Pienso en Trujillo, Valle y no sé cómo describirlo realmente, a veces suponía que las palabras correctas eran dolor, cansancio y tortura pero después de vivir una experiencia tan linda, lo único que puedo decir de ese hermoso lugar es esperanza, esa es la palabra correcta para definir lo que tiene este pueblo y algunos de sus habitantes.
Aunque el ambiente se siente pesado y frío, basta la sonrisa de un niño o de un adulto mayor para calmar esa frialdad en mi piel, para calmar la tristeza que aquellos hombres dejaron al llevarse un montón de personas inocentes que en este momento deberían estar en casa con sus familias y no sepultados bajo la tierra, fluyendo en el río Cauca o estar penando en algún lugar del país.
Trujillo y su gente han sufrido cosas que ningún ser humano se merece por más malo que sea, han tenido que sufrir por exigir derechos o simplemente por no estar de acuerdo, pero hoy por hoy, siguen en pie de lucha, sin miedo y con más valentía.
Al realizar este viaje conocí personas y rostros que mi mente nunca llegaron a imaginar, diversidad de etnias, géneros, ideologías políticas y religiosas, a pesar de eso todas las personas que nos encontrábamos en ese lugar teníamos una sola razón, apoyar, brindarles la mano que nadie les tendió e intentar disminuir el dolor que les dejaron y que aún persiste en sus corazones.
Se me parte el corazón al saber que no tienen ni idea de donde están sus familiares y por eso los acompaño al unísono gritando: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. El derecho fundamental del hombre es el derecho a la vida y el derecho que nadie en el mundo tiene es arrebatarle la vida al otro, no manchemos más nuestra historia con sangre, con esa tinta roja que ha sido derramada por tantas personas inocentes, con esa tinta roja que se convierten en lágrimas a recibir una pésima noticia y así pasen los años, el dolor seguirá ahí y quizás esté ahí para siempre.
Me sorprende saber que los niños asisten a este tipo de eventos sin saber exactamente la razón pero con esas intensas ganas de hacer valer sus derechos y de hacer parte de un proyecto hermoso, el cual está dirigido por un conjunto de personas hermosas, con el corazón más noble y justo que he conocido.
Aunque la gente sigue temiendo por su vida y la de sus familias, es más fuerte el deseo de cambiar ese tipo de situaciones que alguna otra cosa, esas madres que han perdido a sus hijos, son las mujeres más fuertes del mundo porque han soportado el descaro y la violencia que ha causado algunos grupos al margen de la ley.
Han pasado los años y aunque ahora no hay tantas muertes, las mujeres añoran a sus hijos, el río con sus aguas turbias llora de tristeza y rabia al saber que por su cauce pasan seres humanos que deberían estar en algún lugar del mundo menos ahí, navegando entre sus aguas, hasta llegar su lugar de destino, una fosa común con el nombre N.N.
Para finalizar quiero decir que todos los lugares que han sufrido la violencia en Colombia, deberían realizar este tipo de eventos para que la gente conozca y entienda que estas situaciones si pasan y que son cosas que nos competen a todos ya que estamos bajo el nombre de una misma nacionalidad, por lo tanto la sangre que han derramado inocentes, es la misma sangre que corre por nuestras venas.
Gracias a todas las personas que hicieron sentirme empoderada y luchadora, gracias a esos niños que me brindaron su hermosa sonrisa, gracias a todas esas mujeres que son cabeza de hogar, que trabajan, que sostienen una familia y que son capaces de soportar este tipo de cosas tan fuertes y crueles que ningún ser humano debe sufrir.
