Desde hace 43 años todos los gobiernos, empezando con Alfonso López Michelsen hasta llegar a Gustavo Petro, han intentando llegar a un acuerdo de paz con la guerrilla del ELN, pero se han encontrado con dos barreras que les han resultado difíciles de franquear: la renuncia de la organización y su violencia reactiva.
La renuencia ha sido producto de las fracturas internas en el mando de la organización después de la muerte en combate, en 1966, del cura Camilo Torres Restrepo y el exilio en Cuba de Fabio Vásquez Castaño, el último de los comandantes únicos antes de que el movimiento optara por un mando primero colegiado y luego descentralizado.
Las tragedias, como la explosión del oleoducto de Machuca (1998) y el atentado con un carro bomba contra la Escuela de Cadetes de la Policía (2019) han hecho volar en mil pedazos acercamientos al diálogo que parecían promisorios.
Las fracturas internas, producto de los desacuerdos en la línea de mando colegiado, dieron origen en momentos históricos a dos vertientes en el seno de la organización, que por momentos han parecido movimientos distintos. De un lado, la llamada Unión Camilista, un poco más apegada a la ideología tradicional, y por otro el Frente Domingo Laín, fortalecido militarmente en zonas donde el dinero se mueve a expensas de la explotación del petróleo y la coca.
Atentando a la Escuela de Cadetes General Santander con carro bomba, el 17 de enero de 2019, dejó 21 muertos y 80 heridos
Aunque ninguno de los bandos acepta que haya división y menos que se puedan escindir, lo cierto es que existe una línea dura que se hace sentir con acciones extremistas cuando no está de acuerdo con la otra sobre los contenidos políticos de sus potenciales agendas de diálogo con los gobiernos.
Solo en una ocasión, el movimiento insurgente ofreció un acuerdo de paz tras aceptar su debilidad militar. Ocurrió en 1975, cuando propuso una tregua y una posible desmovilización al entonces presidente Alfonso López Michelsen. En ese momento el ELN no lograba reponerse de la operación Anorí, iniciada en 1973, en la que sufrió cerca de medio centenar de bajas estratégicas. Esa derrota y la muerte en combate de Camilo Torres, en 1968, se cuentan en los anaqueles como dos de sus más grandes derrotas militares.
Operación Anorí (1973), maniobra que casi acaba con el ELN
Ese ofrecimiento dio lugar a lo que podría considerarse como el primer despeje territorial para facilitar la desmovilización de un grupo alzado en armas. El área fue habilitada en Barrancabermeja, pero la diezmada fuerza de entonces nunca se presentó a la cita y adujo falta de garantías por el cerco militar que enfrentaba. Es cierto que entonces el mando militar no se supeditaba en estos asuntos al gobierno y esa sería una de las razones por las cuales López Michelsen llamaría a calificar servicios al general Álvaro Valencia Tovar, conductor de las operaciones armadas que diezmaron al movimiento que lideró transitoriamente su antiguo amigo Camilo Torres.
Casi veinte años después, en 1994, el ELN -normalmente replegado en propia ideología y poco dispuesto a buscar alianzas con otras organización- aceptó sorpresivamente hacer parte de la Coordinadora Nacional Guerrillera que dialogó con el gobierno de César Gaviria en Tlaxcala, México y en Caracas. La coordinadora pasaría a llamarse “Simón Bolívar”, cuando las Farc también aceptaron sumarse a ella.
La coordinadora y sus esfuerzos se fraccionaron irremediablemente cuando uno de sus integrantes, el EPL, secuestró y dio muerte al exministro de Obras Públicas Argelino Durán Quintero. Aun así, el ELN hizo un aporte al proceso de paz al no impedir -ni perseguir posteriormente- a una de sus alas, la llamada Corriente de Renovación Socialista, cuando ésta firmó un acuerdo definitivo para su desmovilización.
Diálogos de Paz en Tlaxcala (México)
Otro aspecto importante es que el ELN quiso corregir la atomización del mando con la integración de un Comando Central con la vocería de Antonio García. García fue precisamente uno de los propiciadores que estuvo a punto de llegar a buen puerto. Consiguió un acuerdo preliminar con el gobierno de Ernesto Samper que llevó las conversaciones de paz a escenarios de España y Alemania.
En ese empeño el ELN se apoyó en dos personajes que primero fueron conocidos en Colombia como intermediarios en la liberación de sus secuestrados: los esposos alemanes Werner y Micaela Mauss. Ellos jugaron un papel clave para que la ciudad teutona de Maguncia, como lo hicieron también miembros del ELN a los que se les reconoció la condición de prisioneros políticos y fueron excarcelados.
Una comisión de notables que participó en los esfuerzos en Alemania logró la firma de un preacuerdo con el ELN que se protocolizó en España. Sin embargo, esos diálogos se hicieron sin un cese el fuego estable y por eso algunas facciones del ELN siguieron operando. Una de ellas fue la causante del incendio del oleoducto en Segovia, Antioquia, donde murieron 84 personas. La tragedia les quitó legitimidad a los esfuerzos de paz y lo conseguido hasta entonces se desmoronó.
Masacre de Machuca (1998) el Eln atacó un oleoducto que produjo un incendio que mató a 84 personas
Por aquella época la muerte del cura Gregorio Manuel Pérez, otro de los jefes históricos, alrededor de cuya figura el mando de la guerrilla buscaba mayor solidez, fallecido por causa de una hepatitis, generó la sensación de que la línea de gobierno del grupo armado quedaba acéfala.
Aunque su prioridad fueron siempre las Farc, el gobierno de Andrés Pastrana también lo intentó y consiguió, a través de un jefe del ELN conocido como “Óscar”, acercamientos en un campamento nacido como Río Verde, en Antioquia. Alcanzó a acordar la desmilitarización de un área en región del sur de Bolívar. Aunque no estaban directamente ligadas, el fracaso de las negociaciones con las Farc en el Caguán y el despliegue militar lanzado entonces terminó por afectar también el incipiente proceso con el ELN.
Desde Álvaro Uribe hasta hoy, otros intentos han dependido del apoyo ocasional de Venezuela y de algunos países de la Unión Europea, pero no han logrado trasponer las líneas de unas hojas de ruta que nunca se cumplieron. Sólo la administración de Iván Duque oyó un “no” rotundo cuando condicionó cualquier aproximación a la liberación de todos los secuestrados y al cese unilateral del fuego.
'Pablito', 'Antonio García', 'Gabino' y 'Pablo Beltrán'
Quizá por esa inestabilidad y por las discrepancias internas, el gobierno Petro acordó una suspensión de hostilidades con una facción, pero el grueso del ELN se encargó de desmentirlo. Un acercamiento a ese grupo dependerá siempre de un conocimiento previo más profundo de su estructura y de sus intereses encontrados.
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