Ante su impotencia e ineficacia para resolver los grandes problemas que aquejan a la sociedad, el Estado traslada a la educación la responsabilidad de resolverlos. Estrategias pedagogías la llaman los comunicadores oficiales. La fórmula manida es tan sencilla y barata como ineficaz: crear una nueva cátedra o expedir una nueva ley de obligado cumplimiento por todos establecimientos educativos del país.
A la función natural de enseñar a leer y escribir correctamente, dominar los conceptos básicos de las matemáticas, la ciencia, la historia o la geografía, los colegios y los maestros deben agregar la enseñanza de las cátedras de derechos humanos, educación vial, educación tributaria, educación para el emprendimiento, educación del consumidor, educación ambiental, educación para el consumo responsable, educación para la democracia.
La saturación de la escuela con nuevas cátedras, empezó en 1984 con la cátedra Educación para la Democracia, en la recordada época de las palomitas y las banderitas blancas de paz del presidente Belisario Betancur.
Un buen día el Dane reveló al país la escalofriante cifra de jóvenes estudiantes embarazadas y la tempranísima edad de iniciación de los niños y las niñas a la vida sexual. El escandalo fue mayúsculo. La Iglesia, tradición y familia, y cuantas entidades se ocupan de la moral y la higiene pública, demandaron una apronta y radical solución. La respuesta obvia y manida no se hizo esperar: se instauró la cátedra de Educación Sexual. Y como siempre, la responsabilidad recaería sobre los maestros de afines al tema.
Luego se descubrió que la Expedición Botánica había sido un acontecimiento demasiado importante para la vida cultural y científica del país y que algo podría enseñarnos. Diligentemente el Ministerio de Educación ordenó por decreto que en todos los colegios y escuelas del país se debería dictar la cátedra José Celestino Mutis. La responsabilidad de tan trascendental decisión quedaría en cabeza de los profesores de ciencias naturales y ciencias sociales.
Los constituyentes de 1991 no se quedaron atrás e incluyeron en la nueva Constitución un artículo que estableció como obligatoria una cátedra para la enseñanza de la Constitución.
Recientemente, ante las crecientes denuncias sobre el mal llamado matoneo escolar o bullying, el ministerio de Educación Nacional expidió una ley que crea el “Sistema Nacional de Convivencia Escolar y Formación para el Ejercicio de los Derechos Humanos, la Educación para la Sexualidad y la Prevención y Mitigación de la Violencia Escolar”.
La mayoría de las cátedras establecidas en los últimos años han mostrado su ineficacia y discontinuidad. Terminan despareciendo de los horarios escolares y del pénsum educativo. Otra nueva reemplaza a la que pasó de moda. El modelo funciona como un reflejo condicionado: el Ministro de Educación contrata un grupo un grupo de expertos, los llamados técnicos en educación, les presenta el problema que quiere ser resuelto a través del sistema escolar, les explica su urgencia y el encargo especial del presidente de encontrar una pronta y eficaz solución. El grupo de expertos en coro y rápidamente responde: se le tiene señora ministra: ¡¡Una cátedra de Educación para la Convivencia!!
De inmediato se dedican a la meteórica carrera de diseñar los contenidos y metodologías de la nueva cátedra y el correspondiente decreto presidencial que ordena su implantación en todas las escuelas y colegios. Diseñan un currículo o un conjunto de temas que deben ser enseñados en cada curso. Por lo general son temas complejos que requerirían de especialistas y de una sólida formación de los maestros. Nada de eso ocurre. Simplemente se convoca a los rectores de los colegios y a los coordinadores académicos, se les dicta una larga y tediosa conferencia sobre el tema, con la obligación de repetirla lo más fielmente posible a los maestros de su respectiva escuela o colegio para “socializar los contenidos y metodologías”, ya se trate de la cátedra de convivencia escolar, educación sexual, educación tributaria, o de la cátedra Afrocolombiana. El tema poco importa, lo importante es que el modelo fácil y barato funcione.
Esta fórmula tradicional e inveterada, problema que surge, cátedra que se decreta, desnaturaliza la escuela, la aparta de sus funciones y responsabilidades, la convierte en un cuerpo de bomberos que simula apagar incendios. Es un confesión de parte de que tenemos una escuela cuyos contenidos y objetivos no responden a las necesidades sociales e individuales de formación. Una escuela desarticulada de la vida y sus demandas contemporáneas. Una escuela fallida, la cual se sostiene a punta de remiendos, de cátedras. La confirmación de que la mayor desgracia de nuestra educación es que no enseña para la vida, ni enseña a pensar, como reclamaba el gran pedagogo Estanislao Zuleta.
De lograrse la paz, como todos esperamos, la educación no sufrirá grandes transformaciones como era de esperarse, al gobierno de turno le bastará con decretar la cátedra para la Paz y el Posconflicto en todos los establecimientos educativos de territorio nacional.