Fue el matrimonio del año. Salvatore Mancuso era un personaje en Montería que era visto como el redentor de la región por haber derrotado a la guerrilla, Farc, Epl, ELN. El Mono lo llamaban y por su matrimonio con su primera esposa Martha Dereix con las que tuvo sus tres hijos: Jean Louis, Gianluigi y Jean Pau, le permitió codearse con la elite cordobesa que nunca cuestionó su compromiso con la fundación de los paramilitares ni con las acciones violentas por las que la justicia los reclama ni por los más de 70 mil crímenes que aún debe ni el tráfico de narcotráfico que lo encerró 20 años en una prisión de alta seguridad en Estados. Todo se veía como una necesidad para liberar el departamento de la guerrilla con un saldo final que se vio incluso en la valorización de las tierras del Sinú.
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Por esto su matrimonio con Margarita Zapata González, a quien conoció en el 2004 después de desmovilizado, durante el primer gobierno de Álvaro Uribe, lo planteó como un acto de desagravio con más de mil invitados en el que además de sendos círculos familiares, la gran mayoría de los invitados pertenecían a las altas esferas políticas, empresariales y militares del país, principalmente de la región. No hubo sanción social y los casi 250 que acompañaron a la pareja no temieron asistir a la reunión que empezó sobre las 5 de la tarde en la recién comprada finca Puerto Amor, en el municipio de Puerto Escondido en Córdoba. Todos iban vestidos de blanco, un protocolo definido desde las invitaciones.
El enlace entre el cordobés Salvatore Mancuso Gómez y su novia Margarita Zapata González se ofició por lo civil el 3 de diciembre de 2005. Un año de gloria para el jefe paramilitar que estaba liderando el proceso de paz entre las AUC y el gobierno de Álvaro Uribe que coronó con su segundo matrimonio. Su novia una paisa 17 años solo pudo disfrutar 8 meses de convivencia en libertad porque desde agosto del 2006 lo que siguió para la pareja fueron visitas a la cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos, a donde Salvatore Mancuso fue trasladado tras su captura en medio del acuerdo de paz firmado con Uribe. Una decisión por parte del entonces gobierno que sigue generando polémica.
La fiesta, que duró hasta altas horas de la mañana del siguiente día, contó con la vigilancia de la Policía y el Ejército que se unieron a los más de 500 escoltas privados, algunos de los invitados y otros del equipo de seguridad del novio. Varios de los invitados, los más cercanos, se quedaron a dormir en alguna de las habitaciones recién remodeladas y construidas que el ‘mono’ Mancuso, como le decían al jefe paramilitar. El estreno de la casa se convirtió en un disfrute efímero porque la propiedad terminó formando parte del conjunto de bienes que el comandante paramilitar entregó para la reparación de las víctimas.
Después de la ceremonia que ofició un juez del circuito municipal y del brindis con la costosa champaña, el baile inicial estuvo a cargo de Juan Carlos Coronel con su canción “Patacón pisao”. Luego, a la tarima que mandó a construir Mancuso, le siguieron los hermanos Zuleta, Los Zuleta junior, y el cantante vallenato que en ese momento estaba de moda Peter Manjarrés.
Más de 30 meseros repartieron licor; whisky Buchannas a rodos en cada mesa. Abundaron las viandas y los recordatorios que los invitados se llevaron cuando la música se paró a las 6 de la mañana.
Un anfitrión eufórico que nunca pensó que terminaría extraditado, judicializado por haber reincidido en el negocio de la coca y llamado a rendir cuentas ante la justicia norteamericana. Sin saberlo el ágape se convirtió en el último encuentro y gran fiesta de Mancuso para sus amigos entre los que estaban los suyos de toda la vida, influyentes de peso con los que hizo más de un negocio 45 años y los que aportaba Margarita Zapata llegados muchos de Medellín. Un arraigo que pareciera ser el único que le da seguridad hoy a Salvatore Mancuso quién ante la pregunta de la jueza de ejecución de penas de la Sala de Justicia y Paz, Luz Marina Zamora, sobre el lugar donde quisiera vivirá de obtener su libertad para ejercer como gestor de paz, no dudó en responder: Medellín.