El día 21 de abril de 2021 fue histórico en Colombia, porque pudimos ver en todos los noticieros a la mayoría de los dirigentes políticos manifestarse en contra de la reforma tributaria, invocando la defensa de las clases menos favorecidas del país.
Se escuchaban de estos “líderes”, voces vehementes ejerciendo una verdadera representación política, declarando la defensa de los intereses y necesidades de la población colombiana, que mayoritariamente está empobrecida por situaciones económicas, políticas y sociales. Esas voces por fin hablaron fuerte y claro en favor del pueblo soberano que los ha elegido y que tiene en ellos puestas sus esperanzas.
Todo parecía un nuevo amanecer, la sociedad y su democracia parecían al fin funcionar. Pero la realidad es que en Colombia, contrario a lo que sucede en las democracias reales, en lugar de que se produzca una negociación social, para mejorar los artículos de esta ley y asegurar la defensa del interés general con equidad, los dirigentes políticos son solo farsantes profesionales, zorros mañosos que ante situaciones como esta, solo saben pescar y saquear el erario público.
¡No, colombianos! Esta, como todas las veces anteriores donde los importantes líderes políticos salen a anunciar sus grandes batallas por defender a los ciudadanos, solo veremos un par de exaltados discursos, entrevistas y tres debates en medios, pero en las reuniones secretas a media noche, en los restaurantes, clubes o el palacio, lo único que se tratará será el precio de sus votos: se les entregarán contratos, cargos públicos a sus amigos y familiares, obras para que ellos las ejecuten con sus empresas o testaferros y se comerán como langostas, como perros rabiosos, el 30 o 40% de los recursos que se querían recaudar. Los colombianos entre idiotas y cómplices nos dejamos introducir descaradamente el eufemismo “mermelada” y así evitamos la vergüenza de llamar a las cosas por su nombre: sobornos, compra de votos, sometimiento, peculado, concusión, cohecho, prevaricato, en fin: corrupción.
Siempre lo han hecho y esta vez también lo harán. Como puercas meretrices, los “doctores” que hoy se ganaron un ingenuo “así se habla” por la defensa de los intereses populares, mañana venderán su conciencia, su voluntad, su hombría y serán $20.000 millones más ricos, revolcados en la inmundicia de la corrupción, sucios y ebrios de la orgía de millones, puestos públicos, consulados, contratos y desplegando su talento en triquiñuelas y estrategias para que les quede la “plata pulpita”, así ejecuten o no las obras. Pero a pesar de su posición, prestigio, renombre, sepan que ya son y serán en adelante: traidores de los principios, traidores del pueblo, traidores de la patria, dignos de toda desconfianza y jamás volverán a ganar un voto de los electores traicionados.
Y mientras tanto el presidente y sus ministros habrán logrado “ganar una batalla” de manera deshonesta, que es la única que ha funcionado en Colombia, donde solo figuras como Jorge Eliécer Gaitán o Luis Carlos Galán (entre otros prohombres) ocupando la presidencia, hubieran podido hacer grandes transformaciones, a pesar del corrompido congreso, de la ramera en que han convertido la justicia y de los dirigentes políticos y económicos que son como vampiros succionando indolentemente los recursos del país y además de manera miserable, abusando de la arrinconada plebe.
¡Despierta, Colombia! Esta clase dirigente que te coqueteó y endulzó para que la eligieras solo está llena de delincuentes de cuello blanco, hampones y corruptos a los que nos les importamos nada. Lo único que merecen de nosotros es el asco, el repudio, el vituperio. Nunca más les crean ni los vuelvan a elegir, ni porque les paguen 100 0 200.000 pesos. La vida de ustedes, la dignidad y su voto valen mucho más que eso. Nos tocó a los ciudadanos de a pie enseñarles a los “doctores” lo que es la dignidad. ¡Ni un voto para los corruptos! ¡Ni un voto para los traidores de la patria!