Esta semana se ha publicado una noticia que golpea a las instituciones educativas. Un joven fue apuñalado por su compañera de clase al interior de su colegio en Fontibón. Ante esta triste noticia, aparecen de inmediato el morbo que reduce el problema a acciones u omisiones de las instituciones educativas.
Sumado a esto, es necesario indicar que no es una problemática de esa institución educativa, sino que cuando nos detenemos a analizar las situaciones de convivencia, nos damos cuenta de que es una realidad cotidiana en todos los colegios e instituciones públicas y privadas del país; no solo por el hecho especifico que me convoca en estas líneas, sino por las causas estructurales que traen como consecuencia este tipo de acciones, que alimentan el morbo, la animadversión hacia los maestros y que delegan la responsabilidad y la culpa jurídica exclusivamente en las instituciones educativas.
En este sentido quisiera presentar algunas situaciones que son necesarias considerar y abordar si no queremos que se vuelvan a repetir este tipo de acciones.
- La necesidad de recuperar la autoridad pedagógica de la escuela
La tarea fundamental de la escuela es la pedagogía, es decir que la escuela tiene una responsabilidad en la formación de ciudadanos comprometidos, democráticos y pacíficos. Sin embargo, con las presiones legales y las exigencias para responder a los estándares comerciales, bajo figuras como calidad, cobertura, permanencia han hecho que se pierda la autoridad en los procesos formativos. Desde que se promulgó la ley 1620 de 2013 pareciera que el rol del directivo-docente y de los docentes se hubiese transformado. En las reuniones al interior de la escuela prima hoy lo jurídico. El discurso pedagógico ha dado lugar más a la legalidad, la normatividad y el temor jurídico que responsabiliza directamente a la escuela de lo que la familia y la sociedad han sido incapaces de afrontar y resolver, y que, en ocasiones, aumentan la crisis por la permisividad disfrazada bajo el eufemismo de Enfoque de Derechos. Nuestro discurso, entonces, pasó de lo pedagógico a lo jurídico en los procesos escolares.
Muchas situaciones de convivencia se pueden afrontar de manera directa por los maestros y directivos desde lo pedagógico, pero hacerlo sería omitir un proceso, una ruta y una remisión que pone al agente pedagógico en riesgo de procesos judiciales, administrativos, disciplinarios y penales. La escuela en términos de convivencia actúa más pensando en la comisaría de familia, la personería, la procuraduría, la fiscalía, que en la pedagogía. Pasamos más haciendo reportes a las instancias judiciales que reflexiones pedagógicas. Pareciera que hoy el maestro debe saber más de leyes que de pedagogía. Es cierto que la ley contempla acciones de prevención y promoción, como las acciones pedagógicas de tipo restaurativo, que aportan, pero estas acciones se hacen insuficientes cuando hay un entramado jurídico elaborado, aplicado y ejercido por personas que desconocen las dinámicas de las instituciones educativas.
Hay una necesidad urgente de recuperar la pedagogía como elemento sustancial y fundamental de la escuela.
Es necesario que se vuelva la mirada a la escuela como el espacio donde se cultiva (Cultura) el saber, donde la formación humana integral es fundamental, donde la formación del espíritu humano desde la dimensión estética, ética, espiritual, lúdica estén orientadas a formar seres críticos, creativos, responsables de sus actos en la cotidianidad. Para esto el maestro gozaba de una autoridad social que era respetado en todos los entornos sociales. La familia respaldaba la palabra y las decisiones del maestro, era una figura relevante que acompañaba a la familia en los procesos formativos de los hijos. Junto a las autoridades civiles, militares y eclesiásticas la escuela y en ella el maestro tenía un papel y una voz de gran trascendencia. Asistimos hoy a una crisis de autoridad y donde recae toda la culpa es en el maestro. Padres de familia agreden y desautorizan a los maestros ante la exigencia académica o cuando hay una sanción por el incumplimiento de la norma. Pareciera que la escuela debe pedir permiso para cumplir su función formativa. Si la escuela asume una postura necesaria, pero la familia no la comparte, entonces, se desautoriza a la escuela y esta no tiene ningún recurso para ejercer su función como debe ser pedagógica, ética y políticamente.
Pero existe otro elemento donde se evidencia que en la escuela recae toda la responsabilidad. En la última década se ha cargado a la escuela de asignaturas como respuesta a problemas sociales. Si la sociedad presenta una problemática crean una nueva asignatura que sobrecarga el currículo y lo disgrega, perdiendo articulación pedagógica. Esto se lo suman a la escuela, pero donde ella no tiene lugar en la discusión. Un mar de conocimiento, con un mínimo de profundidad. Saturación, activismo y cansancio. Todo esto se reduce a una tiranía de la evidencia, donde se hacen proyectos (actividades) que se registran en fotos, pero que no transforma la vida de la escuela y la estructura de aprendizaje.
La educación aún tiene mucho que decir y ante la crisis social que se manifiesta en estos hechos violentos se debe recuperar su lugar. Se debe liberar a la escuela de la presión jurídica. La ley y el aparato judicial debe arropar, proteger y cuidar el ejercicio pedagógico y no constituirse en su antagonista. Si se sigue manteniendo esa tensión entre aparato jurídico y sistema educativo la crisis social tomará ventajas y las cárceles se harán pocas. Pero si actuamos desde lo pedagógico las cárceles se vaciarán progresivamente ¿Qué camino elegimos?
- La filosofía del merecimiento
Con la expresión filosofía del merecimiento quiero hacer referencia a la idea que tienen los jóvenes que todo se lo merecen, que no tienen que luchar por nada, que todo lo tienen por derecho. La mejor expresión de esto es el joven que se hizo viral en redes diciendo “yo no pedí nacer, por eso mis padres me tienen que mantener”. El mundo tiene una deuda existencial con ellos. Es una crisis de autonomía, compromiso y responsabilidad con ellos mismos. Tristemente, en algo somos responsables de esta situación, porque muchos hemos actuado bajo la lógica de “no quiero que mi hijo pase lo que yo pasé”. Esto nos ha hecho que le demos cosas a nuestros hijos sin el menor esfuerzo y ellos han crecido con la idea que tienen el derecho a no luchar por su propia vida. Pareciera que los padres al sentirse responsables entran en la dinámica de justificarles todo. Lo jóvenes comenten faltas y los padres antes que apoyar procesos formativos exigentes que requieren que se asuma la responsabilidad por los actos o que haya algún tipo de sanción social por parte de la autoridad, lo que hacen es ponerse en el lugar del joven, así sepan que hizo algo incorrecto. No falta la frase” ¿usted no sabe quién soy yo?
Esta lógica se ha permeado en la escuela, ya no se quiere aprender, sino lo que se busca es “ganar el año” sin el mayor esfuerzo. Es necesario superar esta filosofía que hace muchachos frágiles, irrespetuosos e inútiles. Jóvenes que no asumen las consecuencias de sus actos, que no quieren comprometerse con la vida de ello y la de los demás. Los jóvenes con todas sus capacidades se están limitando a la ley del menor esfuerzo. Conocen las leyes que los protegen, pero se hacen los indiferentes a las responsabilidades que les atañe. Asistimos a una sociedad donde los niños, niñas, adolescentes y jóvenes tienen una negación de la autonomía y de los referentes de autoridad. Es necesario y urgente revisar las dinámicas y las relaciones escolares. Como dice el gran Heidegger “no todo lo nuevo es bueno, ni todo lo viejo es malo”. Debemos revisar que elementos se tienen que rescatar de esa vieja escuela y que aspectos por muy novedoso que sean se deben de replantear. Sin embargo, hay que tener cuidado porque bajo este argumento, podemos caer en dos extremos, y es necesario advertirlos, el romanticismo permisivo y la intransigencia punitiva. El romanticismo permisivo consiste en considerar que estamos moralmente preparados para responder por la mera practica de las virtudes a las responsabilidades sin las debidas exigencias y controles. El absolutizar la garantía de derechos por merecimientos, sin la correspondencia del deber consecuente con el derecho, se termina protegiendo sin ninguna exigencia de cambio de actitud al violento, al irresponsable y al intolerante, a tal punto que, por garantizarle un derecho, se termina vulnerando los derechos a una comunidad que termina por retirar a sus hijos de las instituciones educativas por las actitudes violentas de otros. Por el otro lado, está la intransigencia punitiva que consiste en desconocer el lugar del otro y su diversidad e imponer una normatividad tan rígida que desconoce la dignidad de la persona y siempre busca un castigo punitivo que se confunde con maltrato psicológico, verbal y físico, queriendo reducir todo a la suspensión, expulsión y exclusión del sistema escolar.
Ahora bien, volviendo al tema es necesario indicar que en la actualidad los estudiantes gozan de beneficios que otrora no se tenía, por ejemplo, un gobierno escolar elegido democráticamente y con autonomía. Un personero y contralor para garantizar el ejercicio de derechos, se tiene gratuidad, alimentación, en algunos lugares transporte escolar garantizado por las autoridades locales (es claro que me refiero a espacios públicos, sin negar que las problemáticas son tanto del sector público como privado). El MEN ha enviado textos escolares que se entregan a los estudiantes y hasta kit escolares. Sin embargo, los procesos y la calidad no son consecuentes con estos beneficios que hoy se tienen. El desinterés, la apatía, la falta de compromiso se han apoderado de las aulas escolares y cada día toman más fuerza. Se les permite que situaciones de irresponsabilidad en sus compromisos sin que puedan haber algo que los obligue o comprometa coherentemente ante lo que se les ofrece. Desconocen que más que gratuito es público, todos esos beneficios son posibles gracias a que son pagados por los impuestos de los ciudadanos. Aquí es importante que se haga valorar lo público. Ir a un colegio público deber ser un derecho democrático que implica responsabilidad y compromiso, de lo contrario no podría beneficiarse de él. No quiero sonar excluyente, pero debe ser un privilegio estar en lo público, si es para todos, pero debe asumirlo y comprometerse con ese derecho y beneficio, ser consciente que no hacerlo es un acto de corrupción.
Valores como la puntualidad, la responsabilidad, el compromiso está en tela de juicio en la escuela. No importa si el estudiante llega tarde, siempre hay que dejarlo entrar. Otro ejemplo de esto, si un estudiante trae una navaja en su maletín y hay una presunción o sospecha de eso, como docentes no podemos retener o esculcar ese maletín, porque estaríamos violentando un derecho. Pero si el estudiante agrede alguna persona, nos responsabilizan por omisión. No importa si el estudiante porta el uniforma inadecuadamente o no lo trae, hay que aceptarlo. Sé que ante esto hay muchos que dicen “el uniforme no estudia” es verdad, como el peinado, o el piercing tampoco influye eso es cierto, la pregunta es ¿Cuáles son los mínimos normativos que se deben respetar para ir estructurando una conciencia moral que sea consecuente a la edad y al criterio de cada estudiante? No estoy en contra de aretes, piercing, cabello largo entre otros, pero considero que todo tiene un tiempo y un lugar. Es necesario, que los jóvenes en formación puedan comprender que la prudencia hace verdaderos sabios y que hay unas normas que deben respetarse. Aquí es importante recordar a Lawrence Kohlberg cuando expone su teoría de los estadios del desarrollo moral. Estadio Preconvencional, se requiere del vigilante y controlador para el cumplimiento de la norma. Estadio convencional cuando se actual limitado a lo establecido normativamente, y estadio posconvencional cuando es capaz de trascender el marco normativo y la vigilancia para actuar. Lo cierto es que en la población colombiana y en especial la población estudiantil en su gran mayoría está en el primer estadio. Se requiere mucha educación desde la autonomía que implica la responsabilidad sobre los actos. Sin embargo, si seguimos la ruta que llevamos difícilmente saldremos del estadio preconvencional y seguiremos creando leyes cada vez más rígidas para los ciudadanos, porque no hemos hecho las correcciones a tiempo, recordemos la máxima griega “ Educa al niño y no tendrás que castigar al hombre”.
Ahora bien, considero importante la gratuidad, considero importante la garantía de derechos, pero también considero que estos deben tener unas exigencias morales. No es posible que un estudiante que goza de gratuidad, libros, alimentación, transporte entre otros no responda académicamente y que en su convivencia genere conflictos permanentes, rayando con los delitos. Esto es otra forma de corrupción. Muchas dificultades de los estudiantes no están ligada a situación de salud o problema cognitivos, sino a la disposición, a la voluntad y al compromiso. Hace falta que los jóvenes experimente el valor de la necesidad, para que valoren. Los colegios son espacios de formación que con autoridad y exigencia (no autoritarismo e intransigencia) deben actuar en coherencia.
Igualmente es importante que jueces, personeros, comisarios de familias entre otros, comprendan las dinámicas de las instituciones educativas para que el derecho no sea permisivo, ni alcahueta con quienes quieren trasgredir el orden establecido, porque se corre el riesgo que con la aplicación de sentencias judiciales lo que se hace es legitimar, alcahuetear y alentar al agresor que con estos comportamientos se constituirá en futuros delincuentes. Igualmente, a los asesores de los Ministerios y de las secretarías de educación que llevan muchos años fuera de las aulas, pero dictan directrices desde el deber ser, pero que está lejos de la realidad de los colegios y que con actos burocratizados legalizan la apatía, el desinterés y la irresponsabilidad, Es necesario que se acerquen y vivan la experiencia de la escuela, que la abracen y conozcan sus dinámicas. Un buen maestro nunca quiere que un estudiante este por fuera de sistema, esto duele en el corazón, pero también sabe que corregir a los que aman es una tarea necesaria en los procesos formativos. Indudablemente tenemos como maestros la tarea de formarnos y actuar en coherencia con nuestra responsabilidad ética y pedagógica.
Si seguimos con las dinámicas jurídicas en la escuela descuidando lo pedagógico, la triste noticia de esta semana del joven apuñalado por su compañera no será un caso aislado, sino una constante. Devolvamos a a escuela su lugar, liberémosla de la minucia jurídica que Colombia necesita una ciudadanía responsable democráticamente y esto se hace con una educación de calidad bajo el principio ético y moral de la autonomía, la responsabilidad y el compromiso.
Finalmente, abrazo a mis colegas del colegio de Fontibón, deben estar viviendo momentos difíciles, por el dolor de lo acontecido, pero también por soportar hoy la censura, el juicio moral y jurídico.