Para infortunio de muchos, nacimos, crecimos y habitamos en uno de los países más inseguros del planeta, donde reina la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la guerra sin sentido.
Este texto inicia con el mensaje menos esperanzador que muchos puedan haber leído y quizá sea el motivo por el cual abandonen la narración de manera prematura, sin embargo, resulta bastante complicado pretender cubrir la verdad con palabras o tratar de adornarla con hermosa retórica.
Pedro siempre entendió que no sería fácil, su propia familia alimentó el entorno de su infancia y adolescencia con frases de conformismo y desesperanza.
Estudió Contaduría Pública porque tras graduarse de un colegio con enfoque comercial, descubrió cierto nivel de habilidad para las prácticas contables; sin embargo, sintió frustración porque sabía que eso podía significar el abandono de su sueño de llegar a ser un gran periodista o incluso caricaturista.
Muchos piensan que a la infelicidad están condenados aquellos quienes viven de hacer lo que les toca hacer, mas no lo que en realidad les apasiona; puede esta situación convertirse incluso en una pesadilla para quienes día a día operan como máquinas y siguen una rutina mientras que de manera inconsciente caminan en círculos y no generan un valor agregado a sus vidas más allá del sustento necesario para vivir con un poco de dignidad.
No es prudente actuar como los docentes que Pedro tuvo en la universidad, desincentivando en sus estudiantes el deseo de ser grandes profesionales, imprimiendo en ellos el mal ejemplo de llegar tarde a las cátedras, de improvisar las mismas, de utilizar errados criterios de evaluación y de centrar las explicaciones en temas fantasiosos y no correspondientes a la realidad del entorno social y económico de un país en crisis que necesita de todos y de cada uno de ellos para llegar algún día a la prosperidad y la equidad.
¿Qué es la educación superior, sino aquella que te catapulta a contribuir al desarrollo y sostenibilidad de un país?, al parecer, a los mismos decanos se les olvida que los estudiantes representan el futuro de la sociedad, y a cambio de eso, los valoran tan solo por lo que cuestan sus matrículas semestrales.
Desempleo, competencia desleal, guerra del centavo, acoso laboral... ¿Quién se motiva a estudiar una carrera si los testimonios del mercado son tan vulgarmente desestimulantes? ¿Qué estamos haciendo quienes ya pasamos por las aulas para cambiar el panorama de cada una de nuestras profesiones y convertirlo en un ambiente amable y justo para cuando los futuros graduandos den su gran paso de las aulas a la realidad?.
Es triste decirlo pero nuestro país es tan peligroso en todos los escenarios de la vida cotidiana, que desde el seno de nuestros hogares se nos inculca el sentimiento de conformismo cuando se nos pide que agradezcamos el hecho de “volver a casa con bien”.
Día a día, Pedro regresa a casa tras una larga jornada de trabajo. Procura ser un buen ciudadano, un buen amigo, un buen trabajador y un buen colega... sabe que existen mecanismos para cambiar la manera de pensar de la sociedad que habita, sin embargo no encuentra la manera de darlos a conocer porque vive encerrado en la burbuja transparente de su timidez.
Un buen líder no es aquel que grita, humilla y hace sentir su autoridad imprimiendo miedo en las personas, el verdadero líder es quien enseña el buen camino mediante sus acciones y sus palabras. Dentro de la burbuja de su timidez, Pedro es un buen líder y sabe que la esperanza es más que el sentimiento de aquel que sueña despierto, la esperanza es la voz amable que puedes llevar a otros que se sienten confundidos y temerosos de enfrentar la realidad.
(Texto tomado de las memorias de EL PROYECTO PEDRO, escritas por @candresppulido)
