Claro que tenía razón César Augusto Londoño, Colombia es un país de m… Acá siempre pasa lo impensado y es el lugar donde la guerra terminó y ganaron los malos. No puede ser posible que mientras asesinan impunemente a cientos de líderes sociales en el país, a la estatua de Diomedes Díaz le asignan dos policías para protegerla de sus devotos que le ofrecen las ofrendas que más disfrutó en la vida: Old Parr y cocaína.
Diomedes es un ídolo, no cabe la menor duda. El va a vivir para siempre en sus canciones gloriosas y en sus escándalos: no podemos olvidar lo que sucedió en una de sus fiestas. A mí qué me importa que se burlen de la fea estatua de Diomedes, ese tipo que dejó morir a Doris Adriana Niño en una fiesta y después la enterró. Además, tampoco podemos olvidar que él estuvo escoltado por sanguinarios paramilitares un tiempo. Su vida no es ejemplo de nada y menos en una estatua, una estatua además horrible, cabezona, que ni siquiera se le parece.
A raíz de que la semana pasada se publicaron en redes cientos de fotos de gente dándole perico y Old Parr a la estatua, las autoridades —qué ridículez, por Dios— decidieron tomar cartas en el asunto y le asignaron dos escoltas. Dios mío, es una inmoralidad. En un país con tantos muertos es increíble que se le asigne un par de tombos a una estatua y se deje a los líderes sociales desamparados. Qué tristeza de país. Qué ridiculez.