letrinas. Las malas lenguas decían por aquel entonces que la vergüenza que sentía don Musa a causa de tal escándalo, aceleró su muerte.
Sea aquello cierto o no, nadie podrá negar que el gran sueño de don Musa fuera el de ver a sus hijos convertidos en los hombres de bien que él supo ser, al margen de todo proceder oscuro o dudoso, acrecentando la riqueza que él adquirió con esfuerzo y dedicación. Si así fuere (nadie podrá desvirtuarlo), murió viendo las primeras señales de que solo su herencia sería mil veces multiplicada.
La malsana política que en este país todo lo corroe como el más ácido y tenaz de los salitres tocó un día a la puerta de su familia y la dejaron entrar como Pedro por su casa. El primero de la descendencia fue también el primero en dejarse tentar. Siendo aún muy joven, recién graduado de Administrador de Empresas, el por aquellos tiempos cacique y varón electoral de Córdoba, Jorge Ramón Elías Nader, “Joche Elías” para los cordobeses o “Don Joche” para sus paisanos, le propuso ser candidato a la alcaldía de Sahagún. Tras una campaña caracterizada por su holgura en dinero y denuncias de compra y trasteo de votos, sufrió una apabullante derrota que aún hoy día muchos comentan en su pueblo natal. Los más arriesgados dicen que Don Joche fue el responsable de la debacle al mandar a este cordero lleno de plata al matadero de la intrincada política local.
Pero Jhony no estuvo dispuesto a dejarse amedrentar y dos años después volvió a saltar al ruedo de la contienda electoral, alejado de las toldas de su padrino político (que en 2007 acabó preso e inhabilitado en virtud de los fallos condenatorios del sonado Proceso 8000) y se alzó con el primer cargo público de su municipio.
Ya se dijo que fue separado un par de veces de su cargo pero no que logró terminar su mandato y que luego de muchos ires y venires por pasillos y despachos de justicia terminó absuelto de toda culpa.
El camino de Jhony fue prontamente seguido por Musa, el segundo de los hermanos. En 2002 y 2010 fue elegido representante a la Cámara por el partido Liberal y en 2014 logró un escaño como senador en el Congreso de la República por el Partido de La U con la “maricuya” de 156.288 sufragios, la segunda votación más alta en esas legislativas. No obstante, en 2017 la Fiscalía General de la Nación lo vinculó al caso Odebrecht, en el que están involucrados reconocidos políticos y altos funcionarios de los gobiernos de Uribe y Santos por supuestamente recibir coimas para beneficiar a esta multinacional brasilera en la adjudicación de contratos estatales. Como por esa vía no fue posible, la justicia colombiana lanzó una nueva soga para amarrarlo. En septiembre de ese mismo 2017, tras las confesiones del exfiscal Luis Gustavo Moreno, la Corte Suprema de Justicia le imputó cargos y ordenó la captura de Musa Besaile Fayad por los delitos de cohecho y peculado, por la presunta compraventa de decisiones judiciales dentro de un proceso por “Parapolítica” que se le adelantó en 2007 y archivado en 2016. Diez días después, el poderoso gamonal electoral, dormía su primera noche en los calabozos de la cárcel La Picota de Bogotá.
El último en llegar fue Edwin, el tercero de los herederos de Don Musa, quien ingresó por la puerta corrediza de la contratación y en 2015, tras un acuerdo con el grupo de su coterráneo y directo rival, Bernardo Miguel Elías Vidal, “El Ñoño Elías” (actualmente preso por el caso Odebrecht), ganó la Gobernación de Córdoba. A solo pocos meses de su gobierno firmó una orden de pago de dineros que fueron a parar al denominado “Cartel de la Hemofilia” y antes de cumplir sus primeros dos años de mandato el exgobernador de Córdoba, Alejandro Lyons, lo había implicado en sus confesiones en el marco de un acuerdo con la Fiscalía General de la Nación por colaboración con la justicia.
Al sol de hoy, Jhony aspira a ocupar la curul dejada por su hermano Musa, en un esforzado intento por no dejarse bajar de ese potro brioso pero rentable que es la política en nuestro país. Pero las cosas parecen complicársele más cada amanecer. Este 18 de enero, la Procuraduría General de la Nación separó por tres meses del cargo de Gobernador de Córdoba a su hermano Edwin. De modo pues que con Musa tras las rejas y Edwin alejado de las chequeras de la Gobernación, el panorama no puede ser más gris.
Cualquiera que sea el final de esta historia de ambición, poder y corrupción, no podrá ser más alejado de lo que un día de hace muchos años soñó para su progenie Don Musa Besaile Jalife, el disciplinado sirio libanés que una mañana remota de la primera mitad del siglo veinte, arribó a la sofocante plaza principal de Sahagún, con una mano adelante y la otra tras, pero con un sartal de sueños entre pecho y estómago que le hizo olvidar en aquel justo momento, el hambre y los desvelos de la travesía ultramarina de la que acababa de desembarcar.