Con la expedición y consecuente entrega de la escarapela que acredita a Pedro Alí como el nuevo alcalde del municipio de Magangué, se termina, por un lado, quizás una de las contiendas políticas que más ha generado movilización los últimos 10 años en el importante puerto del Magdalena; y, por otro, comienza la esperanza de una época próspera y de abundante progreso para un pueblo que ha sido golpeado por no pocos actos de corrupción, una paupérrima gestión pública y un conformismo popular que ha rayado históricamente en la indiferencia, la amnesia política y, obviamente, con unos bajos niveles de participación ciudadana.
No obstante los permanentes comentarios sobre el apoyo recibido de parte de la familia López en su campaña “Alíneate”; a pesar de las innumerables críticas en relación a “sus verdaderas intenciones” después de haber sido derrotado en las elecciones de hace cuatro años; y pese al escepticismo con el cual se refieren muchos a su capacidad de gestión y liderazgo, la realidad es que Pedro Alí es quien, desde el 1 de enero del próximo año, tendrá la responsabilidad de demostrarle a su pueblo el amor que tanto profesó durante su largo tiempo de campaña.
Para el ciudadano magangueleño “de a pie” tal vez ya no interese mucho quién acompañó a su nuevo alcalde durante el largo camino que recorrió; si los recursos que financiaron su campaña fueron o no de dudosa procedencia; si hizo alianzas con personas o grupos para llegar al poder; o si se comprometió con puestos, contratos o dádivas durante su mandato; ¡NO! Lo que más interesa ahora es saber si el nuevo gobernante podrá sacar a Magangué de su habitual letargo, y posicionarlo como uno de los lugares con mayor proyección en la región Caribe. La gran pregunta es si Alí llevará a su pueblo al desarrollo como un mandatario cuyos intereses están por debajo de los deseos de un pueblo que grita con clamor ¡YA NO MÁS!
Los retos que le esperan son bastante considerables, sin desconocer la nefasta tradición política que hereda, con la cual, incluso medios nacionales, lo relacionan aún. La mayoría de sus coterráneos, vivan o no en Magangué, quisieran pasar no de página, sino cambiar de libro. Así, creer profunda, benévola y no ingenuamente en que la posibilidad de transformar la historia política de esta tierra es un hecho. ¿Por qué no pensar en un Magangué pujante, libre de corruptos, y ajeno a prácticas que, año tras año, lo han enterrado en los cementerios de la miseria y el atraso? De esta manera se construyen los grandes proyectos, soñando y asumiendo que hombres y mujeres de buena voluntad y espíritu aguerrido son capaces de romper las variadas estructuras de poder que nada tienen que ver con las características propias de un verdadero gobernante al estilo de Platón o Aristóteles.
Los conciudadanos esperan muchísimo del nuevo alcalde; quieren un alcalde cercano, amable y doliente de sus necesidades; pero ante todo anhelan que usted no se robe el dinero público como lo han hecho otros que aún siguen pavoneándose sin ningún tipo de vergüenza. El pueblo está expectante de lo que pueda hacer; expectante a su gestión y a su deseo de gobernar con transparencia y una total rectitud.
De sus discursos pocos recordarán, pero sus actos y obras (no precisamente las de cemento) quedarán no solo en la memoria, sino y sobre todo en el alma, y solo ella juzgará que tan buen alcalde será usted. De usted depende si entra a nutrir “la listica” de aquellos que estuvieron y no fueron capaces, o, por el contrario, es el punto de inflexión desde el cual y con el cual se puede pensar que la política como servicio vale la pena. Obviamente se espera que vengan los cambios estructurales para Magangué, piénsese en la generación de empleo estable, mejor educación, vivienda, erradicación de la pobreza extrema, vías, mejor infraestructura a todo nivel, y todas esos aspectos que un mandatario conoce más que cualquier otra persona; pero además se anhela un pueblo educado y formado en y para la ciudadanía; capaz de exigir derechos, hacer control social, conformar veedurías y sobre todo vincularse en los procesos de participación que todo gobernante está llamado a promover siempre y cuando se sienta con la capacidad de rendir cuentas sin temor alguno.
Ojalá Magangué lo recuerde no con el mismo interés que lo eligió, sino con el cariño que usted se ganará de aquí en adelante demostrando que el dolor del pueblo es su propio dolor; de esta manera nosotros, nuestros hijos y los suyos también lo llevaremos en la memoria con admiración y no con repudio o vengüenza.