Cuando Dios, el universo, o la naturaleza nos libren de la cantaleta en vida de Álvaro Uribe muy seguramente se construirá una estatua en su nombre ¿O estatuas? Por lo menos tendrá dos, una en Montería y otra en algún lugar de Antioquia.
Si en un país al que solo le gusta armar guerras en el extranjero para mantener una relativa calma interna como Estados Unidos, lo está sacudiendo el desmonte de símbolos de hace 200 años, da terror pensar en Colombia lo que pueda pasar en un escenario pos Uribe ¿Intentarán cambiar la denominación de la historia y ya no nos referiremos a los años como antes y después de Cristo sino a.U y d.U? ¿Sus seguidores se denominarán supremacistas paisas?
A diferencia de muchos expresidentes menos relevantes como Andrés Pastrana o César Gaviria es innegable que Álvaro Uribe es un hito para la historia en Colombia. Obviamente no es el gran colombiano como algunos exageran, pero sí es un hombre que genera muchas pasiones.
Álvaro Uribe nunca fue capaz de derrotar militarmente a las FARC, su gobierno estuvo lleno de escándalos, de persecución política a la oposición, de compra de congresistas para poder hacerse reelegir como presidente. Tuvo muchas cosas para el olvido, pero también tuvo cosas buenas como que d.U todos pueden ir a la finca (aunque la mayoría de sus seguidores no tienen finca).
Pero dejando a un lado la sátira, Álvaro Uribe es sinónimo de tristeza, dolor y rabia para muchas familias y personas en Colombia. Sin embargo, mal o bien es un referente en la actualidad y lo seguirá siendo después de su muerte. Uribe despierta sentimientos intensos en muchos, algunos de repulsión, otros de adoración. Y precisamente esto es lo que lo hace valioso. Su beligerancia verbal y sus actos en vida generaron cambios en la sociedad colombiana. Algunos pensamos que eso fue nocivo para nuestro país, otros piensan diferente.
Donna Gabaccia, profesora de historia de la Universidad de Toronto, refiriéndose a los violentos hechos ocurridos en Charlottesville dijo que “los monumentos se vuelven controversiales cuando la opinión pública y la noción histórica que se tiene sobre ellos cambia, lo cual es inevitable. La controversia solo puede ser resuelta cuando todos los puntos de vista empiezan a entender la diferencia entre el pasado que creó los monumentos y el presente que inevitablemente busca nuevos significados en ellos”.
Sin duda la estatua de Álvaro Uribe generará controversia, pero lo que no podemos permitirnos es replicar esa violencia que quiso generar cuando estuvo vivo. Haremos honor a la Colombia que queremos cuando sus detractores, entre los cuales me cuento, dejemos reposar en paz su estatua por años y décadas. Tal vez su inerte monumento nos transmita la calma y la paz que no fue capaz de comunicar en vida, y nos permita recordar un episodio de la historia que no queremos repetir.
